En este nuevo año me surge una serie de interrogantes sobre el desarrollo de nuestras ciudades. Más cuando en la actualidad, en la ciudad de Concepción, se encuentran en construcción varias infraestructuras: puente industrial de concesión privada, el nuevo puente ferroviario, doble calzada de avenida costanera, mejoramiento ruta 156 en San Pedro de La Paz, entre otras. Un despliegue de inversiones públicas para mejoras viales principalmente destinadas a vehículos privados comparadas con la del transporte público, cuyos usuarios, en proporción a la población que habita la ciudad, es mayoritariamente de origen masculino, haciendo visible para quien se proyecta la ciudad y el territorio.
En gran medida, la ciudad se ha planificado pensando en un hombre tipo: de mediana edad, en plenas condiciones físicas, con trabajo estable y bien remunerado que le permite tener un auto privado y una esposa que le espera en casa con todo hecho y preparado. Según Montaner y Muxi (2011), las mujeres (madre, cuidadora y nutridora) por sus vivencias ponen en evidencia las dificultades que presenta el tratamiento del espacio público de hoy: veredas insuficientes para acompañar a quien necesita ayuda, para pasear con cochecitos a bebés, sillas de ruedas o carros de compras, una iluminación de calles que continúa primando la calzada en detrimento de la vereda, un transporte público que sigue primando los traslados que se consideran obligados (de zonas residenciales a zonas de trabajo y estudio de hora punta), sin considerar otros viajes como los recorridos a la escuela, supermercados, salud, etc. Los recorridos a los colegios siempre están llenos de obstáculos, dificultades y peligrosos, y pueden llegar al extremo de ubicar una escuela en una vía rápida con veredas estrechas. Esto se ha agravado durante los últimos años de pandemia, con el distanciamiento social. ¿Cuánto deben andar los peatones para llegar a un paso de cebra? Hoy en día se sabe que a menor número de semáforos el tráficos es más fluido y, por tanto, más rápido. Entonces nuevamente surge la pregunta: ¿para quién se piensa la ciudad?
Estamos ante un paisaje urbano "de la ciudad de suburbios" sin atributos: autopistas, grandes expansiones de áreas residenciales con escasos equipamientos educativos, sanitarios, culturales y comercios, zona de galpones industriales con terrenos baldíos intermedios. Un modelo insostenible de crecimiento que depende del vehículo privado y de las energías no renovables y contaminantes ¿Cómo se imaginan las vidas de estos habitantes quienes planifican? ¿Qué vida es posible en este mosaico infinito de fragmentos inconexos?… "Vivir entre fragmentos y en un lugar que disuelve las articulaciones estructurales es precisamente vivir en el espacio de la alienación", haciendo necesario "retejer la trama de relaciones humanas y sociales" (Naselli, 1992).
El desafío para la construcción de una ciudad más justa y solidaria es la corresponsabilidad social en estas tareas imprescindibles, y para ello se hace necesario pensar una planificación urbana de proximidad que considere a todos sus habitantes.