Georgette de Vallejo, o la viuda de las viudas literarias
El peruano César Vallejo, poeta de la vanguardia latinoamericana, es reconstruido por el escritor peruano Daniel Titinger a través de certificados médicos y las diatribas de su viuda.
Por Valeria Barahona
César Vallejo ("Trilce") es quizás uno de los ciudadanos más ilustres de Perú, ya que numerosos colegios, avenidas y centros deportivos llevan su nombre. Sin embargo, el cuerpo del escritor nunca volvió a su tierra natal, sino que se quedó en el Cementerio de Montparnasse, en París, Francia, junto a los restos de Baudelaire, Simone de Beauvoir, Julio Cortázar y Roberto Bolaño, entre otros próceres de la literatura, gracias al trabajo de su viuda, la francesa Georgette Marie Philippart Travers, reivindicada por Daniel Titinger en "El hombre más triste: Retrato del poeta César Vallejo", recién publicado por Ediciones Universidad Diego Portales (UDP).
"Como si fuera un fantasma, un soplido, una mala noticia: Georgette era invisible aunque siempre estuvo ahí. Para escribir de Vallejo hay que escribir de ella", comienza el relato de quien fue director de revista Etiqueta Negra, publicación peruana que circulaba por toda Latinoamérica. Así continúa Titinger su libro: "Ella pudo salvarlo del anonimato. Tenemos a Vallejo porque existió Georgette, que se peleó con medio mundo para publicar los poemas de su esposo".
La viuda -antes de irse al hospital donde murió- se encargó de dejarle a una vecina los papeles de Vallejo: poemas inéditos, certificados médicos, anotaciones. La vecina fue una de las pocas amigas que tuvo: era la única que hablaba francés en el edificio que el gobierno peruano le pagaba. Se dice que Georgette vivía sin muebles y alimentaba a los innumerables gatos del barrio. Hoy la vecina tiene 80 años y cuando Titinger tocó su puerta, recordaba perfectamente a "Los Vallejo". Tras unas cuantas insistencias le mostró al escritor-investigador lo que guardaba en la maleta que le legó Georgette: con ese material unió, emocionado, las pistas de "El hombre más triste".
Ese hombre cuyo verso más recordado, como una premonición, fue "me moriré en París con aguacero /un día del cual tengo ya el recuerdo": el Viernes Santo del 15 de abril de 1938.
Desde aquel atardecer, Georgette abrazó "un problema, porque no se puede dejar de ser viuda. Se muere el escritor y pasas a esa condición hasta que mueres. Pero sin ella no se hubiese conocido el Vallejo que hoy conocemos. Sus poemarios póstumos ('Poemas humanos' y 'España, aparta de mí este cáliz') fueron publicados por ella", cuenta el actual director periodístico de Radio Programas del Perú (RPP).
-¿Cómo crees que se llevaba Georgette con el fantasma de su marido?
-Después de haber investigado siete años, creo que ella al final hubiese quemado los poemas. Tenían una relación de amor y odio, como toda relación (ríe), pero la de ellos era especialmente difícil, al igual que el carácter de ella, y él… Esto es totalmente impopular, pero a veces pienso que mucha gente no hubiese sido amigo de Vallejo. No digo que entonces haya sido un mal tipo, aunque sí lo es visto desde 2021. Es difícil juzgar a alguien cien años después, no deberíamos hacerlo. Me acuerdo que, a ratos, mientras escribía, le enviaba mensajes a mi editora, Leila Guerriero ("Los suicidas del fin del mundo"), diciéndole "no soporto a Vallejo, me parece una mala persona".
-¿Tanto así?
-Me cae mal porque siento que era un vividor: por ejemplo, tenía una beca española y la idea era que estudiara allá, pero él iba a cobrar no más. Un par de veces (en la embajada) le pasaron dinero para volver a Perú cuando el juicio en su contra (por participar de una revuelta en su pueblo natal, Santiago de Chuco) ya había caducado. Él no regresó, se gastó la plata en otras cosas. También eligió a Georgette como pareja "estable" una vez que murió la madre de ella, por la herencia… Pero sería torpe, mezquino y un error de mi parte juzgarlo desde mi mirada contemporánea. (…) Es difícil escribir sobre una persona muerta y que ya no existe nadie que lo haya conocido. Hay un trabajo de evaluar a qué biografía le crees y cuál no, pero lo logras intuir. En qué momento hay un dato inexacto que se replica y resulta que Georgette, finalmente, es la mala de la película.
Sin embargo, es ella quien permanece a su lado en la pequeña clínica donde muere el poeta, y Titinger cita al "vallejólogo" Miguel Pachas Almeyda: "Todos creían que estaba loca, y era muy triste. Preferían hacerle caso a los tremendos intelectuales que hablaban de Vallejo. Hasta la culparon por haber abortado, por no darle al Perú los hijos de Vallejo. Porque claro, al lado de esos biógrafos, al lado de esos grandes académicos, ella apenas había terminado la secundaria". Pero es Georgette quien, a mediados del siglo XX, llega a Perú con los manuscritos y el historial médico del poeta, porque en sus últimos años Vallejo "escribía 'para el cajón', le decía a Georgette, porque nadie lo publicaba", destaca el periodista.
César Vallejo nació en el poblado Santiago de Chuco.
"Georgette abrazó un problema, porque no se puede dejar de ser viuda. Se muere el escritor y pasas a esa condición".