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-Ella también estaba frustrada por eso.
-Porque Pablo Neruda se paseaba por cuanto congreso antifascista hubiera. Era el poeta de los poetas, un tótem. Vallejo era un intelectual, un periodista comprometido, nadie sabía que seguía escribiendo poesía… Él participaba de estos congresos pero como intelectual, como un actor de reparto, mientras Neruda salía a hablar en un estrado. Vallejo no tuvo fama en vida.
-Y todos los biógrafos repasan a Georgette hasta que aparece Rafaela García de la Barga, "la señora de la maleta", con los papeles que guardó la viuda hasta su propia muerte.
-No hay golpes de suerte: cuando esperas mucho, las cosas pasan. Esta señora había sido vecina de Georgette, la fui a ver, pero no me aportaba mucho: "Que la viuda, que qué sé yo". Aunque en algún momento creo que le caí bien y me dijo: "Mira esto, un día…" y traté de disimular las ganas que tenía de abrazarla y ponerme a llorar. Cuando salí de su casa, entendí que tenía un libro, porque hasta entonces decía "Dios mío, tengo lo mismo que han tenido todos, voy a repetir, a repetir", pese a los viajes que había hecho, entrevistas.
-Después de esta epifanía, cuando escribías ¿sentiste los espíritus en tu casa?
-Creo que como les pasa a los actores, hay un momento en que te comienzas a mimetizar. Sientes que la persona te toma, es una cosa espiritual. Con el perfil de Julio Ramón Ribeyro ("Un hombre flaco") me pasó que adelgacé muchísimo, casi 40 kilos. Y sí, no fue Ribeyro, fue la dieta, pero también comencé a fumar. Con Vallejo a veces tenía momentos de suma tristeza. (…) Convives con la persona sobre la que estás escribiendo, te posee de alguna manera y, ojo, no dejo de trabajar, de vivir mi vida, pero Vallejo estaba ahí. (…) Hay que leer a estos poetas que están en el Parnaso y, en el caso más optimista, hay que entenderlos.
-"Trilce" sigue siendo un poemario muy raro ¿no?
-Sigue siendo incomprensible. Sin embargo, entiendo el poder maravilloso del lenguaje y sí logro entender que Vallejo fue un poeta de vanguardia antes de la vanguardia. En el libro siempre hay una pregunta dando vueltas: ¿cómo alguien que nace en Santiago de Chuco pudo llegar a cambiar la poesía en español?