La lenta recuperación tras 5 meses hospitalizado por covid
Paciente que sobrevivió a la enfermedad relata las secuelas que le dejó haber estado internado en el Hospital Las Higueras. Ahora trabaja con un equipo de profesionales que lo apoyan para que recupere la movilidad, la voz y pueda retomar sus actividades con normalidad.
Por Alma Canales Silva / alma.canales@diarioelsur.cl
Cuando estaba en el cuarto piso del hospital Las Higueras de Talcahuano, Saúl Millalaf soñaba con una cazuela. Daba lo mismo si era de ave o vacuno. Era ese sabor especial a casa el que extrañaba. También sus tostadas con café al desayuno.
Estuvo cinco meses lejos de su hogar, pero solo tiene noción de tres. Los dos primeros estuvo inconsciente, sedado y conectado a diversas máquinas que lo mantuvieron con vida. Lo último que recuerda es que lo llevaron en ambulancia, a urgencias, por la gravedad de sus síntomas de covid-19. Eso fue el lunes 22 de marzo.
"Me vino a buscar la ambulancia, llegué al hospital y de ahí no me acuerdo más", relata.
En más de una ocasión la gravedad de su condición fue tal que llamaron a su señora, Claudia Quiroz, para que se despidiera. Ella le pidió que fuera fuerte. No estaba preparada para perderlo.
Él siempre tuvo miedo de contraer la enfermedad. Pensó que si le daba, iba a morir, ya que es diabético y eso podía complicar su situación. Por eso escribió un testamento y compró muchas cosas para la casa, para que a su esposa no le faltara nada.
Saúl Millalaf pudo sobreponerse. Sin embargo, quedó tan comprometido por la enfermedad que le espera una larga recuperación. Se cansa al hablar, todavía le cuesta tragar y su movilidad es reducida. Le cuesta mover uno de sus brazos, pues no tiene fuerza, perdió parte de la vista en uno de sus ojos y sus riñones se deterioraron, por lo que requiere diálisis una vez por semana.
Algunas de esas secuelas podrá superarlas. Otras son de carácter permanente.
El 25 de agosto salió del Hospital Las Higueras. Los funcionarios, que lo despidieron mientras avanzaba por el pasillo en la silla de ruedas, le entregaron un diploma para celebrar el progreso de su recuperación. Pero no está de alta. Lo derivaron a su hogar, donde está con atención domiciliaria y luego pasará a un programa de rehabilitación para usuarios secuelados por coronavirus. Le esperan varios meses de trabajo para que pueda hacer las mismas cosas de antes.
La angustia
Saúl Millalaf no tiene claro dónde se contagio. Claudia Quiroz, su esposa, cree que fue durante una visita a familiares que hicieron en Villarrica. Él piensa que ocurrió cuando se fue a aplicar la primera dosis de la vacuna, pues había bastante aglomeración en el consultorio.
El lugar, en todo caso, no es lo relevante. Lo importante es que el sábado 20 de marzo Saúl se sentía muy mal. Tenía fiebre, le costaba respirar. Su esposa se preocupó y llamó al hospital para que lo fueran a buscar, pero él no quiso. Dijo que no estaba tan mal, que mejor esperaran hasta el lunes. Así lo hicieron. El lunes 22 fueron enfermeras a revisarlo. La fiebre no había bajado, estaba en peores condiciones, así que pidieron una ambulancia. Hasta ahí llegan los recuerdos de Millalaf.
Claudia Quiroz también contrajo el Sars-CoV-2, pero ella solo perdió el olfato y se sintió decaída. Hizo su cuarentena en casa mientras esperaba que su marido se recuperara.
Lo más angustiante, reconoce, fue estar pendiente del teléfono. La llamada podía ser a cualquier hora y no había cómo anticipar la condición de su esposo, porque a veces recibía buenas noticias y al día siguiente su salud empeoraba.
Dice que varios amigos y familiares le preguntaron si estaba preparada para un desenlace fatal. Con algunos incluso se enojó. En ninguna de las proyecciones de futuro faltaba su compañero de hace 27 años.
"Todos los días los médicos me llamaban para informarme cómo estaba Saúl. El primer mes solo recibí malas noticias. A fines de marzo me llamaron y el médico me dijo que quería conversar conmigo, que fuera al hospital. Me dijeron que me fuera a despedir. Cuando entré, Saúl estaba lleno de tubos y máquinas por todos lados. Le tomé la mano y le dije que tenía que luchar. Estuve como tres horas ahí, tomados de la mano", relata.
Hogar, dulce hogar
El lunes 23 de agosto, después de cinco meses de haber ingresado al recinto chorero, Claudia Quiroz recibió la gran noticia: su Saúl estaba en condiciones para regresar a casa y continuar ahí su tratamiento. El miércoles 25 lo fue a buscar. Esa noticia compensó la pena que le generó a Saúl enterarse que su mamá había fallecido en abril, cuando él estaba intubado.
Ambos viven en Hualpén, en una casa interior en el terreno de la mamá de Claudia. Ahí lo estaban esperando sus familiares, a eso de las cuatro de la tarde, junto a un cartel blanco en el que se leía "Bienvenido a tu hogar, ¡te extrañamos mucho!" y globos de varios colores, los que siguen instalados en el living de la casa.
No fueron muchos los ajustes que hacer en la casa. Claudia Quiroz menciona que le pidieron que despejara los espacios para evitar que Saúl se tropezara.
Lo que más le preocupaba a ella eran las escaleras. El dormitorio y el baño están en el segundo piso, así que obligatoriamente tenía que enfrentarlas.
"Los primeros días las subió gateando. Le costó, pero al menos lo logró. Ahora ya sube y baja caminando", describe Quiroz.
Saúl sigue añorando su cazuela. Está con una dieta especial que privilegia las proteínas y descarta el arroz, los frutos secos y el tomate, para que recupere masa muscular. Cuando lo internaron en marzo pesaba 80 kilos. Cuando llegó a su casa, hace una semana, la pesa marcaba 58 kilos, pero en el momento más crítico llegó a ser menos.
Dice que si bien sus comidas no son las que ingería antes, saben mejor que las del hospital. Su señora cocina muy bien, afirma.
Su terapia la realiza en el living, frente a una pequeña estufa a combustión lenta que, sin embargo, emite el calor suficiente para confortarlo mientras realiza cómodamente los ejercicios para recuperar la fuerza de sus músculos y su voz.
Recuperación
Diariamente una kinesióloga visita a Millalaf, con quien hace varios ejercicios. También lo atienden un fonoaudiólogo, que lo apoya en la recuperación de la voz y le da ejercicios para que pueda comer adecuadamente, y un terapeuta ocupacional, que se encarga de la reincorporación a sus rutinas habituales.
Además, sale a caminar todos los días con su esposa. Van a una plaza saludable que queda cerca, donde complementa las rutinas.
Cuando salió de Las Higueras, la médico Andrea Araneda remarcó que Saúl estuvo 150 días hospitalizado, de las estadías más largas que han tenido por el covid en el recinto de salud y que han logrado salir con vida.
La fisiatra, jefa del Servicio Medicina Física y Rehabilitacion de Las Higueras, detalla que "en UCI tuvo distintas patologías conjuntas con covid. Él estuvo con delirio hiperactivo, se autoextubó al menos unas cinco veces. Eso genera daño en las cuerdas vocales. Tuvo una sepsis. Como tuvo esta estadía tan prolongada y severa se decidió realizar una traqueotomía, porque estuvo intubado por mucho tiempo".
Eso hizo que Saúl se deteriorara mucho.
Cuando se despertó, después de dos meses en la UCI, tuvo miedo. Estaba desorientado, no recordaba mucho y lo único que vio fue a personas con mascarillas.
Eso no fue lo único que le generó temor. "Me di cuenta que no me podía mover. No podía hablar y tampoco escribir", describe.
Gracias a la terapia recibida logró mover su mano derecha, lo que le permitió escribir. De esa forma se comunicaba con los funcionarios del hospital y con su esposa, cuando lo iba a visitar.
Como no podía hablar, tampoco comer. Primero lo alimentaban por sonda y cuando mejoraron sus movimientos de la boca pudo recibir papillas. Gracias a los ejercicios -y con la ayuda de una válvula fonatoria- al final de su estadía en Las Higueras pudo hablar.
Todos sus progresos tomaron los tres meses que estuvo internado después de recobrar la conciencia.
Lo que sigue
Por su evolución, el equipo de Las Higueras autorizó que Saúl Millalaf siguiera su tratamiento en la casa. Andrea Araneda explica que la atención domiciliaria dura 15 días. Eso implica que la próxima semana el paciente tendrá que pasar al programa de rehabilitación para usuarios secuelados por coronavirus.
Esto, expone Araneda, implica que el paciente tiene que acudir al hospital, donde se le brindan las atenciones requeridas. Inicialmente son diez sesiones y luego se evalúa. Cuando la persona es categorizada como leve, se da de alta.
"La mayoría de los pacientes con condiciones similares requieren rehabilitación post covid. La mayoría tiene debilidad en los músculos, alteración de la voz y de la alimentación. La fatiga se presenta en un 98% de los casos", indica la fisiatra.
Actualmente hay 35 usuarios en proceso- Han ingresado 105 en total.
Saúl quiere ponerse bien luego. Desde marzo está sin trabajar. Antes de enfermarse realizaba trabajos vinculados a la construcción. Dejó varios de ellos pendientes cuando se enfermó. Espera generar ingresos que complementen la pensión que recibe su esposa y que, hasta el momento, les ha permitido salir adelante.
Sabe que pudo haber muerto. Por eso ahora tiene una nueva forma de ver la vida, una en la que valora más el tiempo que pasa con sus seres queridos, quienes lo acompañan y lo instan a que, finalmente, pueda dejar atrás su compleja enfermedad.