Los diálogos que Paulina Flores encontró en el mar
"Isla Decepción" (Seix Barral) es el debut novelístico de la escritora chilena. En él narra la huida de un coreano que se refugia en el Estrecho de Magallanes. Las voces de los marinos las buscó en un puerto.
Por Cristóbal Gaete
Hay una vida secreta en los barcos factoría pesqueros que recorren el mundo que incluso van más allá de la ley. Esa realidad, muy presente cerca de nuestras costas, fue la que decidió contar e investigar la escritora Paulina Flores (1988).
Su ficción parte con el hallazgo de un hombre de rasgos orientales en las gélidas aguas del Estrecho de Magallanes. El asiático es cobijado por un tripulante en Punta Arenas. En paralelo, la hija de este tripulante renuncia a un buen trabajo en Santiago y vuelve a la casa de su padre en el sur, para encontrar a este refugiado y conformar el trío de protagonistas de "Isla Decepción" (Seix Barral).
El libro anterior de Paulina Flores fue uno de los mayores impactos de la literatura chilena de los últimos años. "Qué vergüenza" (Hueders) obtuvo el Premio Roberto Bolaño para escritores jóvenes, el Premio Municipal de Literatura de Santiago y el del Círculo de Críticos de Arte. Reeditado en España, fue considerado por el diario El País uno de los libros del año. En ambos países se reconoció la madurez de su debut. Este año, además, fue considerada por la Revista Granta, prestigiosa publicación inglesa, como una de los 25 mejores escritores en español bajo los 35 años.
La escritora dio un salto a un barco complejo, el de la novela, y lo dio con vívidas escenas portuarias. Tal como la de sus personajes, no fue una navegación fácil. "Fue heavy. Un proceso largo. Pasé por todas las emociones, todas las sensaciones. Yo creo que la reescribí como tres veces. Fue fuerte, tuve que trabajar mucho. Me acuerdo de un año en específico que hacía eso no más durante todo el día. Tenía mucha ansiedad, dormía poco", cuenta.
PALABRA A PALABRA
Dice Paulina Flores que su escritura no fue una navegación tranquila. De hecho, tuvo que salir a buscar la historia lejos. Viajar hacia los puertos australes de Chile.
"Pero era muy feliz escribiendo. Cada día disfrutaba. Es un trabajo que hice muy de palabra a palabra, frase a frase, me preocupaba mucho de eso, a veces podía escribir un párrafo, a veces podía escribir más, pero generalmente escribía muy poquito, porque era un proceso muy (vinculado) con la elección de las palabras. Y nada, la historia, cuando comencé a escribirla sabía cómo partía pero no tenía idea cómo terminaba, entonces, eso me daba vértigo, no saber, ir avanzando en la historia y no tener un plan. Eso era vertiginoso, porque hay una parte de mi bastante práctica, pero era genial. Cuando ya supe el final de la novela fue sacarme un peso de encima y una de las cosas más bonitas que viví. Fue un viaje, un proceso. Me fui de Santiago a buscar inspiración", recalca la autora.
-¿Llegaste a puerto finalmente?
-Al final de la novela, cuando la estaba terminando, me empecé a obsesionar con (el cineasta) Raúl Ruiz. Con la forma en que él generaba los diálogo de sus personajes. En sus películas la gente habla mucho. Hablan de cualquier lesera, a veces no tiene sentido, no tiene argumento, pero bacán estar ahí en ese lugar, escucharlos hablar. Y eso quería mostrar en la novela, esa comunicación, esa forma de ser en el mundo.
-¿De dónde sacas esas voces masculinas que haces emerger en "Isla Decepción"?
-Para mí el tema de los diálogos es lo que más me interesó desarrollar en el libro. No sé, tengo una teoría asociada, tiene mucho que ver con que cuando yo estudiaba en la universidad o era más pequeña, antes de los 25 años por ejemplo, era muy sociable pero con dos amigos, o algo así. No me juntaba con mucha gente, era esquiva se podría decir, o apática en algún punto. También estudié Literatura, una carrera bien solitaria, no hacíamos las tareas en grupo. En esa época yo pololeaba, entonces no tuve tantos amigos. Cuando salí de la universidad una de las cosas más bacanes que hice fue empezar a conversar con la gente, conocer a desconocidos y hablar en los carretes, en la calle, en cualquier lado.
-¿Has escuchado hartas conversaciones?
-Sí. Trabajé 3 o 4 años en el diario "Hoy por Hoy" haciendo entrevistas a la gente de la calle. Les decía "cuénteme su historia". A veces me decían que no, pero muchas veces me decían que sí. Salía 3 veces a la semana. Me hice, no sé si experta, pero la conversación es una de las cosas que más me gustan. Son bacanes las historias, bacán cómo habla la gente, eso me fascina.
-La voz de los pescadores de esta novela suena bien.
-Con los pescadores quería salir del cliché de estos hombres rudos. Recuerdo haber entrevistado a muchos pescadores, marinos mercantes también, y vi en ellos bastante ternura. Un marino mercante me decía que estar en un barco era como estar en un colegio. Llegas en la mañana y estás con la misma gente todos los días, las mismas treinta personas. Y le tiras la misma talla todos los días. Tiene esa estructura, por ahí traté de hacerlo también. Las conversaciones me fueron dando hartas pistas de ese estilo.
CON AUDÍFONOS SIEMPRE
-En los agradecimientos colocas un código QR que lleva a una muy diversa lista de música en Spotify. ¿Tú escribes o lees con esa música?
-La música de esa lista va desde Juan Gabriel hasta Frank Ocean. Sí, totalmente, todas las canciones que estaban ahí es porque las escuché mientras escribía. No puedo hacer nada sin música, soy melómana obsesiva, medio ansiosa. Siempre estoy con música, no puedo estar en silencio. Algo que a la gente le molesta es que ande con audífonos, o compre con audífonos. Sé que es como una falta de respeto, pero te juro que no puedo vivir sin música, estoy acompañada de la música de cierta forma. También hay muchas canciones que inspiraron situaciones, pero que al final no las ocupé porque borré esas partes del libro después en el proceso de edición. Igual las quise dejar porque me acompañaron en el proceso. Por ejemplo cuando el capitán del barco dice "nada raro que el dinero no pueda comprar", eso es del (cantante) Bad Bunny, creo que no es literal, la cambié para que quedara en el lenguaje del capitán, no tan rapeado.
"Con los pescadores quería salir del cliché de estos hombres rudos. Recuerdo haber entrevistado a muchos pescadores, marinos mercantes también, y vi en ellos bastante ternura".