"La pandemia nos ha llevado a una catástrofe generacional que amenaza décadas de progreso"
El diplomático analiza el deterioro de la infancia en el país, especialmente de la más vulnerable, y proyecta devastadoras cifras en pérdida de aprendizajes y deserción escolar. Aunque defiende el regreso a clases, también dice que "es razonable" que los colegios estén cerrados en fase 1 y llama a más actores, no sólo al Mineduc, a garantizar el acceso a la educación a distancia.
Por Patricio Tapia
A todas las personas, en todo el mundo, les ha afectado la pandemia de covid-19, pero hay consenso de los expertos en que niños y niñas, especialmente en países en desarrollo, la sufren de manera múltiple: por cómo tensiona a sus familias, por la pobreza, por la violencia posible, así como por las consecuencias que no asistir al colegio, que van desde dificultades educativas y de convivencia hasta la generación de estados de ansiedad e inseguridad.
Es por tales motivos que la Unicef (el fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) ha prestado la mayor atención a todo lo que ocurre en estos tiempos pandémicos. También merece atención Chile, que está pasando uno de sus momentos más complejos no obstante la campaña de vacunación.
Paolo Mefalopulos, italiano que ha trabajado en India, Uruguay, Washington, Zimbawe, en agencias como Unesco, FAO o el Banco Mundial, es, desde 2018, el representante de Unicef en Chile. Ha estado, por lo tanto, muy alerta ante la situación de la infancia en nuestro país y cómo se ha visto perjudicada por la pandemia. Desde octubre de 2020, Unicef forma parte del Consejo Asesor para abrir las escuelas. Firme partidario del regreso presencial a clases, dados los muchos efectos negativos que tiene no hacerlo, Mefalopulos está consciente de las limitaciones que imponen los malos números epidemiológicos, pero recalca que el cierre de las escuelas tiene consecuencias no sólo de aprendizaje, sino también en la formación, socialización y desarrollo emocional de los menores.
-Se decía que la enfermedad afectaba menos a los niños, pero últimamente hay casos graves en menores. ¿Es preocupante este fenómeno?
-Si bien el coronavirus no afecta a este grupo de la población en la magnitud y con la gravedad que afecta a los adultos, los niños, niñas y adolescentes también pueden contraer el virus. La gran mayoría de ellos desarrollan la enfermedad de manera leve. Sin embargo, en algunos casos hay niños o niñas que desarrollan el síndrome inflamatorio sistémico pediátrico (PIMS, por sus siglas en inglés), luego de tener covid-19. Por ello, es muy importante enseñar a los niños, niñas y adolescentes a prevenir el contagio, lavándose las manos, quedándose en casa, manteniendo la distancia física. Es importante que ellos también tengan conductas preventivas.
-¿Habrá, en algún momento, una campaña de vacunación para menores, cuando se hayan hecho las pruebas respectivas?
-Las vacunas son muy importantes en la prevención de enfermedades y han hecho un aporte muy relevante en la disminución de la mortalidad infantil. Ya se están experimentado vacunas para menores de 16 años y esperamos que cuando se confirme que son seguras, se empiece a vacunar a niños y niñas. Por mientras, es fundamental que las personas que están incluidas en el plan de vacunación covid-19 se vacunen, así se podrá lograr la protección de toda la comunidad y los niños, niñas y adolescentes podrán ir retomando sus actividades normales. Desde marzo se estableció la estrategia "capullo", que consiste en la vacunación de los cuidadores y cuidadoras de niños y niñas con enfermedades crónicas, para evitar llevar el virus al hogar y contagiarlos. Para ello, el médico tratante debe emitir un certificado que permita que los y las cuidadores puedan ser inoculados, a pesar de no estar en los grupos priorizados.
-La pandemia no es sólo la enfermedad, sino también las consecuencias sociales y económicas de ella. En ese sentido, ¿afecta más a los más pobres?
-Sin duda, aun cuando la pandemia nos afecta a todos, no lo hace a todos por igual. Como hemos planteado en distintas ocasiones, la pandemia ha evidenciado las grandes desigualdades que existen en el país, afectando en mayor medida y en múltiples dimensiones a aquellas poblaciones más vulnerables, agudizando factores de riesgo ya existentes. Los efectos sociales de la pandemia, en especial el aumento esperado de la pobreza producto de la misma, nos parece especialmente preocupante en tanto esta golpea desproporcionadamente a los niños, niñas y adolescentes. Antes de la pandemia la pobreza infantil en Chile era casi el doble que en otros tramos de edad, la inseguridad alimenticia afectaba también en mayor medida a los hogares con niños, niñas y adolescentes, y también son estos hogares los que viven en entornos con mayor violencia.
-Entonces, es la pobreza lo que más afecta a los niños y niñas.
-Los niños y niñas se están viendo afectados en múltiples dimensiones. El cierre de las escuelas está generando brechas de aprendizaje muy importantes, la obesidad y el sedentarismo siguen aumentando y muchos niños son víctimas de situaciones de violencia, por las mayores tensiones que generan el encierro y los problemas económicos también están afectando la convivencia al interior de los hogares, exponiendo a los niños y niñas a situaciones que afectan su salud mental y a mayores riesgos de sufrir situaciones de violencia, maltrato y abusos. Lo anterior exige que los distintos actores sociales presenten especial atención a su situación, para protegerlos de forma integral, evitar la vulneración de sus derechos y garantizar un nivel de bienestar que les permita un adecuado desarrollo.
Más que la pobreza en sí, lo que más afecta a los niños y niñas es lo que causa la pobreza: aumenta el riesgo de exposición de niños y niñas a vulneraciones de derechos fundamentales como acceso a educación, continuidad de procesos terapéuticos, protección, recreación, y en sus formas más severas trabajo infantil, explotación sexual comercial de niñas, niños y adolescentes, negligencia en el cuidado y violencia en todas sus formas, en definitiva, falta de condiciones para promover un pleno desarrollo y alcanzar su máximo potencial.
-Unicef ha sido partidario del retorno presencial a las salas de clases. ¿Se persiste en esa idea a pesar de los malos números de contagio?
-Desde Unicef siempre hemos sido claros en favorecer un retorno a clases presenciales seguro, gradual y voluntario. Hasta ahora la evidencia científica internacional y lo que se ha podido recoger de evidencia a nivel nacional señala que los establecimientos educativos no son el principal lugar de contagio. Sin embargo, dado el aumento de la tasa de contagio comunitario, es razonable que estando en fase 1 estos cierren para evitar traslados y proteger la salud de toda la población de los territorios que están en cuarentena.
-¿Los efectos negativos de la reclusión eran mayores que los riesgos del regreso a clases?
-Sí, porque el confinamiento no sólo afecta el desempeño académico de los niños y niñas, sino toda la esfera de su desarrollo socioemocional. El principal problema en esta materia es que la pandemia y sus efectos no ha tenido el mismo impacto en toda la población, y una vez más los niños, niñas y adolescentes de más bajos ingresos son los más afectados: son los que tienen menos acceso a internet, a dispositivos adecuados para su trabajo escolar, cuentan con espacios menos adecuados para concentrarse en sus estudios y sus escuelas han tenido menos capacidad de adecuarse al modo de educación a distancia. Esto implica que si ya existía una brecha en el aprendizaje previo a la pandemia, esta solo puede crecer; si ya existía un importante número de adolescentes que desertaban del sistema escolar, para el 2020 se esperaba un incremento de un 40% de ellos; y la pérdida de aprendizajes se estimó que podía ser de 80% para los estudiantes que viven en pobreza. Esto es devastador en términos de efectos para la vida de cada uno de ellos y para todo el país a mediano y largo plazo. Eso sin mencionar el alto impacto que ha tenido en la salud mental de los estudiantes no poder relacionarse con sus pares y vivir en muchos casos situaciones de alto estrés familiar.
-¿Cuánto influye el hacinamiento de muchos de ellos?
-La situación de hacinamiento es uno de los factores que afecta las posibilidades de los estudiantes de participar en sus actividades escolares, de poder trabajar concentradamente, y es un factor de alto estrés para cualquier familia.
-Algunas familias también dependen de la escuela para dejar a sus hijos mientras los padres trabajan. ¿Hay datos de cómo se presenta esa situación incluso hoy con cuarentenas? Y la alimentación que se da en los colegios, ¿es importante?
-Los establecimientos educativos cumplen una función en la vida de los estudiantes que va mucho más allá del aprendizaje. Es el espacio natural para su desarrollo social y emocional, donde se encuentran con pares y desarrollan otras habilidades que no son solamente las cognitivas. Efectivamente para muchos la alimentación que se entrega es clave; también lo es el apoyo social o emocional que entregan los profesores cuando la vida en las familias es compleja, y claramente es un apoyo importante para que los adultos de la familia puedan ir a sus trabajos sabiendo que los hijos e hijas están en un espacio seguro. No contar con esta posibilidad tensiona la vida de las familias, pero frente a una pandemia como esta, el criterio de su cierre está en manos de la autoridad sanitaria. El llamado es al mundo del trabajo, a los empleadores, a ser flexibles y dar a sus empleados todas las facilidades considerando que este es un tiempo excepcional. También es fundamental el apoyo que las familias puedan recibir del Estado para ejercer de manera más tranquila su tarea de crianza en tiempos en que las dificultades en generar ingresos están siendo graves para miles de familias.
-La reclusión, ¿supone un riesgo de aumento de la violencia entre niños y niñas?
-No sé si hablaría de reclusión a lo que estamos viviendo. Si bien estamos restringidos de circular libremente, esto es una medida pensada por un bien común que es evitar que se contagie y muera más gente. No un castigo. Sin embargo, siguiendo en esa línea, efectivamente para muchas familias esto ha sido vivido así y ha generado mayor dificultad en las relaciones y aumento en indicadores de estrés, depresión y violencia. El cuidado de la salud mental de la población es un tema en el cual tal vez podrían tomarse mejores medidas, por ejemplo, que niños y niñas tuviesen horarios para salir a la calle, o a una plaza en compañía de un adulto. Esto sería un beneficio para la vida de la familia, y en espacial de niños y niñas que han visto ya muy restringidos sus derechos en esta pandemia.
"Para 2020 se esperaba un incremento de 40% de adolescentes que desertan del sistema escolar; y la pérdida de aprendizajes se estimó que podía ser de 80% para los estudiantes que viven en pobreza. Esto es devastador para la vida de cada uno de ellos y para todo el país a mediano y largo plazo".