Una mirada a la maternidad en tiempos de precariedad
En "Es lo que hay" (Alfaguara) la escritora Begoña Ugalde muestra a mujeres que enfrentan las dificultades de ser madre en situaciones difíciles y de soledad.
Por Cristóbal Gaete
En los cuentos de Begoña Ugalde (1984), las madres andan siempre con sus hijos. Ya sea en Santiago, Barcelona o Londres. Son mujeres pensantes, succionadas por sus bebés y que los cargan durante largas caminatas por Santiago o recorriendo extraviadas el metro de Londres. Se las arreglan solas, en la mayor parte de los relatos.
Estas mujeres de "Es lo que hay" se buscan la vida también. Ya sea como promotoras con zapatos que les quedan chicos o como traductoras de escritores o como eternas estudiantes de posgrado.
Les falta dinero. Viven en espacios pequeños y se quedan fuera del zoológico de Santiago por no poder pagar la entrada.
Begoña Ugalde es Licenciada en Literatura de la Universidad de Chile y Máster en Creación Literaria en la Universidad Pompeau Fabra, en Barcelona. Hasta antes de este libro, había escrito poemarios, obras de teatro y cuentos.
Por ahí su poesía se cuela para narrar episodios de "Es lo que hay". La autora también es madre y esa primera persona está siempre presente. Cualquiera que haya criado conoce esa sensación de que la vida propia sigue su curso en otra vida, la de los niños. Hoy la crianza y la escritura de Begoña Ugalde transcurren en el Barrio Recreo de Viña del Mar, de vuelta a Chile tras varios años en Europa.
-¿Cómo te ha tratado este tiempo de mudanza y pandemia?
-Ha sido extraño, pero bien, estoy redescubriendo. Volví a otro país, Chile es otro país. Estuve casi 5 años fuera, ha sido bonito, potente. Me fui a hacer un máster que duraba un año, pero después me quedé trabajando con mi pareja y mis hijos. Nos quedamos sobre la marcha, sin ningún plan. Nos fuimos quedando hasta que no dio más.
-¿Qué tal estaba Barcelona antes de irte?
-Es una de las pocas ciudades de Europa en las que el colegio sigue funcionando: mis hijos seguían yendo al colegio. Allá incluso hicieron un experimento: un concierto con 5 mil personas para ver si se pegaban el bicho (coronavirus). La ciudad está abierta, está activa. No como otras ciudades de Europa, como París o Londres, que han vuelto a estar encerradas. Barcelona no. También es verdad que allá se ha precarizado mucho, es una ciudad que le gusta mostrar una cara bonita, pero los espacios para habitar son muy pequeños: imposible tener un patio. Hay un problema grande, que saben esconder súper bien.
CRIAR EN PANDEMIA
-En todo el mundo, ¿por qué se idealiza la maternidad?
-En Chile es más. El mandato de la maternidad es muy fuerte, de partida porque el aborto es ilegal, este es un país bastante conservador en ese sentido. La figura de la madre es muy sagrada, y al mismo tiempo a las madres se les exige mucho. Es como un estatus ser madre. Y por eso también se tienen muchos hijos. Se idealiza porque da esta cosa que es medio de postal, este amor incondicional que los hijos y los hijas te aman más que a nada. Es muy potente, es muy revolucionario emocionalmente. Las niñas y los niños te demandan y te esclavizan, pero también te entregan mucho.
-¿Se volvió más difícil la crianza en esta pandemia?
-Criar hoy es una tarea titánica, es muy fuerte. Quitar el colegio y estar todo el día con ellos es muy heavy: es enloquecedor en realidad. Algo que es profundamente dañino, aislar las maternidades y paternidades y quitar los espacios de crianza compartida es brutal. Estamos en un momento de desromantización muy fuerte de la maternidad y la paternidad. Y aún así la gente se sigue reproduciendo.
-Tú, ¿cómo compaginas la escritura y la crianza?
-Robando tiempo. Sin colegio es más difícil que nunca, en ese sentido tengo un súper compañero. Estamos haciendo ese malabarismo de tratar de ganar dinero, porque sabemos que con el arte no se gana dinero. O casi nada. Y, al mismo tiempo queremos tener espacio para la escritura o para cualquier espacio creativo. También es harto rigor, que es una cosa que da la maternidad. Tuve mi primer hijo a los 22 años, hubo un largo periodo de mi vida que dejé de carretear. En vez de carretear escribía y todavía tengo ese hábito. Escribo por las noches o me levanto súper temprano. Todo el tiempo que no le dedico a la vida social se lo dedico a la escritura. La escritura le roba tiempo al ocio y puede transformarse en una neurosis igual.
-¿Qué te hace escribir?
-Cuentos he escrito siempre, desde chica. Pero para escribir en serio narrativa tienes que concentrarte harto, y dedicar mucho tiempo. Tengo harta energía, dudé harto si estudiar Literatura por lo mismo. Cuando iba a la universidad hacía danza, tenía muchos amigos en el teatro. No me sentaba las suficientes horas para escribir narrativa. La poesía es mucho más fugaz, permite escribir en momentos mucho más random, o en momentos más cortos. En la universidad me decidí un poco por la poesía y fui a la Fundación Neruda. Ahí me conecté con un amigo, escribí mi primera obra de teatro, a dúo con Pablo Paredes. Fue como un juego escribir teatro.
-Cuéntame cómo era la vida del teatro antes de la pandemia.
-Era muy entretenido, porque trabajaba con las compañías y estrenábamos las obras. A veces hacía las luces y cortaba los boletos. Me metí en el cuento del teatro que es otro universo. Pero también es un universo agotador, ingrato, la gente ahora lo echa de menos de forma desesperada, pero es muy aperrado hacer teatro. Por eso me cansé en un momento y decidí escribir mis proyectos narrativos, mis cuentos. La poesía no la he dejado, sigo escribiéndola todo el tiempo, es algo que no puedo abandonar, es lo más espontáneo que me sale.
"Dejé de carretear. En vez de carretear, escribía. Todavía tengo ese hábito. Escribo por las noches o me levanto súper temprano".