Mantener cuerpo y mente activos: el pilar de una vejez saludable
El confinamiento, obligatorio para personas de 75 años o más en Chile, no debe ser sinónimo de inactividad en ningún sentido. Moverse y hacer actividades combate el aburrimiento, cuida las emociones, estimula la cognición y protege la salud física.
Las estadísticas de Chile y el mundo demuestran los mayores de 65 años y pacientes con afecciones subyacentes graves como enfermedades cardiacas o pulmonares y diabetes quienes tienen un dramático rol protagónico si de complicaciones y mortalidad asociadas al cuadro de covid-19 se trata.
Y los ancianos que sufren dichas patologías son una combinación bastante prevalente en nuestro país: los adultos mayores de 65 años y más son el 16% de la población total nacional (Censo de 2017), donde 30,6% diabético, 73,3% tiene hipertensión arterial y 10% ha sufrido un infarto agudo al miocardio (Encuesta Nacional de Salud 2016-2017). La incidencia de las condiciones aumentan en la medida que se incrementa la edad.
Entendiendo este perfil y vulnerabilidad, el 15 de mayo entró en vigencia la cuarentena obligatoria nacional para las personas de 75 años o más, que serían más de un millón de personas. Esto, siempre de la mano de las medidas de aislamiento social preventivas y voluntarias para toda la población.
EMOCIONES Y SALUD MENTAL
Pero, protegerse del covid-19 no es el único desafío. La tarea es seguir impulsando, desde casa, un envejecimiento saludable, porque no sólo se trata de lograr vivir más años, sino que de vivirlos en las mejores condiciones posibles y procurar que el confinamiento no lo impida, por complejo que parezca. Esto, porque "estar aislados socialmente podría tener consecuencias negativas para la salud integral, sobre todo en personas mayores", advierte Leidy Lagos, académica de Terapia Ocupacional de la Universidad San Sebastián de Concepción.
Los aspectos emocional y mental son lo primero en que se detiene, ya que la soledad, no poder hacer las actividades que antes se acostumbraban y el aburrimiento se pueden manifestar en el estado de ánimo, incluso con cuadros de ansiedad y depresión, lo que sin dudas afecta el bienestar y calidad de vida. Esto, sobre todo si son personas que solían ser socialmente activas y autónomas, que participaban de grupos y acudían a sesiones de gimnasia, que a diario salían a comprar al almacén del barrio o a pasear a su mascota, o que regularmente visitaban o eran visitados, quienes se pueden sentir muy limitadas, agobiadas y tristes por estos días.
Evitar los efectos negativos en la salud mental es posible, primero con familias que escuchen y atiendan las necesidades emocionales de los ancianos, y también impulsando que se mantengan activos física y mentalmente, lo que es la base de una vejez saludable, afirma.
RUTINAS QUE AGRADEN
Para Lagos un pilar es que existan rutinas de sueño, horarios de comida y otras actividades, entendiendo que algunas previas se podrán mantener y otras no, según las circunstancias. Aquí las familias cumplen un papel importante en dar ideas, incentivar y cuidar que los impactos negativos del confinamiento sean los mínimos. Para ello es clave estar consciente de las capacidades e intereses del adulto mayor, porque la terapeuta ocupacional afirma que "eso ayudará a decidir qué cosa hacer y cuáles podrían ser un riesgo para su salud". También son quienes pueden ofrecer los elementos que pudieran ser necesarios.
Algo elemental, en su opinión, es no descuidar la higiene personal ni las rutinas de autocuidado, procurando estar con vestimenta cómoda, pero no con pijama todo el día -consejo que no es exclusivo a los adultos mayores-. "La sensación de ducharnos, vestirnos y arreglarnos tiene un fuerte impacto en nuestra salud mental. Por ejemplo, si antes se maquillaba, sígalo haciendo", resalta.
Recomienda identificar actividades agradables que han formado parte de las rutinas y que se pueden seguir haciendo u otras distintas, como retomar un hobbie o aprender algo nuevo. Ejemplos hay muchos, desde leer, escuchar música y escribir cartas a seres queridos hasta probar recetas culinarias novedosas, tejer, hacer puzles, crucigramas, sopas de letra o alguna técnica de manualidad. La clave es que "hagan sentir bien", dice, y por ello no deben estresar ni hacerse por obligación.
Estas actividades, además de ayudar a pasar el día y disminuir ansiedad u otras sensaciones que afecten la salud mental, contribuyen a ejercitar el cerebro y estimular las funciones cognitivas. Al respecto, Lagos plantea que es "importante buscar actividades que sean un desafío" y principalmente aquellas que estimulan la concentración, atención y memoria, pues "ayudarán en las actividades cotidianas. Hay que recordar que 'lo que no se usa se echa a perder'", advierte. Tan importante es que incluso pude contribuir a retrasar la aparición de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.
MOVERSE
La misma lógica opera para el cuerpo, por lo que el sedentarismo se debe evitar a toda costa, por muy asociado a estar en casa que parezca. "A medida que envejecemos la inactividad física puede generar en el cuerpo cambios fisiológicos y morfológicos importantes que pueden afectar el funcionamiento de las capacidades motrices", recalca Jonathan Pascal, kinesiólogo y director técnico de la Clínica Kinésica de la Universidad Santo Tomás sede Concepción, y una son las alteraciones en el sistema músculo-esquelético. Entre las más frecuentes asociadas al envejecimiento están "la pérdida de fuerza, baja resistencia cardiovascular y alteraciones en el equilibrio", apunta. Todo esto puede impactar en el diario vivir, elevando el riesgo de caídas (uno de los accidentes más frecuentes y que pueden ser graves en los adultos mayores, según la Organización Mundial de la Salud) y así de lesiones como fracturas, y también puede llevar a la pérdida de autonomía.
La inactividad, desde la merma en la capacidad física y motora, va teniendo también un vínculo con las funciones cognitivas, y por ende con un deterioro que puede ser más acelerado en tanto no se estimulan. Por todo, Jonathan Pascal asevera que "lo importante es moverse", creando un "entorno rico en estímulos que facilite el razonamiento y la actividad motora dentro del hogar", estableciéndose rutinas de al menos 30 a 45 minutos de ejercicio por día.
No se necesitan sofisticados implementos ni estructurados entrenamientos: hacer un simple paseo por la casa, pararse y sentarse varias veces en una silla levantando los brazos, o hacer pesas con botellas plásticas de 250 o 300 cc rellenadas (arena o arroz) para doblar y estirar codos, son ejemplos que da el kinesiólogo para ejercitarse estando en el hogar. El gran cuidado es hacerlo en un espacio libre de peligros como pisos resbaladizos, alfombras que se deslicen o sillas en mal estado.