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Como campo de prueba se escogió el sistema binario de asteroides Didymos

Inicia una misión clave para evitar el riesgo de asteroides para la Tierra

La sonda Hera, que despegaría mañana, viajará para estudiar los efectos del impacto realizado hace dos años por la nave DART contra un cuerpo rocoso.
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cronica@diarioelsur.cl

El 26 de septiembre de 2022 la nave DART de la NASA logró, por primera vez en la historia, chocar contra un asteroide, alterando con éxito su órbita. Ahora, dos años después, otra sonda de la Agencia Espacial Europea inicia un largo viaje al lugar de los hechos para escudriñar las secuelas del impacto cinético.

¿Se formó un cráter o la colisión deformó globalmente al asteroide? ¿Cuál es su masa? ¿Y su estructura interna? Son muchas las incógnitas que aún quedan por resolver y la misión europea Hera, que podría despegar mañana lunes desde Cabo Cañaveral (Florida, EE.UU.), está diseñada para esclarecerlas.

Tanto DART como Hera, ambas dentro de la colaboración AIDA (Asteroid Impact and Deflection Assessment), son misiones de defensa planetaria, con las que NASA y ESA pretenden demostrar la tecnología capaz de desviar asteroides para proteger a la Tierra de un impacto.

Como campo de pruebas se ha elegido Didymos, un sistema binario de asteroides compuesto por un cuerpo principal y más grande del mismo nombre -780 metros de diámetro- y otro más pequeño -de unos 150 metros- llamado Dimorphos, una luna que orbita al primero. DART impactó sobre esta alterando su órbita 32 minutos.

Sobre esta hazaña hay ya bastantes datos gracias a la cámara de DART y a un pequeño satélite italiano (LICIACube) que se desprendió de la nave unos días antes y obtuvo imágenes de la pluma de fragmentos eyectados en la colisión, además de la mirada de varios telescopios terrestres y los espaciales Hubble y James Webb. Sin embargo, falta información crucial para comprender realmente lo que allí sucedió y para afinar los modelos para desviar asteroides.

"DART no tenía más instrumentación que la cámara óptica, en sí era sólo una demostración tecnológica", explica a EFE Adriano Campo Bagatin, catedrático de Física Aplicada de la Universidad de Alicante (España) y del equipo científico de Hera.

Llegada en 2026

Además de mapear con alta resolución la superficie de los dos asteroides y determinar con precisión su tamaño y masa -esta última fundamental para medir la eficacia de la desviación-, analizará la composición de sus superficies, así como sus características térmicas.

También medirá la estructura de sus interiores con un radar a bordo de uno de los dos cubesats -pequeños satélites- que se desprenderán de la sonda principal, y el campo gravitatorio del sistema con la ayuda de un gravímetro realizado por la empresa española EMXYs y el Real Observatorio de Bélgica.

Será la primera sonda espacial que visitará un sistema binario de asteroides y experimentará por primera vez la comunicación entre cubesats y sonda principal en el espacio profundo. Además, Dimorphos es el asteroide más pequeño jamás visitado por una nave.

En un inicio estaba prevista para ser lanzada justo después de DART. No obstante, dice Campo Bagatin, "hay investigación revolucionaria que se puede hacer mejor pasado un tiempo". De hecho, cuatro años después de la colisión de DART -Hera llegará en 2026-, el sistema estará mucho más libre de material eyectado, lo que ofrece mayores garantías de seguridad para la misión, y el estado dinámico del sistema, en particular de Dimorphos, será más estable y podrá estudiarse de manera más precisa su evolución.

Defender la tierra

Los asteroides son los "ladrillos" con los que se formaron los planetas cuando surgió el Sistema Solar y que no lograron pegarse a uno de estos cuerpos viajan, desde entonces, por el espacio. Son millones y los hay de centímetros, metros y hasta kilómetros, y más o menos peligrosos.

Unos 36.000 están catalogados como NEO -objetos cercanos a la Tierra-, lo que implica que sus órbitas pasan cerca, en términos astronómicos, de la órbita terrestre.

Es en estos, por su posible peligro, en los que está puesto el foco. El sistema Didymos está en esta categoría.

Para Campo Bagatin, no hay que olvidar que "si bien los eventos de colisión por pequeños asteroides (a partir de 100 metros) son esporádicos (ocurren cada unos cuantos miles de años), sí terminan ocurriendo".

Un recordatorio de esto será, en 2029, el "paso rasante" del asteroide Apophis (unos 300 metros), que volará a menos de 32.000 kilómetros de la superficie terrestre.

Brote del letal virus Marburgo ha matado a doce personas en poco más de una semana en Ruanda

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Cinco pacientes ruandeses se recuperaron del letal virus de Marburgo, similar al ébola, del que se han registrado ya 41 casos y doce muertes en Ruanda desde la declaración de un brote el pasado 27 de septiembre, informó el Ministerio de Sanidad. Según la última actualización del Ministerio, difundida a última hora del viernes en redes sociales, 24 personas están actualmente enfermas del virus y se encuentran en aislamiento y tratamiento.

Desde el jueves se han detectado cuatro nuevos contagios, así como una muerte, lo que eleva el total a doce fallecidos en poco más de una semana.

Las autoridades sanitarias han realizado un total de 1.315 pruebas a más de 400 contactos de las personas enfermas desde la declaración del brote para contener su propagación.

La mayoría de los enfermos, alrededor del 80 %, son profesionales sanitarios, dijo el jueves el ministro de Sanidad del país africano, Sabin Nsanzimana, en rueda de prensa.

Entonces, el ministro adelantó que cinco pacientes habían dado negativo al test PCR, aunque era necesario repetir la prueba para confirmar el diagnóstico.

"Ruanda, reconocida por su sólida infraestructura sanitaria, está gestionando actualmente el brote con apoyo internacional, pero la magnitud del reto subraya la necesidad de colaboración regional", apuntó el viernes la Comunidad de África Oriental (EAC) en un comunicado en el que llamó a una "respuesta regional rápida y coordinada".

El pequeño país del este de África declaró el pasado 27 de septiembre, por primera vez en su historia, un brote del virus de Marburgo, una fiebre hemorrágica viral altamente infecciosa de la misma familia que el ébola.

África fue escenario el pasado año de dos epidemias del virus: una en Guinea Ecuatorial, que causó 17 casos confirmados, incluidos 12 fallecidos; y otra en Tanzania, con al menos nueve casos (ocho confirmados y uno probable) y seis muertos.

Para evitar su propagación, las autoridades han recomendado reforzar la higiene y evitar el contacto cercano con personas que presenten los síntomas de la enfermedad, que incluyen fiebre alta, fuertes dolores de cabeza, dolores musculares, vómitos y diarrea. Ruanda iniciará pronto ensayos clínicos de vacunas y tratamientos para hacer frente al brote, ya que de momento no existe vacuna probada ni tratamiento específico.

Esta enfermedad es tan mortífera como el ébola y se calcula que en África ha causado la muerte de más de 3.500 personas.

Aprovechando los hongos

Las hormigas llevan siendo agricultoras 66 millones de años

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Las hormigas ganan a los humanos como experimentadas 'agricultoras': según un estudio publicado en la revista Science, llevan cultivando sus propios alimentos al menos 66 millones de años, mucho antes de que el hombre evolucionara como especie.

Hace 66 millones de años, un asteroide impactó contra la Tierra provocando una extinción masiva global, pero creando las condiciones ideales para que prosperaran los hongos, que fueron aprovechados por las hormigas que sobrevivieron a aquel cataclismo para alimentarse.

Para llegar a este hallazgo, un grupo de científicos del Museo Nacional de Historia Natural Smithsonian, Estados Unidos, sacó secuencias genéticas de muestras de 475 especies distintas de hongos (288 de las cuales son cultivadas por hormigas) y 276 especies distintas de hormigas (208 de las cuales cultivan hongos).

Relación de 66 millones

Con todos esos datos, elaboraron una cronología evolutiva que evidenció que hormigas y hongos llevan vinculados 66 millones de años, más o menos desde que el asteroide chocó contra la Tierra a finales del Cretácico.

Aquella colisión llenó la atmósfera de polvo y escombros, que bloquearon el sol e impidieron la fotosíntesis durante años, causando la extinción de la mitad de todas las especies vegetales de la Tierra en aquel momento.

Sin embargo, esta catástrofe constituyó una oportunidad para los hongos, que proliferaron comiendo la abundante materia vegetal muerta que cubría el suelo.

"A los dinosaurios no les fue muy bien al final del Cretácico, pero los hongos vivieron un apogeo", comenta uno de los autores Ted Schultz, un entomólogo del Smithsonian dedicado 35 años al estudio de la evolución de las hormigas.

Los investigadores consideran que los hongos que proliferaron durante aquel periodo se alimentaron de hojarasca en descomposición, lo que les puso en estrecho contacto con las hormigas.

Estos insectos, por su parte, aprovecharon la abundancia de hongos para alimentarse y siguieron dependiendo de ellos cuando la vida se recuperó de la extinción.

El nuevo trabajo también revela que las hormigas tardaron otros 40 millones de años en desarrollar la agricultura superior: cultivando hongos por si mismas para alimentarse desde hace 27 millones de años.

"Las hormigas domesticaron estos hongos del mismo modo que los humanos domesticaron los cultivos", explica Schultz.

Una compleja estrategia

En Sudamérica, por ejemplo, los científicos creen que las hormigas sacaron los hongos de los bosques húmedos y los llevaron a zonas más secas, aislándolos de sus poblaciones ancestrales salvajes.

Una vez aislados esos hongos habrían pasado a depender por completo de las hormigas para sobrevivir en las condiciones áridas, lo que habría sentado las bases del sistema de agricultura superior que practican las hormigas cortadoras de hojas en la actualidad.

Los investigadores organizaron las cerca de 250 especies diferentes de hormigas de América y el Caribe que cultivan hongos con base en los cuatro sistemas agrícolas que utilizan.

Así, las hormigas cortadoras de hojas se encuentran entre las que practican la estrategia más avanzada, conocida como agricultura superior: cosechan trozos de vegetación fresca para proporcionar sustento a sus hongos, mientras que esos hongos cultivan alimentos para las hormigas.

El alimento que proporcionan los hongos nutre colonias de millones de hormigas cortadoras de hojas.