"Nos hemos demorado en tomarle el peso a lo que implica este tsunami en el aprendizaje"
Doctora en Educación detectó con un estudio que el 96% de los niños en primero básico no conoce las letras del alfabeto y organizó la Red por un Chile que lee. Ahora comparte su crudo diagnóstico y proyecta posibles salidas a la crisis.
Por Mauricio Ávila Cárdenas
Cuenta la doctora en Educación Carolina Melo que en una entrevista le formularon una pregunta que la hizo cuestionarse el rol que cumplía como investigadora para darles solución a los problemas. Ella estaba presentando los resultados del estudio comparativo que encabezó entre casi tres mil estudiantes de kínder a cuarto básico para conocer cómo está su comprensión lectora y vocabulario.
La investigación comparaba una medición de 2018 con el 2022, en los mismos niveles y colegios. Los resultados fueron sorprendentes y preocupantes: el 96% de los estudiantes de primero básico no conoce las letras del alfabeto. "¿Y qué va a hacer la academia para solucionar esto?". La interrogante le movió el piso a esta profesora de Educación General Básica con postítulos en Estados Unidos, y académica de la Facultad de Educación e investigadora del Centro de Investigación e Innovación en Lectura de la Universidad de los Andes, y de ahí nació la Red por un Chile que lee, que ya está en movimiento y que agrupa a más de 700 personas y entidades, incluyendo, por cierto, al Ministerio de Educación, que están empeñados en que la brecha que profundizó el covid pueda reducirse.
-Ya se ha hablado de tsunami educativo. ¿Estos números son parte de ese tsunami?
-En el fondo, lo que vino a hacer este estudio fue destapar una olla de presión que ya se venía conociendo. Es la misma analogía como un terremoto, es como la energía que se comienza a acumular y de repente hay algo que gatilla la cuestión y explota, pero realmente la fuerza venía desde antes.
-Ya se conocía que los chilenos tienen una escasa comprensión lectora.
-Efectivamente, ya las cifras venían bastante mal de antes. Hay que precisar que no es que ese 96% no conozca ninguna letra. En promedio, ese 96% conoce 13 letras. Uno esperaría que, en primero básico, a mediados de este año, ya conozcan todas las letras. De hecho, es muy común que se las aprendan en kínder. Y claro, a mediados de primero básico si no se saben todas las letras no pueden leer, porque necesitas todas para poder hacerlo; es como blanco o negro. Y en kínder vimos que estaban muy descendidas las habilidades de vocabulario respecto a años anteriores y esto coincide con otros estudios.
-Ese es el impacto del aislamiento, del poco contacto con otros niños por la pandemia.
-El poco contacto, la poca exposición a la conversación, los papás ocupados, en los computadores de sus trabajos en la casa durante la pandemia, los niños probablemente en el tablet, viendo tele o jugando solos, con poca exposición a la conversación con un adulto significativo.
-¿Qué otros hallazgos hicieron?
-En primero y segundo lo que vemos es que no son lectores. Los resultados de nuestro estudio se dan en lexiles. Esta es una unidad de medida que es como la talla del zapato, ayuda a determinar el calce entre el tamaño del zapato y el del pie. El lexile hace un calce entre la dificultad de un texto y la habilidad lectora. Encontramos que estaban muy descendientes en la foto general. Primero básico, muy bajito, y los cuartos peor que los terceros, en promedio. Eso está escrito también por la literatura, que hay un retraso cuando los niños dejan de aprender a leer y comienzan a leer para aprender. Los textos a los que comienzan a acceder se pegan un salto en nivel de dificultad y eso hace que se retrasen un poco en sus habilidades lectoras porque empiezan a verse desafiados a una dificultad mayor. Ahora, ¿cuál es el gatillante de todo el movimiento que terminó en la RED? Que si comparas estos resultados con los que uno debiese esperar para niños de esa edad, lo que encontramos es muchísimo más bajo. En lexiles, se espera que los niños de primero básico lean entre 210 y 410. ¿Qué encontramos? Que leen menos de 20 lexiles. Eso realmente es un niño no lector. Lo mismo pasa en segundo. En primero y segundo no leen. Y después, en tercero y cuarto básico, los números ni siquiera alcanzan el nivel de primero básico. Es muy básico. Un ejemplo de texto de 120 lexiles es este: "La rana es naranja. La víbora es naranja". Eso es un texto que está leyendo un niño de cuarto básico de un colegio municipal, cuando debiera leer un texto más complejo, de varios párrafos, como los del Simce.
Estamos a años luz. Eso es lo que choca. Ya estaba muy bajo el nivel, pero este estudio viene a destapar una realidad en un momento muy oportuno, porque estábamos todos preocupados por la pandemia y vamos a poner en evidencia algo que sabíamos que estaba bastante mal. Otra de las cosas que llama harto la atención es que se cierran las brechas de género en lectura. Históricamente en el mundo a las niñas les va mejor que a los niños en lectura. ¿Por qué se redujo esta brecha? No es porque los niños mejoraron, sino que las niñas empeoraron más que los niños. Uno podría especular que las niñas fueron más recargadas con tareas domésticas, o que se les resguardó menos su tiempo de estudio. Pero no está estudiado, es una pregunta por responder.
-¿Estamos muy atrasados en afrontar este problema respecto de otros países?
-La pandemia afectó a todos los países, eso es innegable. Lo vemos en Estados Unidos, en Europa y los países más desarrollados. Inevitablemente, lo que muestran las cifras, a medida que es más grande el periodo de cierre de las escuelas, más son los efectos en los aprendizajes.
-Y nosotros encabezamos el cierre en el mundo.
-Fuimos de los países que estuvieron más semanas con cierre de las escuelas y, dentro de Chile, las escuelas más vulnerables y de sectores económicos más bajos fueron las que estuvieron más tiempo cerradas que los más privilegiados. Entonces, uno dice que esto va a afectar la inequidad. Creo que estamos respondiendo bien, en la línea correcta, pero nos hemos demorado, ha sido como en cámara lenta. Nos hemos demorado en tomarle el peso a lo que implica este tsunami de aprendizaje. Es de grandes proporciones y no se soluciona con una política de un ministerio. Esto es una cosa que tiene que ser multisectorial, con financiamiento, con sentido de urgencia.
-¿Cuáles son los números en lectura de países desarrollados?
-Te diría que en los países más desarrollados uno podría esperar que un 20 ó 30 por ciento de los niños van a quedar más atrás. Eso es dentro de lo esperable, como una curva de distribución normal. Un porcentaje de niños siempre van a ir más atrás, pero nunca jamás por sobre el 50%. Eso es muchísimo. Esta es una escala de otra magnitud.
-¿Y cómo se puede llegar a mejorar esto?
-Formamos siete mesas de trabajo en la Red y una está dedicada a las tutorías. Uno de los objetivos principales del trabajo de la Red es contribuir a cerrar esta brecha para los niños que han sido más afectados por la pandemia y ahí hay que hacer un programa de tutoría, que va de la mano de las políticas del ministerio y nosotros vemos cómo articular mejor el trabajo y apoyarlos en su tarea.
-¿Debemos estar preparados a que hay aprendizajes que simplemente se van a perder? ¿Hay que hacer esa pérdida?
-Pucha, encuentro que no podemos, no podemos asumir esa pérdida. Creo que hay que luchar hasta el final porque es demasiado el costo. Ahora, si bien es difícil, a medida que los niños van creciendo, obviamente vamos a arrastrar estos problemas. Es probable, es posible que no logremos superar esta brecha y vivir con las consecuencias de esto en el futuro. El Banco Mundial hace una estimación que es algo así como el 17 por ciento del PIB de las diferentes naciones afectadas por efecto de los aprendizajes perdidos post pandemia. Vamos a tener que vivir con algo de eso. Pero uno desde el mundo civil y público tiene el deber de luchar y contribuir para que ese costo que vamos a tener que pagar sea lo mínimo posible.
-¿Cómo se motiva a los niños para que lean? Hoy tienen muchos distractores.
-Lo más poderoso es un adulto significativo sentado a leer con un niño. Hay estudios que muestran que entre 10 a 15 minutos de lectura diaria aumentan los resultados después en los años de escolaridad y para el resto de la vida. Y tiene un efecto gigantesco, porque se forma un vínculo positivo en torno al libro, en torno a la experiencia de leer juntos que queda para el resto de la vida. Si doy una recomendación, es que los padres lean con los niños, que en los colegios lean cuentos en voz alta y que nosotros los adultos nos reencantemos con la lectura, porque uno no puede dar lo que no tiene.
-¿Hasta qué edad acompañarlos?
-Hasta que te aguanten, digo yo.
-¿Qué leer?
-Hay tanto libro lindo ahora, pero lo importante es el interés, en qué frecuencia anda, cuáles son sus intereses y buscar libros que estén acorde a ellos y acorde al nivel de dificultad, y no tener como miedo a no leer tan bien, o no sé qué. Una estrategia es que cuando lean, apuntar el texto siguiendo la lectura. Eso también tiene efectos que se ha visto que son muy provechosos en el aprendizaje de la lectura.
-¿En dispositivos o en el libro físico?
-Hay estudios que muestran que efectivamente la comprensión lectora es mejor en papel que en dispositivos electrónicos, lo que no quiere decir que hay que demonizar el aparato electrónico como un mecanismo de lectura. Si es la forma que tenemos, es mejor eso que nada, pero si tienen la opción de elegir, yo elegiría de todas maneras el papel. Además, el dispositivo tiene el riesgo de que te llega un WhatsApp y te vas para otro lado...
-¿Los niños están dispuestos a leer? ¿Les gusta?
-Cuando uno los motiva, sí. Tú ves niños en colegios donde se trabaja bien la lectura y hay experiencias muy bonitas. Hay niños muy entusiastas, que leen muy bien, se interesan. Hay niños de segundo básico que se han leído el Harry Potter completo... porque les apasiona y les entusiasmó y porque tuvieron a alguien que les motivó.
-¿Sirve obligar?
-(Suspira) Yo encuentro que tiene que ser por el lado del encantamiento, del convencimiento. Obligar los aprendizajes es como obligar a comer. Te pueden obligar, pero eso no hace a alguien que coma más balanceado. El aprendizaje tiene un componente emocional muy importante. Entonces, tiene que venir con un convencimiento, con querer, con una motivación. Tiene que ir de la mano. Tampoco sirve eso que hacen que todos los de un curso tienen que leer el mimo texto. Esa es una práctica súper obsoleta que se sigue usando en muchos colegios en Chile. Eso está demostrado que no tiene ni un efecto para la comprensión lectora, ningún beneficio; por el contrario, tiende a ser perjudicial.
-¿Que elijan ellos, entonces?
-Le das un abanico grande de opciones dentro de un rango de dificultad textual que esté adecuado a su habilidad lectora. Si te voy a dar algo muy difícil, te vas a aburrir, y si te doy algo muy fácil, también te vas a aburrir. Tiene que ser algo que esté adecuado al nivel de habilidad lectora y en el ámbito del interés de la persona. Piénsalo como adulto también. Ahora, eso de la lectura forzada puede ser, pero cuando estás intencionando una enseñanza de un texto mediado. Por ejemplo, en la Enseñanza Media uno leía "El Quijote", entero o unos capítulos, pero es mediado. Lo leías con la profesora de Literatura que te va mostrando las figuras literarias y lo vas conversando. Pero eso que se hace mucho de que vayan todo leyendo "El Mio Cid Campeador" y luego una prueba de comprensión no tiene ninguna lógica.