La historia de Concepción, que ya camina célere a los quinientos años, se puede conocer hoy no solo por medio de los libros de historia, sino también por su patrimonio arquitectónico, cultural y social. Asimismo, se puede apreciar su pasado observando la modificación y crecimiento de su casco urbano, calles y barrios que reflejan una nueva dinámica social, propia del siglo en que vivimos. Sin embargo, valdría la pena poner la atención en la historia de cómo esta urbe ha ido adaptándose durante siglos a la geografía en la que se encuentra emplazada.
No hay que olvidar que la ciudad se fundó en la actual Penco, en 1550, y que debido a varios terremotos y maremotos se debió trasladar a un territorio más seguro, en 1764. Este cambio la dejó casi ribereña al gran río Biobío por el suroeste y por el noreste al más pequeño pero caudaloso río Andalién. A pesar de ello, y por características propias de ambos ríos, Concepción nunca logró ser considerada como una ciudad de carácter fluvial, aunque esfuerzos no faltaron. Estos ríos constantemente se desbordaban de sus cauces en los lluviosos inviernos, obligando a mantener sus riveras despobladas. Lo mismo ocurrió con las numerosas lagunas y humedales que detuvieron por muchas décadas la expansión del casco urbano. Por otro lado, el cerro Caracol delimitaba obligadamente la expansión de la ciudad hacia el sureste, quedando esta rodeada o, si se quiere, protegida por todos lados.
Los ríos, lagunas y cerros de la ciudad son hitos geográficos que caracterizaron a Concepción durante mucho tiempo y que su población, en una ordenada expansión urbana, logró respetarlos hasta mediados del siglo XX. Bosques verdes de diferentes tonalidades, humedales, lluvia y humedad eran los complementos para caracterizar a Concepción como una típica ciudad sureña. Sus habitantes vivieron concentrados en este espacio formando una idiosincrasia distinta al resto de las ciudades del centro y sur de Chile. A pesar de su cercanía a la costa con el puerto de Talcahuano, que sirvió de contacto con el resto del país, y a sus "propios" enlaces ferroviarios que conformaron una especie de hinterland, su gente conservó una dinámica social particular de carácter geográficamente más homogénea que en otras ciudades.
El crecimiento de hoy en día amenaza con borrar aquellos hitos geográficos que fueron referencia y conformaron parte de la identidad penquista. Los rellenos se han superpuesto a los humedales, los puentes eluden el río, los cerros comienzan a urbanizarse y, por otras circunstancias, la lluvia es menos generosa. Esperamos que todo esto logre ser debidamente regulado en armonía con la población, o correremos el peligro de perder parte de nuestra geografía, historia e identidad.