Necesidad de abordar la desigualdad
Desde hace años que distintos análisis han puesto en evidencia que el gran problema social del país es la enorme desigualdad. En efecto, Chile es uno de los países con una mayor brecha económica, al punto que el 5% de la población vive como en cualquier país europeo desarrollado, mientras el 10% más pobre lo hace como si estuviera en alguna nación muy subdesarrollada.
Ya en el año 2011 la encuesta Casen advertía que el 10% más favorecido de la población ganaba 35,6 veces más que el segmento con menores recursos, lo que reflejaba una concentración del ingreso y una ausencia de oportunidades para los más desposeídos. De ahí que los gobiernos trataban de poner énfasis en la necesidad de crear más y mejores puestos de trabajo, considerando que la desigualdad fracciona la sociedad, divide a sus habitantes e impide la cohesión social. Especialmente en períodos de mejores condiciones de la economía, el país podía y debía hacerse cargo de entregar más oportunidades a los sectores históricamente postergados. Eso debía partir con mejores condiciones de educación y de empleo, entre muchos otros factores.
De acuerdo con el informe Panorama Social de América Latina, elaborado por la Comisión Económica de América Latina y el Caribe (Cepal), que analizó la evolución de la pobreza, el gasto y la inclusión social, Chile mantiene altos índices de desigualdad, un detalle que es característico de nuestra economía y que por décadas produjo diálogos enfrentados, hasta llegar incluso al estallido social de los últimos meses de 2019. De acuerdo con ese estudio, la mitad de los hogares de menores ingresos del país ha accedido a sólo un 2,1% de la riqueza neta del país. No obstante, la pobreza en Chile cayó tres puntos porcentuales entre 2016 y 2017 llegando a un 10,7%, aunque los analistas estiman que como resultado de los efectos de la pandemia de covid y la actual crisis económica, la situación de pobreza se ha agudizado.
Por otra parte, datos de la Ocde dan cuenta que el 10% más rico del país gana 26 veces más que el 10% más pobre, cifra que se multiplica cuando se analiza el 5% o el 1% que tiene más recursos. Es cierto que los gobiernos han hecho esfuerzos en la reducción de la pobreza, pero no han sido suficientes, por lo que se mantienen niveles de desigualdad, lo que tiene expresiones bien concretas: en el territorio, con comunas o barrios segmentados; con la educación, donde existe una brecha entre colegios particulares, subvencionados y municipales; o en salud, donde los accesos a una mejor revisión están determinados por la capacidad de pago. Algunos expertos han dicho que el país no puede poner el foco en resolver este fenómeno, sino en el crecimiento económico que es el que genera riqueza y políticas sociales de apoyo a los más desposeídos, pero esa mirada no puede ocultar un problema efectivo: la molestia que se incuba en personas y segmentos ante tamaña diferencia.
El tema de la desigualdad está permanentemente en el debate y debe hacernos reflexionar, tanto de los logros conseguidos, como de los desafíos que siguen pendientes. Se trata, sin duda, de un punto que requiere mayor trabajo y convicción de que es un fenómeno que atenta contra la paz social, o que resulta inconveniente para un verdadero desarrollo.
Estudios sostienen que los chilenos confían en su esfuerzo individual, pero requieren estar acompañados por el Estado en su devenir, ya que un pequeño traspié los puede devolver a un estado anterior que ya creían superado: el desempleo de un integrante de la familia, una enfermedad o un imprevisto económico pueden hacer retroceder años a un grupo o persona. Si bien hay que tratar de corregir la enorme brecha existente, parece más necesario que lo público cumpla una tarea de soporte de los que menos tienen, otorgando herramientas que posibiliten su propio desarrollo. Es importante equiparar la cancha.
Datos de la Ocde dan cuenta que el 10% más rico del país gana 26 veces más que el 10% más pobre, cifra que se multiplica cuando se analiza el 5% o el 1% que tiene más recursos.