Se está ante un momento sin precedentes en el desarrollo humano. Más de la mitad de la población mundial vive en áreas urbanas y se espera que esta proporción siga aumentando. Esta tendencia de urbanización genera oportunidades y desventajas, ya que en áreas urbanas se tiene acceso a servicios sociales y de salud, mayores tasas de alfabetización, mayores expectativas de vida, entre otros, aunque también hay desaciertos para la vida humana. Para Soja (2014), todo desarrollo implica una desigualdad espacial, "Ningún proceso social tiene lugar de manera uniforme en el espacio, siempre habrá ciertas desigualdades en las geografías que producimos". Siempre habrá desigualdades aunque éstas no siempre tengan importancia social. En cambio, algunas diferencias en la distribución de servicios o acceso a recursos son factores que contribuyen a la creación y mantenimiento de desigualdades individuales y sociales y, por lo tanto, a las injusticias sociales y espaciales.
En un sentido amplio, la justicia espacial se refiere a un interés por conocer y solucionar las manifestaciones espaciales de la justicia y la injusticia, que iniciaría con una distribución equitativa del espacio, sus recursos y las oportunidades para acceder a éstos. De ahí que las injusticias espaciales, especialmente en áreas urbanas, son derivadas de las decisiones relacionadas con la localización de servicios, infraestructura, proyectos, y sus consecuencias en la distribución espacial, evidenciada en la ya mencionada distribución inequitativa de los servicios urbanos básicos, como el transporte público, las clínicas y los centros educativos. Estos se presentan en todas las escalas: a nivel local, en la exclusión, en el emplazamiento de instalaciones tóxicas, en la distribución desigual de pérdidas en los desastres, en la privatización del espacio público; a nivel regional se observa en las diferencias entre lo urbano y lo rural, entre las ciudades más grandes y el resto de las localidades de pocos habitantes. Sumado a las deficiencias en el planeamiento y desarrollo urbano, hoy en día en casi todas las grandes ciudades que siguen creciendo, y Chile no se queda atrás, exhiben pobreza urbana, delitos violentos, acceso inadecuado a servicios básicos, necesidades insatisfechas de poblaciones diversas, una falta de cohesión social, peligros ambientales y condiciones que afectan la seguridad de las personas y su salud mental.
Como se ha comentado en columnas anteriores, Chile vive un proceso de transformación política y social única en su historia contemporánea. Es una oportunidad para otro urbanismo posible, invitando a mirar más allá del derecho a la ciudad, a mirar hacia una búsqueda de justicia espacial…, una invitación a pensar la espacialidad de la vida humana, y cómo la espacialidad tiene el potencial de producir geografías tanto opresivas como liberadoras. Y dado que tanto el espacio como la justicia son construcciones sociales, que según Soja pueden modificarse a través de la acción social y política, la búsqueda de justicia espacial es una propuesta instrumental que implica incluir nociones de justicia espacial en la planeación urbana y regional, que permitan reconocer y mejorar los lugares que ocupan las minorías.