"Los autores somos gente más disociada que la media"
"El peligro de estar cuerda", de la periodista y escritora española Rosa Montero, es un repaso por los laberintos mentales que conducen a la literatura. La también autora de "La loca de la casa" investigó en sus dolores existenciales más profundos y también en las angustias de otros creadores.
Por Daniel Gómez Yianatos
Rosa Montero dice que su último libro, "El peligro de estar cuerda", es el más suyo de todos. Antes escribió "El rey transparente", "La Loca de la casa" y "La ridícula idea de no volver a verte", entre otras 39 obras literarias y periodísticas. En su n ueva historia mezcla autobiografía, ensayo y periodismo de una manera que resulta muy fluida, lo que hace que este texto permita entender qué anda mal en la cabeza de la autora y en la del propio lector.
Montero venía años preguntándose por el cruce entre locura y creatividad. Hurgando en biografías, papers académicos, teorías sicológicas e historias que muestran el reverso de los artistas y sus obras, la escritora fue acumulando material hasta reventar. Literalmente, la autora lo resume así: "Empecé a tener ataques de pánico, entonces ya se me hizo (escribir este libro) casi una cuestión de vida o muerte".
-Dices que no hay que tener miedo a los enfermos mentales.
-El tema de la salud mental ha sido muy importante para mí. Muchos de mis personajes son gente con trastornos mentales y he hecho muchos artículos. En "La loca de la casa", que es un libro de hace veinte años, ya hablo de estas cosas. Toda la vida he estado rumiando esto, toda la vida. Hace cuatro años, apareció en mi cabeza el mandato de hacer este libro en concreto. Porque tú no escoges los libros que haces, los libros te escogen a ti.
-Concluyes que para que sea un motor creativo "estar mal de la cabeza", se requiere un contacto temprano con la decadencia y la pérdida. ¿Qué te convenció de eso?
-Tengo una biblioteca muy grande de biografías, sobre todo de escritores, de artistas en general. Tendré, no sé, seiscientos, setecientos libros de biografías. Me había dado cuenta que había una coincidencia muy elevada de escritores que habían tenido un trauma de infancia, un dolor a una edad temprana, una pérdida violenta de niño, pérdidas inmensurables, ¿no? Una guerra, la muerte de los padres en la infancia, o que de repente se arruinara la familia, como le pasó a Simone de Beauvoir, que su abuelo era banquero y entró en bancarrota y su familia pasó de vivir en la opulencia a vivir en un sitio miserable, con el retrete comunal en el patio. Y hay otras pérdidas que no son tan claras externamente, que a lo mejor no son desahucios, no son muertes domésticas, pero que suponen también la pérdida violenta del mundo infantil. El niño además se divide, se disocia.
-¿Y eso se repite mucho en los escritores?
-Somos gente más disociada que la media. Un montón de expertos te dicen: "Frente al trauma infantil, el niño se disocia defensivamente". Entonces, se disocia y se convierte, por un lado, en un niño que sufre y, por otro lado, en un otro yo que todo lo sabe y no siente nada. Ese "Otro yo" que todo lo sabe y no siente nada es el que crea, el que escribe, el que compone. Ese "Otro Yo" cuida al niño que sufre. Yo siento que con este libro he sacado adelante un cubo Rubik, que no he conseguido jamás resolver. Soy demasiado impaciente, pero aquí es como si lo hubiera conseguido y de repente todas las caras tienen colores uniformes.
Que todo sea música
-En Chile hay una cierta tendencia a cuestionar la utilidad de las humanidades.
-Eso se debe esencialmente a la incultura. A la ignorancia básica. A la falta de visión, de incultura, de creer que solamente lo útil es lo que forma parte de la vida, cuando no es cierto. La vida humana está hecha de cosas aparentemente inútiles. Sin la belleza no seríamos seres humanos. Como dice (Yuval Noah) Harari, el Homo Sapiens se hizo gracias a que inventamos narraciones y convenciones narrativas que empezamos a creernos. Realmente necesitamos eso aparentemente inútil. No hay nada más útil que la inutilidad de la belleza y del arte, y nada más útil que intentar entendernos y construirnos como personas a través de todo eso.
-Aquí también hay una moda del pensamiento positivo y uno ve que abundan manuales para ser feliz.
-Esa imposición de una felicidad de azúcar nos conduce a una desgracia tremenda. Porque, claro, si tú estás viendo esa especie de felicidad constante de los anuncios publicitarios, de televisión y de las páginas de Facebook, donde salen todas las fotos sonrientes y tal, pues parece que todos los demás son felices menos tú, que eres un imbécil. [Risas] Que realmente vives la vida con tus amarguras. Es que, claro, hay que admitir y tenemos que educarnos también en el desasosiego de la vida. La vida tiene sus desasosiegos, sus cosas. No te digo ya los grandes dolores, que toda vida tiene grandes dolores y grandes pérdidas, pero te digo el desasosiego de cada día, ¿no? Entonces, creer en esa felicidad obligatoria es uno de los billetes más certeros para ser desgraciado.