"Lo que estamos viviendo es la crisis de nuestros partidos"
El autor dice que tenemos un sistema fragmentado y polarizado y analiza a fondo una de las mayores discusiones que tendrá la Convención:un posible cambio de régimen político en Chile, fundamental para el futuro de la democracia.
Por Patricio Tapia
Probablemente una de las discusiones mayores que tendrán lugar en la Convención Constituyente será un posible cambio de régimen político de Chile. Puede parecer un asunto técnico, pero resulta fundamental para el futuro de la democracia.
Un detallado análisis de las cuestiones conceptuales y la consideración empírica y comparada de los regímenes políticos es lo que aborda el filósofo y académico (actualmente en las universidades de Chile y Adolfo Ibáñez) Arturo Fontaine, en su libro más reciente "La pregunta por el régimen político. Conversaciones chilenas" (FCE, 2021), publicado justo antes de las elecciones de constituyentes (entre otras) de este fin de semana.
Si estos comicios mostrarán reconfiguraciones de las fuerzas políticas o no, si operarán de forma distinta en cuanto a constituyentes que a gobernadores o alcaldes, son aspectos que cree mejor no vaticinar, aunque ciertamente considera estas elecciones muy importantes.
-¿La de constituyentes opaca a las otras?
-Por supuesto.
-¿Tiene esperanza o escepticismo de la labor de la Convención?
-Esperanza, lo que no significa que esté ciego y no vea que el riesgo es grande. Espero que los delegados, enfrentados al trabajo constitucional, lo aborden con rigor. Una Constitución política no es una carta al Viejo Pascuero. La palabra de la constitución no es como la de Yavé en el Génesis: "Y dijo Yavé: hágase la luz. Y se hizo la luz". No pasa así con lo que dice la Constitución. No porque diga "las pensiones serán dignas", las pensiones serán dignas. La Constitución del 25 creó los tribunales administrativos y nunca esos tribunales viajaron del papel a la realidad. Quiero decir: quedaron en el papel; nunca se crearon realmente.
-La Convención probablemente discuta el cambio de régimen político. ¿Cuál es su importancia?
-Cómo se escoge a quién gobierna, qué poderes tiene y qué limita su poder es parte esencial de lo que establece una constitución. Y hay tres grandes tipos de regímenes.
Bajo el parlamentarismo, el gobernante emana de la mayoría parlamentaria y hay un jefe de estado (normalmente, un rey o reina) que no es elegido directamente por el pueblo. La reina de Inglaterra reina, pero no gobierna. El Primer Ministro puede disolver el Parlamento. El Primer Ministro gobierna sin plazo fijo.
Bajo el semipresidencialismo, el jefe de estado es elegido directamente por el pueblo por un plazo fijo. Pero el jefe de Gobierno emana de la mayoría parlamentaria. Puede darse el caso de que el Presidente sea de izquierda y el gobernante, de derecha. O al revés. En tal caso, el Presidente preside, pero no gobierna. Pero puede disolver el Parlamento.
Bajo el presidencialismo, el pueblo elige a su gobernante por un plazo fijo, quien no puede disolver el Parlamento. Presidencia y Congreso son poderes independientes. No hay fusión de poderes, sino contrapesos. Y tiende a haber dos cámaras. Una de ellas -el Senado- se elige por parcialidades, no todos los miembros a la vez. Ese es un contrapeso a las mayorías emocionales y momentáneas.
-Existen partidarios del semipresidencialismo para nuestro país. ¿Ha funcionado en otros?
-El semipresidencialismo funciona o como parlamentarismo (Austria, por ejemplo) o como presidencialismo (Francia, por ejemplo). En Austria se elige un presidente que, como un rey, de veras preside, pero no gobierna. Es un jefe de Estado; no un jefe de Gobierno.
En Francia, desde la vigencia de la Constitución de 1958, tres veces hubo un sistema bicéfalo: el Presidente era de un color político y el jefe de Gobierno del color opuesto. Es lo que se llamó "cohabitación". Así, Mitterand en 1981, a través de un Primer Ministro de su coalición, estatizó los bancos. Luego, en 1986 el Parlamento eligió Primer Ministro a Chirac, líder de la derecha. Mitterand se vio forzado a presidir sin gobernar. Chirac reprivatizó los bancos.
La cohabitación en los hechos terminó en Francia. El 2000 y el 2002 se hizo coincidir el período parlamentario con el presidencial, y se fijó la elección parlamentaria para después de la segunda vuelta. El Presidente electo llama a votar por su coalición. La gente lo sigue. El Presidente queda en mayoría y esa mayoría nombra al Primer Ministro que designa el Presidente.
-¿Por qué los franceses decidieron poner fin a la cohabitación?
-Pregunta importante que deben responder los partidarios del semipresidencialismo. Con eso cerraron la puerta a la versión parlamentarista del semipresidencialismo. El hecho es que hoy el régimen semipresidencialista francés funciona como un presidencialismo exacerbado. El Presidente puede disolver la Asamblea. Y tiene de hecho otros poderes, como, por ejemplo, la facultad de decidir que un proyecto se vote en bloque, es decir, que el Parlamento sólo pueda aprobarlo o rechazarlo. El Primer Ministro actual, Jean Castex, ni siquiera ha sido parlamentario. Fue nombrado por el Parlamento porque así lo quiso Macron, que es el Presidente.
-Es decir, hay muchas variables…
-Sobre las ventajas y desventajas de cada régimen habrá que discutir en la Convención. Pero no en teoría, sino pensando en las realidades chilenas. Se trata de escoger un régimen para Chile. Todos los regímenes políticos tienen defectos. No hay régimen perfecto. Es uno de los temas más difíciles y decisivos que abordará la Convención. El libro "La pregunta por el régimen político" recoge mi propia exploración personal sobre este asunto. ¿Cómo son los regímenes de otros países? ¿Funcionaría bien en Chile el semipresidencialismo? son algunas de las preguntas que se plantean.
-Se critica al presidencialismo que funciona bien con mayoría parlamentaria, pero no con minoría. ¿Es así?
-Lo primero: gobernantes en minoría hay en todos los regímenes políticos. Son una realidad de las democracias. No son fallas ni enfermedades. No se trata de una situación propia del presidencialismo. En el parlamentarismo europeo hay gobiernos en minoría cerca del 40% de los casos. Hay países como Dinamarca y España donde los gobiernos de minoría son la norma. Los gobiernos de minoría reflejan decisiones políticas. Los presidentes con mayoría parlamentaria, en principio, aprueban con mayor facilidad sus proyectos de ley. Los que están en minoría deben negociar acuerdos ley por ley. Lo mismo hacen los primeros ministros en minoría en los regímenes semipresidencialistas y parlamentarios.
-¿Ha ocurrido esto que señala en nuestra historia reciente?
-¿Qué ha pasado en Chile? Veamos. Primer Gobierno de Bachelet: 69.8% de proyectos presidenciales aprobados (en minoría). Primer Gobierno Piñera: 62.8% de proyectos presidenciales aprobados (en minoría). Segundo Gobierno Bachelet: 59.6% de proyectos presidenciales aprobados (en mayoría). Segundo Gobierno Piñera, 2019: 60% de proyectos presidenciales aprobados (en minoría y estallido social). 2020: 70% proyectos de presidenciales aprobados (en minoría y pandemia).
Dos conclusiones. Primero: no es verdad que el Congreso haya sido un obstáculo insalvable; no es verdad que los Presidentes chilenos en minoría no han podido gobernar. Segundo: una Presidencia en mayoría puede tener menos producción legislativa que uno en minoría. (Segundo gobierno Bachelet). ¿A qué se debe eso? Al clima político, a la posición y actitud de los partidos, que son un elemento fundamental de las democracias.
Con todo, la pregunta es si nuestros Gobiernos de minoría reflejan con fidelidad la voluntad de popular. Porque es legítimo que alguien quiera votar por un candidato presidencial de una coalición y por un candidato a diputado de otra coalición. Es legítimo no querer darle al Presidente una mayoría parlamentaria, querer el contrapeso de un Congreso de otro signo.
-¿Y cómo podría ser operativo?
-Nosotros elegimos a los parlamentarios en la primera vuelta presidencial. Mejor sería hacerlo en la segunda. Esa es la propuesta que hago en el libro (no soy el único que la ha planteado). Así el votante sabría que uno de los nombres en la papeleta será quien gobierne y estará más informado para decidir si quiere votar por un candidato parlamentario de la misma coalición del candidato o candidata presidencial, o no. Es probable que una mayoría se incline por darle una mayoría parlamentaria a su candidato presidencial. Eso haría más probable que el o la Presidenta quedara en mayoría en la Cámara de Diputados.
-Señala que se ha cuestionado que en Chile exista un "hiperpresidencialismo" tan poderoso. ¿Lo comparte?
-Sí. La evidencia de estudios internacionales desmiente esa tesis. En Chile, politólogos como Carlos Hunneus y Christopher Martínez han escrito sobre el tema. El hiperpresidencialismo chileno es un supuesto heredado que debe ser puesto en cuestión. En cualquier caso, hay que tener presente que los jefes de Gobierno -los primeros ministros- de los regímenes parlamentaristas tienen más poder que nuestros presidentes. Bajo el semipresidencialismo y el parlamentarismo, el ejecutivo puede disolver el Parlamento y llamar a nuevas elecciones. Es un arma poderosísima. Los parlamentarios tienen más autonomía si el Presidente -como ocurre bajo el presidencialismo- no puede disolver el Congreso. Y bajo el parlamentarismo hay gobernantes que se quedan muchísimo tiempo en el poder: Merkel va a cumplir 16 años...
-Se reconoce ex partidario del parlamentarismo. Pero esa propuesta y la de semipresidencialismo para Chile no terminan de convencerlo. ¿Por qué?
-El parlamentarismo y el semipresidencialismo tienen ciertas ventajas. Solucionan ciertos problemas. Pero, a la vez, acarrean problemas nuevos. Hay que sopesar los pro y los contra.
La mayor ventaja del parlamentarismo es su flexibilidad para adecuar el o la gobernante a las circunstancias. No pasa así en el presidencialismo por el período fijo. En caso de choque entre el o la gobernante y el Parlamento, el o la gobernante disuelve el Parlamento. En el presidencialismo hay que llegar a acuerdos hasta la próxima elección.
Sin embargo, surgen problemas nuevos que examino en el libro. Si es que hay más de dos partidos, como en Chile y en casi todas partes, la formación del gobierno requiere negociar acuerdos parlamentarios para definir el programa y quién será el o la jefa de gobierno (Primer Ministro). El 2017, en Alemania, tomó 137 días. Durante ese tiempo, no hay más que un gobierno interino, de mera administración. En Holanda esto toma en promedio 90 días. El 2017 tomó 225 días. Ahora mismo hay un gobierno interino desde marzo. En Bélgica, el 2020 se formó gobierno después de 653 días...
Eso ocurre con partidos disciplinados. Es cosa de imaginar lo que sucedería con partidos como los nuestros.
Por cierto, se trata de países muy ricos. No tienen las urgencias socioeconómicas de Chile. No imagino a los chilenos esperando meses y meses que las cúpulas parlamentarias decidan quién va a gobernar y en base a qué programa. ¿No?
-¿Es el único problema?
-No. Contra lo que se dice a menudo, no siempre las nuevas elecciones solucionan el impasse. España entre 2015 y 2020 estuvo cuatro años sin lograr formar Gobierno (con Gobierno "en funciones"), pese a dos elecciones generales.
"No es verdad que el Congreso haya sido un obstáculo insalvable; no es verdad que los Presidentes chilenos en minoría no han podido gobernar".