Desconfinamiento como
Durante el presente año, la pandemia nos ha expuesto a dificultades que han venido a poner en jaque nuestra existencia, en la que el concepto de aldea global, sus alcances y consecuencias, traspasan por lejos aspectos socioculturales y de comunicación. La desaparición de las distancias físicas para generar conocimientos e intercambio cultural conlleva también insospechados aspectos que debemos incorporar y convivir a la manera que la matrix desarrolla nuevas redes y relaciones, y en las que pequeños hechos o variaciones conocidas como efecto mariposa pueden producir grandes cambios en el presente y futuro.
Nuestra vida cotidiana tal como la conocíamos o vivíamos no es ni será la misma. La libertad con la que caminamos en la calle, recorremos el espacio público, así como con quienes y de qué forma nos desplazamos, viajamos a otros lugares, ciudades o países. Todo aquello que habíamos construido como realidad ha sido alterada.
Probablemente no visualizábamos el valor y belleza de lo simple, de la libertad de congregarnos en familia, amigos o compañeros de trabajo en forma presencial en torno a una mesa, para celebrar o compartir, para debatir ideas, ir al cine, al teatro o a orar, a disfrutar de un partido de fútbol en el barrio, o simplemente a deambular sin destino por nuestras calles, a saludarnos con un abrazo o apretón de mano, todas ellas entrañables y propias acciones que nos permiten expresarnos y desarrollarnos libremente como seres humanos sociales y gregarios.
Todo ello nos demuestra que la pandemia no es sólo un problema de salud pública, sino también un problema urbano. El hacinamiento, la alta tasa de contagios y/o posibles rebrotes de una segunda o tercera ola, nuestras condiciones laborales y de habitabilidad, la forma cómo nos movemos o desplazamos en el transporte público o privado, dónde nos abastecemos, cómo nos relacionamos como comunidad y como hemos construido nuestra red de apoyo, todo ello ha sido expuesto al límite de la experiencia. De paso, nos ha enfrentado a tremendas dificultades y develado inequidades en el ámbito de salud, hábitat y medio ambiente, trabajo, ocio y bien común presentándonos urgencias y sendos desafíos futuros.
En estos días en que nuestra planificación diaria transcurre en el contexto del plan Paso a Paso, avanzando hacia un desconfinamiento gradual de ciudades y regiones, en contraste al aumento de a medidas restrictivas o al lamentable regreso al confinamiento, nos presenta el gran desafío presente y oportunidad futura de repensar el uso y equipamiento de nuestros espacios urbanos, al sistema de transporte público que tenemos y que realmente necesitamos, a la posibilidad de contar con tácticas de uso de nuestros bienes nacionales de uso público frente a emergencias, reutilizando los espacios abiertos, veredas y calles, así como terrazas, antejardines, parques y plazas bajo condiciones apropiadas para implementar una urgente reactivación de actividades que permitan la subsistencia y sobrevivencia de pequeños emprendimientos y emprendedores locales que se han visto devastados económica y emocionalmente.
Requerimos con urgencia compartir la diversidad de conocimientos y prepararnos conscientemente a todo tipo de desastres y emergencias de forma descentralizada ante la evidente desconexión de la capital con la realidad que se vive en regiones.
Una vez llegada la vacuna y pasada la pandemia descubriremos un sinnúmero de consecuencias que esta crisis nos dejará como desafío. Como nos planteamos hacia un incierto futuro y sensible al permanente cambio de nuestros hábitos y relaciones como sociedad. También podremos reflexionar y destacar nuestra alta capacidad de resistencia y resiliencia, a la increíble posibilidad de crear nuevos campos de acción en que lo inesperado puede convertirse en tangibles posibilidades de crear nuevos horizontes, convirtiendo nuestros temores, vulnerabilidades y experiencias en un nuevo camino para construir "ciudades más humanas que generan el bienestar de sus habitantes."