Todas las desobediencias del hombre, según Squella
El abogado y Premio Nacional de Humanidades Agustín Squella Narducci presentará "Desobediencia", el nuevo ensayo en el que repasa los dasacatos del mundo.
Por Amelia Carvallo
Su nuevo ensayo, "Desobediencia", se une a recientes exploraciones en torno a grandes conceptos como la "Libertad", "Fraternidad" e "Igualdad". Pronto aparecerá "Dignidad" y luego llegará "Justicia": "Temo volver locos a mis editores con la compulsión que tengo por escribir. Grafomanía la llamo yo", confiesa Agustín Squella, wanderino y académico de Filosofía del Derecho en la U. de Valparaíso.
Espigando entre anécdotas, canciones y películas, Squella dedicó este último libro a los jóvenes "que vacilan entre obedecer y desobedecer". Y el recorrido es amplio: desde Sócrates y Spinoza pasando por Giordano Bruno, Thoreau y Gandhi, hasta aterrizar en la indignación de Greta Thunberg y los límites de la obediencia humana testeada en laboratorios. También se dan cita tipos humanos que desobedecen, como el bohemio y el vagabundo, el guardaparques y el anarquista, así como reflexiones sobre la validez y eficacia del derecho y el eterno conflicto entre conciencia y autoridad.
El libro "Desobediencia" se presentará hoy domingo en la Furia del Libro.
-¿Cuál ha sido su acto de mayor desobediencia?
-Todavía no es tiempo de desclasificarlo. Podría no haber prescrito aún. Pero las mayores tuvieron lugar cuando estaba en el colegio. Ahí desobedecía por principio y no siempre en menudencias.
-¿Cómo arrancó este libro, cuál fue su origen?
-Arrancó como casi todos los que he publicado: de una palabra. De mi interés por las palabras, en este caso "desobediencia". Las palabras son como cofres cuya tapa hay que retirar con mucho cuidado para descubrir y no dañar los muchos y a veces preciosos significados que hay siempre en su interior.
-¿Desde dónde cree que parte nuestro ancestral rechazo a las figuras que encarnan la ley y el control? ¿Qué pulsiones habitan en ese repudio y mediante qué acuerdos aceptamos su poder?
-Pienso que es más bien al revés: propendemos más a la obediencia que a la desobediencia, no obstante que aquella ha producido mucho más daño que ésta, en la historia de la humanidad. Todos llevamos un rebelde dentro, pero éste suele ser domesticado muy pronto por padres y maestros.
-¿Cómo se está en guardia frente a la obediencia ciega, la obsecuencia?
-Reflexionando. Siempre hay que reflexionar. Sería tan absurdo hacer la apología incondicional de la obediencia como hacerlo con la desobediencia. Hay que pensar caso a caso, de manera que nuestras obediencias y nuestras desobediencias sean siempre reflexivas.
MODALIDADES
Sostiene Squella que en el ámbito del derecho existe lo que se llama obligación política. O sea, la obligación de obedecer: "Al menos en principio, porque el derecho cumple funciones y persigue fines a los que damos importancia moral, tales como organizar y limitar el poder y proveer de paz, orden y justicia. Pero esa obligación no es incondicional. Existen modalidades de desobediencia al derecho por razones morales, y la parte final del libro trata de ellas: protesta, objeción de conciencia, desobediencia civil, desobediencia anárquica, desobediencia revolucionaria. A veces, o muchas, es preciso decir No".
-¿Cuál es la mejor forma de asegurar la idoneidad de quien produce las leyes?
-La sociedad debe elegir a sus representantes y estar muy atenta para examinar cada uno de los actos y decisiones que toman. En democracia, sin embargo, es difícil asegurar la idoneidad de los representantes, porque una de las reglas de esa forma de gobierno es que cualquiera que esté inscrito en los registros electorales puede competir por un cargo de representación popular. La democracia no es meritocrática, no es un concurso académico, y, nos guste o no, esa es una de sus principales reglas.
-¿Cuáles son los atributos que mantienen a la anarquía como una opción?
-El anarquismo es atractivo, pero ingenuo. Aspira a una sociedad en las que el Estado y el derecho hayan desaparecido del todo, sin darse cuenta de que si ambos desaparecieran lo más probable es que caeríamos en una incontrolable situación de guerra de todos contra todos y en la que acabaría imponiéndose el más fuerte. En tal sentido, el anarquismo no es sinónimo de libertad, sino de la imposición de la ley del más fuerte.
-¿Qué ha habido en Chile el último año?
-Protestas masivas, persistentes y territorialmente extendidas, pero no revolución. Tampoco objeción de conciencia ni desobediencia civil. Y es bueno que así haya sido, aunque, claro está, me refiero a las protestas pacíficas. La violencia, éticamente reprobable las más de las veces, es también ineficaz para conseguir objetivos políticos en sociedades democráticas. Lo que triunfó entre nosotros fueron las marchas y las protestas y no propiamente el estallido social del 18 de octubre del pasado año. Estallido social y protestas están ligados, desde luego, pero es bueno distinguirlos.
-¿Ha habido en Chile desobediencia civil?
-No propiamente, creo yo. La desobediencia civil es el rechazo masivo, público y no violento a alguna ley, política pública o decisión de la autoridad política o judicial. Lo que hemos tenido aquí es más bien un rechazo a un sistema imperante, tanto político como económico, que se quiere cambiar.
-¿Qué piensa sobre la objeción de conciencia institucional?
-Se trata de un abuso. La conciencia es individual. Cuando una institución hace objeción de conciencia, por determinación de sus dueños o directivos, pasa a llevar la conciencia de quienes trabajan en ella como subordinados.
"Mis mayores (desobediencias) tuvieron lugar cuando estaba en el colegio. Ahí desobedecía por principio y no siempre en menudencias".