El impacto de la recesión mundial
Hace unos meses el Banco Mundial había sido categórico al señalar que la pandemia de covid-19 hundiría este año a la economía global en su peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial. El impacto generalizado de la emergencia sanitaria que se inició en marzo de este año y las medidas de suspensión de las actividades que se adoptaron para contenerla, han ocasionado una drástica contracción de la economía mundial, y que según sus previsiones el Producto Interno Bruto caerá un 5,2% como promedio este año.
La actividad de las economías avanzadas se ha contraído especialmente en Estados Unidos, Japón y Europa, mientras que para América Latina se calcula que el desplome este año será de alrededor de 7%, ubicándose como la zona más golpeada por la pandemia, impactada por los contagios que se propagaron muy rápido, mientras que como consecuencia de las medidas de cuarentena se tuvieron que cerrar miles de empresas, lo que generó un alto desempleo. La abrupta desaceleración económica en Estados Unidos y China ha alterado las cadenas de suministro de México y Brasil y ha provocado una fuerte caída en las exportaciones de economías generadoras de productos básicos, como es el caso de Chile y Perú.
Hace unos días, Ángel Gurría, secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde), que reúne a 37 naciones, entre ellas Chile, ha dicho que la economía mundial sufrirá durante años las consecuencias de esta crisis y que es poco realista pensar que se recuperará rápidamente. En su opinión, las incertidumbres asociadas a la pandemia, que ha paralizado la actividad en todo el mundo cuando muchos países están optando por el confinamiento o endureciendo el distanciamiento social, hacen que la conmoción económica sea ya más grave que tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 o la crisis financiera de 2008. Ha señalado que este es el tercer y mayor choque económico, financiero y social del siglo XXI y requiere un esfuerzo global moderno similar al Plan Marshall y al New Deal, combinados, para evitar una recesión prolongada, por lo que ha planteado la necesidad de un esfuerzo internacional coordinado, para tratar de mitigar el impacto masivo de la pandemia.
Para la economía chilena, la Ocde prevé un retroceso de 6% durante el presente año, la peor cifra desde la recesión de 1982, debido a la pandemia del coronavirus, mientras que en 2021 iniciará una recuperación gradual apoyada en el consumo privado. Esa cifra es consecuente que la estimación del Banco Central de Chile, aunque es necesario señalar que hace un par de días el instituto emisor dio a conocer que se prevé para el año 2021 un potente despegue de la economía nacional, medida por el Producto Interno Bruto (PIB), que crecerá entre 5,5 y 6,5%. No obstante, debe considerarse que la base de comparación de esa reactivación (el año 2020), es muy baja.
La crisis global ha golpeado a nuestro país, cuyo aparato productivo está muy orientado a las exportaciones, por lo que cuando las compras de esas naciones desarrolladas se restringen, los efectos repercuten inevitablemente.
Si bien Latinoamérica tiene experiencias enfrentando las crisis financieras anteriores, la pandemia que se extiende por más de nueve meses ha representado una nueva dimensión, pues las medidas necesarias para contener el virus generan un choque del lado de la oferta, es decir, de la producción de las empresas y los servicios, que recién comienza a recuperarse lentamente. Sin embargo, las perspectivas son inciertas y predominan los riesgos de que la situación sanitaria empeore, en el caso de que se declare una segunda ola de la pandemia a inicios del próximo año, como han advertido los expertos. De ser así, se retrasaría la reactivación y daría paso a agitaciones financieras y a un repliegue del comercio internacional y de las relaciones de suministro. Para Chile, es vital lograr un acuerdo nacional, que permita enfrentar unidos los efectos del virus y la recuperación productiva.
La crisis económica global derivada de la pandemia también ha golpeado a nuestro país, cuyo aparato productivo está muy orientado a las exportaciones, por lo que cuando las compras de las naciones desarrolladas se restringen, los efectos repercuten inevitablemente.