"Nunca pensé que justo este invierno, sería el más frío que he visto pasar en Concepción". Esta letra de Los Prisioneros podría ser un resumen del invierno que acaba de terminar. No es que haya sido más frío que el anterior, pero sí se sintió más frío, especialmente para cientos de miles de personas que pasaron más tiempo en sus hogares, como consecuencia de la cuarentena primero voluntaria y luego obligada, sin la posibilidad del calor del trabajo cotidiano y de sus espacios calefaccionados, vivimos actualmente en nuestros espacios domésticos. Algunos lo hicieron en condiciones más duras que otros, y no sólo vivieron meses apretados en viviendas de 50 metros cuadrados o, en el mejor de los casos, ampliadas por necesidad.
A muchos la cuenta de la luz nos hizo recordar al famoso personaje televisivo de Alfredo Castro -Ernesto-, que se espantaba al ver la cuenta mensual y se sobre-abrigaba. ¿No será mucho derroche? Decía. En efecto, viviendas con una mala calidad de construcción y ampliaciones con muros, techos, ventanas y puertas de pobre aislación térmica, nos hacen derrochar en energía para calentarlas, y cada quien genera ese calor de la manera que finalmente puede costear. Numerosas familias destinan una altísima fracción de sus ingresos a este ítem, y mayoritariamente, se hace uso de leña y otras fuentes de energía que contaminan el aire al interior de la vivienda y se suman a miles de otras chimeneas que emiten material contaminante a la atmósfera urbana. Esta situación debe cambiar. El Estado ha hecho un esfuerzo generando subsidios para facilitar el mejoramiento térmico de las viviendas, revistiendo muros y techos, cambiando ventanas y reforzando las fisuras por las cuales entra el frío viento sur. Así, no solo se temperan mejor las viviendas, sino que se ahorra en el uso de energías contaminantes. Las ciudades más contaminadas disponen de recursos adicionales para este fin, pero tras más de una década con estos programas se ha alcanzado menos de un 10% de los hogares que sueñan con un hogar cálido. Con la tasa actual de mejoras tardaremos un siglo en resolver el problema, mientras se generan nuevas construcciones de hogares también deficientes en su capacidad de generar confort térmico. ¿Será la solución botar esas casas y departamentos y hacerlos de nuevo (en otro barrio)? ¿No será mucho derroche? Más vale recuperar las viviendas, es más costo efectivo, genera menos residuos, aportamos a la economía familiar y fortalecemos los barrios existentes.
El actual Plan de Prevención y Descontaminación Atmosférica del Concepción Metropolitano compromete 20 mil subsidios en esta línea, en un plazo de 10 años, habiendo al menos un universo de 200 mil hogares necesitados. La única forma de lograrlo es con nuevos recursos, por ejemplo, regionales (FNDR) y/o gestionados por la nueva autoridad regional electa, simplificando los procesos de postulación y abriéndose a otros mecanismos de construcción, más económicos y masivos, donde, de paso, contribuyamos a la tan anhelada reactivación económica. Esta reactivación será sustentable si, también la orientamos a reparar las fracturas en el habitar digno y saludable de cientos de miles de penquistas que hoy, en sus viviendas pasan frío incluso en primavera.