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Patricia Chavarría, folclorista, investigadora y gestora cultural:

"Soy un puente entre las comunidades campesinas y la ciudad"

De espíritu inquieto, la folclorista cumple 15 años al mando del Archivo de Cultura Tradicional de Artistas del Acero, espacio que reúne más de 50 años de su trabajo investigativo.
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Por Nicolás Martínez Ramírez

La investigación del folclor y la cultura tradicional chilena siempre ha tenido sello femenino.

Con importantes nombres como Violeta Parra, Margot Loyola o Gabriela Pizarro, lo cierto es que Concepción cuenta con un importante nombre en esta materia: la investigadora, cantautora y gestora cultural, Patricia Chavarría Zemelman (74).

Nacida y criada en Concepción, desde muy pequeña tuvo gran interés en los sonidos campesinos gracias a la música presente en su casa y entorno familiar. Ya durante su adolescencia comienza a tocar la guitarra y a participar en grupos de folclor.

A partir de esto último, se convierte en alumna de la destacada folclorista e investigadora Gabriela Pizarro. De ahí en adelante inicia un camino que no se detiene hasta hoy.

Reconocida a lo largo de los años con distinciones como el Premio Nacional de Folclor, en 1985; la Medalla al Mérito, en la mención de investigación en 2020 por el Consejo Chileno de la Música; la Medalla Bicentenario, en 2010; y el Premio Margot Loyola, en la categoría investigación, en 2016; son reconocimientos que avalan una larga trayectoria investigativa que se extiende ya sobre las cinco décadas.

Recogiendo la esencia popular y resguardándola por medio de libros, artículos y grabaciones sonoras -que son parte del Archivo de Literatura Oral y Tradiciones Populares de la Biblioteca Nacional- lo cierto es que uno de las grandes y más importantes compilaciones de su trabajo están en el Archivo de Cultura Tradicional que lleva su nombre, en la Corporación Artistas del Acero de Concepción.

INVESTIGACIÓN

En diciembre se cumplirán los 15 años de la fundación de este último hito, sin embargo, el trabajo ahí resguardado comprende una larga, profunda y valiosa colección que inició en 1964, con solo 18 años.

"Empecé a juntar mucho material, primero en cintas magnetofónicas, de esas antiguas. Eran unas grabadoras muy pesadas. Guardé esas cintas y luego, en 1974 más o menos, aparecieron las grabadoras de cassette. Sentí que eran muy importantes de recoger, porque Chile estaba entrando en un cambio tremendo, muy negativo para mí, estábamos en plena dictadura", comenta la folclorista.

A partir de ahí comenzó una vertiginosa dinámica de trabajo investigativo, todo con el fin de reunir material para luego compilarlo y sistematizarlo.

De acuerdo a la gestora cultural, "mi primer trabajo con esto fue en la Biblioteca Nacional. Soy parte del Archivo de Literatura Oral y Tradiciones Populares que funciona ahí y -cuando se formó este archivo- se dio la posibilidad de que todas las cintas magnetofónicas me las pasaran a cassette".

La mitad del trabajo investigativo fue copiado en cassette y, gracias a un Fondart, depositado en este archivo de la Biblioteca Nacional.

"Después me entró la inquietud de que esto debería quedar en mi región. Está bien que esté en Santiago, pero ¿qué pasa con mi zona? Ahí fui a Extensión de la Universidad de Concepción a plantearlo, pero no hubo interés. Todo esto entre 2004 y 2005", agrega.

Durante ese mismo período, la profesora Chavarría ya era parte de Artistas del Acero -donde ingresó en 1974- y decidió proponer ahí la idea. Una inquietud, de acuerdo a ella, "ya se había transformado en una necesidad de que esto quedase y encontré una muy buena recepción. No solo me dieron un espacio, sino que me entregaron los materiales mínimos para hacer las digitalizaciones, copias y presentamos proyectos".

"Hoy el archivo cuenta con una estructura de máquinas y elementos para hacer el trabajo. Tenemos una biblioteca y estamos permanentemente haciendo trabajos y recibiendo gente. Todo ha variado este año con la pandemia, obviamente, pero trabajo desde la casa", señala la folclorista de 74 años.

Actualmente, el Archivo de Cultura Tradicional Patricia Chavarría trabaja en cuatro líneas de trabajo: Investigación, difusión, conservación y formación, estas dos últimas las líneas de mayor dificultad e importancia, respectivamente.

Todo este trabajo de difusión, por ejemplo, se realiza a través de un canal de Youtube -bajo el nombre de la folclorista- una página en Facebook, con el nombre del archivo; y una página web que fue hackeada, pero que pretende volver a revivir.

-En los inicios de su trabajo, ¿en qué lugares desarrolló su investigación?

-En lugares como Santa Juana, Hualqui, Lota, Concepción, Quirihue, Chillán y Portezuelo. Me quise dedicar a una zona en específico, porque ir al norte -por ejemplo- es mirar muy superficialmente todo. Luego estuve viviendo nueve años en Pelluhue, donde también encontré maravillas y con un grupo revitalizamos la fiesta de la Cruz de Mayo, en 1999. Aún se hace y donde participa toda la comunidad, eso es importante.

-Han pasado más de 50 años del inicio de su trabajo y han pasado muchas cosas entremedio, ¿cuál cree hoy que es la importancia de su trabajo y de resguardar este patrimonio?

-Creo que lo importante es que no estamos resguardando cosas ni piezas, estamos guardando memoria, y eso se vincula con la historia de las comunidades y las personas. Es muy importante saber y conocer de dónde venimos. Me he encontrado con alumnos que llegan a aprender guitarra, comenzamos a hablar de la memoria y descubren maravillas en sus propias familias. El pasado no se contrapone a la modernidad, sino que la nutre.

-A partir de su rol de docente e investigadora, ha sido reconocida en diversas instancias, ¿cómo se toma esto?

-Me lo tomo como una gran responsabilidad y, además, significa que se está valorando. Yo no he inventado nada, soy un puente entre las comunidades campesinas y la ciudad. No lo tomo en forma personal, he aprendido gracias a las familias campesinas y hay un reconocimiento hacia ellas. El reconocimiento de las comunidades campesinas, me significa un honor tremendo.

Comentario de cine

FICValdivia: la idea es ver buenas películas en forma remota

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Cuando lea este comentario, todavía quedarán días para estar online en la 27 edición del Festival Internacional de Cine de Valdivia, FICValdivia 2020, instancia que baja el telón este miércoles 14 de octubre.

Por primera vez en streaming, dada la emergencia sanitaria, la curatoría valdiviana puso el foco en satisfacer los gustos variables del público. Hay para todos los gustos. Ello, a través de secciones de largos y cortometrajes, focos temáticos, muestras de países lejanos a la cartelera nacional y retrospectivas de cineastas chilenos -Dominga Sotomayor- o internacionales. Vale indicar acá la argentina Ana Poliak, con tres de sus obras, y Guillaume Brac, realizador francés, que se instaló en la orilla fílmica del Callecalle con cuatro sorprendentes y entrañables títulos.

A lo anterior, más películas para ver, anotar y sorprenderse, como también desconectarse. Sumemos charlas y encuentros, como del viernes con Sion Sono, director japonés con una inmensa filmografía a sus 58 años y del que se puede ver su más reciente producción apuntando al cine dentro del cine: "Red post on Escher Street" (2020).

Con acceso liberado -basta generar una cuenta en ficvaldivia.cl-, aunque limitado para algunas cintas, con 500 cupos, destacar que esta edición ha sido muy bien llevada en el fundamento convocante: el cine. Este, hace un tiempo ya, puede verse online, incluso más allá de la actual pandemia.

En concreto este 2020 de Valdivia ha brillado por la gran variedad de títulos, abarcando un siglo de cine desde el mudo al sonoro y presente digital. Ello, por sobre una deslavada inauguración la tarde del lunes. La poca conexión y empatía de sus animadores -Ingrid Isensse y Samuel González- fue algo maquillada por la puesta al aire. La dirección, switch y planos dieron ritmo y continuidad a los casi 40 minutos de duración (destacar la labor de Alex Mora y Nicolás Sáez, junto a nueve alumnos de Comunicación Audiovisual de Duoc UC, Concepción, equipo encargado de todas las transmisiones).

PELÍCULAS

Sin duda, los festivales, de la naturaleza que sean, están hechos para disfrutar de manera presencial. Por lo tanto, este Valdivia es una excepción a la regla, aunque para próximas versiones puedan contar con el sistema remoto para acceder a su oferta. Es de esperar que sea así, tal como en un 100% lo ha sido este año, marcado por un evento extenso en días -10- y que se agradecen desde la perspectiva fílmica en la casa.

Por supuesto que sí, FICValdivia, ha permitido acceder a una serie de películas que le toman el pulso al cine contemporáneo hoy. Posiblemente, varias han dejado de lado propuestas de relato -como el conflicto central-, para dar paso a historia motivadas desde la sorpresa y lo inesperado. De introducirse en la aventura sin un fin determinado -"El mundo sin mujeres" de Gillaume Brac es un ejemplo-, pero cuyas acciones pueden cambiar el latido vital de manera hasta trascendente.

Hablamos de piezas de cámara, autorales y que exponen relatos vistos con absoluto encanto, aportando personajes entrañables ("Intimate distances") o experiencias provocadoras y delicadas, motivando el cruce de lenguajes expresivos. Allí aparece "Cartas de una fanática de Whistler a un fanático de Conrad", poética opera prima de la chilena Claudia Carreño, en la competencia de internacional de largometrajes.

La última, un título lindante al documental, comparte espacios con la ficción, o aquella no ficción de nuestros tiempos con cines ampliados. Un espacio en el cuadro audiovisual, donde las libertades narrativas y textuales son costumbres sanas en instancias como la valdiviana y afines. Ambos títulos de la competencia sirven, además, le toman el pulso a los clásicos del futuro, tal como es el llamado festivalero, pudiendo ser "mañana" referentes y modelos a seguir.

IMPERDIBLES

Valdivia propone a sus anchas, al poner a disposición producciones como "Wanda", dirigida por Barbara Loden en 1970. Tremenda e íntima narración, desde la vereda destemplada de una vida sin rumbo, Loden propone en ésta un relato de hace 50 años, que sintoniza con temas actuales -de una sociedad líquida y hedonista- en tanto pone en el centro a una mujer sin parámetros ni metas claras. Los giros de su vida, los de Wanda, son motivados en el sinsentido aparente de su propia existencia, de hijos desterrados y pasajes que bien podrían salir de la cámara de John Cassavettes.

Intima desde su lejanía, la cinta de Loden también se conecta con una de las revelaciones de este festival: Gillaume Brac (1977). Tal como fue el mexicano Julio Hernández Cordón en BioBioCine, el año pasado, Brac es de aquellos nombres para seguir. Uno para estar atentos y dejarse llevar por relatos que se aprecian íntimos y decidores, en cuanto al actuar del discurso femenino en su más amplia forma.

Obras a lo "Eric Rohmer" en el Siglo XXI, "El mundo sin mujeres" o "Cuentos de Juilett", son poemas que acercan al lado más humano de seres/personajes queribles. Bien desarrollados en un marco discursivo que juega con la idea de documentar/friccionar la realidad. En este caso, la de un mundo que vive, se mueve, se trastoca y todavía se emociona con el cine.