"El ambiente actual se parece más al de comienzos de 1973 que al de 1990, y eso dificulta"
El abogado radical aborda lo que fue su trabajo académico en dictadura y la política de los años siguientes. Destaca las medidas reparatorias que adoptó su casa de estudios y llama a la clase política de hoy a cambiar los ejes del debate.
Por Nicolás Álvarez Arrau
"Para el golpe militar tenía poco más de 30 años. Lo viví fuera de Chile, porque en 1972 me trasladé a Bélgica para hacer estudios de postgrado. Llegué a fines de diciembre de 1973, cuando ya el país vivía bajo el régimen militar. Cuando supe lo que ocurrió fue un shock doloroso, tan doloroso como la muerte de una persona entrañable, pero estaba muy preparado, porque Chile estaba permanentemente en la noticia. La televisión europea y la prensa cubrían lo que estaba pasando a cada instante, de modo que se sabía que estábamos en un minuto de quiebre. Yo fui preferentemente lector del diario Le Monde, de Francia, que era en ese instante un paradigma en la prensa mundial.
Se produjo el golpe y la prensa europea cubrió de manera muy completa todo lo que fue ocurriendo en el país. Por ejemplo, lo que Hortensia Bussi dijo en el cementerio Santa Inés de Viña del Mar, en el funeral de Allende, fue íntegramente reproducido, cosa que la prensa chilena no hacía. Yo formé dos carpetas muy completas con artículos, todos escritos en francés y publicados desde la semana anterior al golpe hasta el mes siguiente. Las traje en barco, pero con mucha preocupación, pues para cualquier integrante del régimen militar eso era material subversivo. Llegué con mis carpetas y se las regalé a mi maestro y gran amigo, Manuel Sanhueza Cruz. Fue impresionante la cobertura que se le dio a esto, de hecho, el golpe coincidió con la visita del presidente francés Georges Pompidou a China, el primer jefe de Estado del mundo occidental que visitaba China, pero en la prensa francesa el viaje de Pompidou pasó a segundo término por el golpe de Estado en Chile y el rumbo que tomaba el régimen militar. La noticia golpeó al mundo, lo dividió y alineó como había ocurrido con la guerra civil española.
La época de la Unidad Popular fue un período de muy alta división y muy alta tensión. No hay que olvidar que en la extrema derecha hubo movilización, resistencia armada en contra del gobierno de ese entonces, y resabios de eso quedan. Desgraciadamente, los fanatismos abundan en los extremos (...) El golpe de Estado se produjo porque todos fallamos, sin lugar a dudas. Las confrontaciones se llevan a extremos que son irracionales y la gente, por la misma razón, pierde el control de sus actos y todo es en blanco y negro. Muchos actores políticos lo han dicho y han reconocido su parte de responsabilidad. La política es una actividad muy noble e indispensable, pero cuando se le utiliza para aplastar al rival y no para convencer o sumar voluntades, el ambiente se echa a perder, y mucho".
Complicaciones académicas
"En enero de 1974 asumí la Dirección del Departamento de Derecho Económico de la Universidad de Concepción. En la primera semana fui a visitar a mis colegas que habían sido exonerados el 11 de septiembre de 1973: Sergio Jarpa, Misael Inostroza, Fernando Enríquez. En ese momento no había libertad académica y, por la misma razón, las iniciativas que se podían tomar estaban muy limitadas. Sin embargo, yo alcancé a hacer varias cosas que no le gustaron al régimen. En los primeros meses de 1974 entró en vigencia la política de shock y se reformuló completa la legislación tributaria chilena, por lo que organizamos como Departamento un ciclo sobre el sistema tributario chileno, que tuvo un sesgo bastante crítico. Después organizamos un ciclo de formación para dirigentes cooperativos, particularmente en el área de las cooperativas de vivienda que estaban en la lista negra e incomodaban al régimen. Desde luego, en mis clases tampoco dejé de ejercer la libertad de cátedra.
Acá también se hicieron las primeras jornadas de derecho económico y después de eso alcanzaron a realizarse tres jornadas más hasta que desaparecieron. Un año y medio después de haber sido designado, me removieron de la jefatura del Departamento y también al director de la Escuela. La universidad carecía de autonomía y libertad académica, pilares de su existencia. Además, estuve en la condición de profesor titular hasta 1980, año en que el rector delegado dictó un decreto que le quitaba la calidad de profesor titular a un buen número de profesores de la universidad. Eso llevó a que nos juntáramos para decir que la pelea había que darla por dentro y que no facilitaríamos las cosas al régimen, a fin de hacer universidad como se había hecho hasta eso momento.
Durante todo ese tiempo no sólo ejercí la libertad de cátedra, sino que mis derechos ciudadanos, la libertad de opinión y de expresión, el derecho a reunión, y participé y dirigí más de uno de los múltiples grupos que eran parte de la disidencia (...) Una que otra vez tuve alguna 'molestia', como en el mal llamado plebiscito de 1980, pero da vergüenza quejarse frente a la magnitud de tropelías de las que fueron víctimas otras tantas personas.
Cuando asumí la rectoría el año 1990 impulsé una serie de medidas de reparación que fueron unánimemente aprobadas por el Consejo Académico y el Directorio. La Universidad de Concepción fue por lejos pionera en la materia de reparación y reincorporación. Entre esas estuvo el devolverle a todos esos profesores la calidad de profesor titular, pero yo me preocupé de agregar que siempre que hubiesen tenido esta calidad al 11 de septiembre de 1973 para quedar yo fuera. Por eso tuve la calidad de profesor asociado hasta 2022 cuando se me devolvió.
La universidad estaba muy empobrecida en relación al estado en que se encontraba en 1973, lo que se notaba en una infraestructura envejecida. Durante los 17 años de intervención el nivel de inversión había sido muy bajo y sólo destaca el edificio de Odontología. El déficit de aulas era marcadísimo y la universidad estaba un poco dispersa en la ciudad, de manera que los alumnos corrían, por ejemplo, de la facultad en que estudiaban al edificio de la excasa central, en Barros Arana. Las salas habilitadas allí eran, francamente, peligrosas y habían muros abiertos por efectos del terremoto de 1960. La gente seguía atemorizada, además de haber sido maltratada en su condición funcionaria, tanto en el nivel de remuneraciones y en el trato, por eso la primera tarea era reconstruir el espíritu universitario, crear un ambiente de comunidad y tratar de cerrar las heridas que había generado esta experiencia traumática.
Las medidas centrales que adoptamos fueron, en primer lugar, la reincorporación de los docentes exonerados, algo que tenía muchas complicaciones por el costo financiero. Luego tuvimos que reincorporar a los estudiantes que habían visto interrumpidos sus estudios por razones no académicas. Estas medidas se adoptaron el primer semestre de 1990 y sirvieron de modelo para que otras universidades trataran de hacer lo mismo. El Estado creó políticas públicas orientadas a ayudar a las universidades para que hicieran el esfuerzo, pero me da vergüenza ajena las autoridades que se acordaron de este tema ya en este siglo. Así es la vida, pero nosotros tenemos muchos motivos para sentirnos orgullosos".
Senador designado y el factor pinochet
"El ser senador designado es una historia larga y para mí fue un minuto particularmente difícil, pero todo esto lo narro en mi libro Recuerdos y Testimonios. En definitiva, acepté porque lo sentí como un imperativo moral. Uno no tiene derecho a esperar que otros se sacrifiquen para hacer las cosas que uno está convencido que hay que hacer. Había que impulsar y materializar un cambio constitucional real y profundo, que incluía la supresión de los senadores designados. A eso fui al Senado, requerido, en efecto, por el Presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle. Por esa razón, uno de los primeros actos que hice como senador, en conjunto con Enrique Silva, fue presentar un proyecto de reforma constitucional que suprimía a los senadores designados y que regía in actum. Eso produjo un verdadero terremoto y facilitó que hubiese un acuerdo entre oposición y gobierno en el Senado para iniciar un proceso de reforma constitucional que culminó con la gran reforma de 2005. Estoy muy en paz con mi conciencia y nunca me he apartado de lo que he dicho y mis convicciones.
Pinochet asumió como senador vitalicio porque también estaba en la Constitución. Con él me crucé en la sala del Senado, porque en la parte central del hemiciclo, en la última fila, estaban todos los senadores designados y él como vitalicio. Con Enrique Silva pedimos que nos cambiaran, pues éramos militantes radicales y queríamos estar con la bancada socialista y PPD. A eso se accedió y estuvimos sólo el primer mes en esta bancada de los designados y el vitalicio. Pinochet pasaba por mi espalda, de manera que no tuvimos intercambio de opinión. En una ocasión, eso sí, junto a Enrique Silva estábamos revisando un comparado y de repente alguien del Senado dice que viene el general Pinochet. Nos enderezamos y me encuentro frente a frente con él. Iba a acompañado por Julio Canessa, también designado, quien nos presenta y le dice a Pinochet 'este señor es don Augusto Parra'. Pinochet me tiende la mano, yo se la di, y él me dice 'somos tocayos entonces'. Luego saludó a Enrique Silva, a quien tuvo preso.
Tuvimos conversaciones que no duraban. En esos días Pinochet decía que sentía que para los senadores él era invisible, porque se le ignoraba permanentemente, sin descortesía o enrostramientos directos. Desde luego su figura fue incómoda".
Desafíos para cambiar el clima actual
"En 1990 había un clima muy positivo de compromiso con la democracia y de real voluntad de llevar adelante la reconstrucción democrática, pero sin que se repitieran los hechos dolorosos del pasado. Todavía el tejido social no estaba recompuesto y sobrevivían muchas rivalidades, odiosidades y cuentas pendientes, aunque había un ambiente positivo. Hoy, sin embargo, no es así, ya que el ambiente actual se parece más al de comienzos de 1973 que al de 1990, y eso nos dificulta enormemente las conversaciones, los acuerdos y el caminar juntos. Hemos perdido el espíritu con que nos reencontramos con la democracia. Eso es imperdonable y es culpa de los actores políticos que anteponen la lucha por el poder y las diferencias al cultivo y refuerzo de valores comunes que nos dan vida como sociedad en todos los niveles.
Eso no es bueno, aunque no somos un país de tontos, así que nos daremos cuenta de nuestros errores y con una reacción positiva de todos, sin exclusión, vamos a poder volver a construir un ambiente fraterno y de compromiso patriótico. Tenemos que remar en la misma dirección, respetando los mecanismos institucionales de decisión. Yo creo que se puede lograr, y es cuestión de ir cambiando los ejes del debate. Es cuestión de discutir en positivo, algo que a ratos aparece en el debate público. Si se opta por la descalificación y el rechazo a priori de lo que viene del frente, entonces estamos perdidos".
Aceptó el cargo de senador designado para promover reformas a la Constitución Política de 1980. Un objetivo impuesto fue eliminar, justamente, a los senadores designados.