Prevención de inundaciones: gestión de recursos hídricos en cuencas y ciudades
Tras el terremoto de Penco, la población de la costa de la Región del Biobío se reasentó en el emplazamiento actual, proyectándose progresivamente dentro de la planicie de inundación que se forma entre los ríos Biobío y Andalién. Quedan como testigos del paisaje original las numerosas lagunas y humedales que caracterizan el paisaje local, que actualmente sirven de "piedras de salto" para que las especies locales, como los coipos, se muevan dentro de este laberinto. Sin embargo, cada cierto tiempo los ríos y humedales recuerdan sus antiguos recorridos, recuperando temporalmente espacios que hoy son ocupados por las personas.
El cambio climático trae consigo el aumento de la energía a nivel planetario, la que a su vez resulta en modificaciones de los ciclos naturales, algo que experimentamos en forma de variación de las precipitaciones, sequías extensas, pero también en la magnitud de los eventos extremos como el que hemos experimentado en las últimas semanas y días, resultando en inundaciones que no se veían desde hace años.
¿Es que llueve más que antes? En parte es así. Las precipitaciones se concentran en bloques con mayor intensidad y se reducen los tiempos de concentración del agua lluvia. Pero también es porque la infraestructura construida ha reemplazado a la infraestructura natural y el nuevo equilibrio ha perdido niveles de resiliencia.
En condiciones naturales no existen los eventos extremos, son sólo manifestaciones de la naturaleza. Las personas, para aumentar sus niveles de seguridad, modifican su entorno progresivamente y generalmente en forma descentralizada y descoordinada. Así se construyen las ciudades, ladrillo a ladrillo. Sin embargo, al cabo de algunos años, la misma seguridad que hemos construido se convierte en una amenaza. Las estructuras construidas no necesariamente son resilientes frente a las nuevas condiciones climáticas, y debemos volver a lo natural.
En este sentido, un concepto interesante son las Ciudades Sensibles al Agua, que busca recuperar la permeabilidad de las ciudades y manejar las crecidas con un enfoque totalmente diferente: en vez de conducir las aguas que se acumulan, es mejor evitar que se acumulen. Para esto se recurre a infraestructura natural e infraestructura construida multipropósito. Implica repensar las ciudades, tal y como se plantea en la Guía de Ciudades Sensibles al Agua, Guía de Drenaje Urbano Sostenible para la Macrozona Sur de Chile, elaborada por Patagua, fundación Legado Chile, Cedeus y Mapa.
A su vez, la ciudad se inserta en un espacio mayor, las cuencas, y allí también se debe aplicar el concepto de soluciones basadas en la naturaleza para disminuir la escorrentía superficial y facilitar la recarga de acuíferos.
Pero tenemos un problema (de varios): carecemos de mecanismos de ordenamiento territorial, lo que nos impide conducir procesos como las parcelaciones, que alteran precisamente los patrones de escorrentía en la cuenca. Además, nuestra estructura estatal se ha construido a partir de soluciones basadas en la infraestructura, y no está adaptada a otras soluciones basadas en la naturaleza, o incluso en la gestión.
El cambio climático pone a prueba la capacidad de las personas e instituciones para adaptarse, y en este proceso necesitamos ponernos al día en algo que otros países ya llevan bastante camino adelantado: organizaciones a nivel de cuenca que aborden la gestión de los recursos hídricos, que es completamente diferente a la administración de las aguas.