La punta del iceberg
Juan Carlos García, Ministro de Obras Públicas,
Desde inicios de febrero la región del Biobío está sufriendo una emergencia que ha dejado casi 200 mil hectáreas quemadas, casi 1.500 viviendas afectadas y pérdidas enormes en la agricultura, que es la base económica de muchas familias.
Las altas temperaturas, acompañadas de baja humedad y mucho viento generó una tormenta de fuego que avanzó de manera inusitada durante los primeros días, requiriendo de un intenso esfuerzo y trabajo liderado por CONAF, acompañado de bomberos y brigadistas nacionales e internacionales.
El trabajo conjunto entre distintas instituciones del Estado, del que fui testigo mientras fui enlace del Gobierno en la zona, ha logrado ir conteniendo los focos de incendios, por lo que ahora podemos destinar tiempo para evaluaciones, que nos permitan evitar o disminuir las posibilidades de futuras emergencias de este tipo.
En este contexto, es ineludible comenzar un diálogo con la industria forestal que nos permita avanzar en una mirada conjunta sobre cómo enfrentar el futuro, para evitar nuevas catástrofes. Sin embargo, no es el único factor que debemos considerar. Si aplicamos la teoría del iceberg, nos damos cuenta que no sólo se debe atacar lo que se ve como más evidente, sino también factores que usualmente no están en la primera línea del debate.
Los expertos han explicado reiteradamente que la mayor parte de los incendios forestales se producen por factores humanos, ya sea negligencia o intencionalidad. Cualquiera sea la razón de origen, se requiere que tengamos mejores herramientas de fiscalización. Prueba de ello es que con el despliegue de patrullajes preventivos que aplicamos en la región, bajamos de más de 30 incendios intencionales a cero durante varios días.
Otro factor a mejorar es la planificación territorial, no solo cuidando las debidas distancias entre plantaciones forestales y áreas urbanas, sino también el impacto de la proliferación de parcelas de agrado que generaron un enorme trabajo de bomberos y brigadistas para evitar que fueran alcanzadas por el fuego.
Por último, esta emergencia en particular ha demostrado que es la suma de todos los esfuerzos, públicos y privados, nacionales, regionales y comunales, de todos los sectores políticos, lo que permite enfrentar de mejor manera los desafíos que conlleva. Esta construcción de puentes para enfrentar la emergencia es también la oportunidad para hacer avances significativos en medidas que ayuden efectivamente en la prevención de incendios forestales y a la protección de familias y sus viviendas. Medidas que aborden lo más evidente, pero también aquello menos evidente pero igualmente importante. El cambio climático, las vidas y viviendas perdidas, la seguridad de las personas y la economía de cientos de hectáreas agrícolas requieren un debate serio, profundo y constructivo. Con todos los actores.