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Rodrigo Piracés, premio regional de Arte y Cultura "Eduardo Meissner" en Artes Visuales

El artista penquista que nació en Santiago para aportar en Concepción

El galardonado recibirá su distinción junto a otros cuatro reconocidos este año, en el centro cultural de Chiguayante. La ceremonia será el 14 de diciembre.
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Por Sebastián Grant Del Río

De la sincera conversación sostenida con Rodrigo Piracés, a raíz de la obtención del Premio Regional de Arte y Cultura 2022 ("Eduardo Meissner"), hay una frase que queda ahí como dando vuelta: "¿Qué más se necesita para darse cuenta que uno es de un lugar?"

Palabras que resuenan fuerte, por el contexto en el que fueron dichas, en este caso, por un artista visual que siempre ha sostenido sentirse un penquista nacido en Santiago hace 54 años.

"Llegué a Concepción (2006) sin conocer a nadie, para hacer clases de escultura en la Escuela de Artes de la UdeC (en reemplazo del profesor Luis Escalona). Pasé de cesante ilustrado a profesor, y me encontré con cientos de jóvenes entusiastas por aprender. Me hice de amigos, mis hijos se criaron y crecieron aquí, me establecí. Eché raíces y me sumergí, conocí el amor y la mujer que me acompaña hoy", relata, quien 16 años después corona su respuesta con la pregunta inicial.

"¿Qué más se necesita para darse cuenta que uno es de un lugar?"

Lógico, la aventura vital, artística y amorosa de Piracés tiene un capítulo fundamental ligado a una ciudad que, además, lo tiene como director de Extensión y Pinacoteca UdeC, desde mayo de 2018.

La misma Concepción que el lunes recién pasado le otorgó el premio Eduardo Meissner, confirmado por la seremi de las Culturas, Orly Pradena, avalando el aporte que ha realizado en estos más de 15 años.

"Mi sentimiento es de emoción, una alegría interior que se movilizó desde lo profundo", resume en palabras con las que trata de expresar el logro obtenido.

La vida es sorpresiva

-¿Lo esperabas, imaginaste que podías obtener este premio?

-La verdad es que no. Siento que hay muchas personas con trayectoria y talento en el Biobío. Muchas a las que admiro poseen un cuerpo de obra macizo y creativo, por lo que muchas podrían estar en mi lugar.

-Pero eres tú. ¿Cuál crees es el aporte que avala su concesión?

-Creo que está directamente relacionado con el discurso plástico que desarrollo en mis obras. Hacer arte es proponer desde lo subjetivo caminos y puentes que puedan ser leídos, sentidos y percibidos por los otros. Estas experiencias son las que he tratado de transmitir a los estudiantes durante 16 años de docencia, que el artista tiene un rol social en la comunidad, que el éxito no tiene nada que ver con los circuitos, sino que con la capacidad de emocionar a otro y darle la posibilidad de una nueva perspectiva. Los gremios y los circuitos son siempre engañosos y estándar, y lo creativo no tiene nada que ver con lo estándar.

-¿Sientes que las artes visuales regionales se avalan más con este tipo de reconocimientos o son cosas que pasan y al mes se olvidan?

-Lo importante de este tipo de reconocimientos, más que los premiados, es que se visibilizan las artes como algo importante. Esta idea surge cuando ves a un artista en la prensa, en los medios, entonces la mirada pública se desvía de la oferta de mercado y consumo para ver a alguien que escribe, pinta o danza, y reconoce en esa acción algo que quizás no conoce, pero sabe que es importante, porque está ahí, en la prensa, en los medios. Entonces, estos reconocimientos son una suerte de inductores a mirar más allá de lo cotidiano.

-¿Qué le falta a las artes visuales en el Gran Concepción, digamos, para sustentar un mayor desarrollo del medio?

-Espacios y respaldo financiero. La cultura no puede ser vista como una labor productiva, ya que su manifestación no es transable en un mercado, no se puede transar la experiencia individual de una persona. Falta comprender que un país para progresar debe erigirse sobre bases que lo sustenten primero desde la creencia y el autoconocimiento, que es lo que el arte y la cultura hacen.

-Te lo digo, porque la competencia potencia la escena, o sea, por ahí otra entidad que dicte carreras relacionadas a las artes visuales o escénicas haría bien.

-Sí, muy de acuerdo, la gracia de la competencia es tener interlocutores con otra mirada. La tensión genera movimiento, polémica, dinamismo, y todo esto permite que los discursos aparezcan, se debatan y enfrenten. Las ideas necesitan friccionarse entre ellas para darse a conocer y para evolucionar.

-Estás saliendo de un tratamiento de cáncer que anda bien. Desde tu persona, ¿cómo siente el artista Rodrigo Piracés esta situación?

-La enfermedad y el dolor te remiten siempre al cuerpo, a lo físico, ahí uno se encuentra con "el fin de la filosofía", como decía Nicanor Parra. Te enfrentas a lo esencial en su expresión absoluta, ya no hay divagaciones, ni metáforas, todo es el aquí y el ahora. Esta conciencia de impacto te transforma, porque cada segundo cobra más valor, cada emoción necesita ser expresada, cada proyecto requiere ser realizado. La vida se subraya y todo es fundamental e importante, la conciencia de muerte solo te hace desear vivir más intensamente. Si uno tuviese esa conciencia en la juventud, seguramente el mundo sería otro.

-¿En qué planes artísticos y creativos estás ahora?

-Ahora estoy concretando la presentación de mi libro VERSOBJETO, en la Feria del Libro de la UdeC, poesía visual, que publiqué hace cuatro años y he tenido reposando en cajas bajo mi escritorio. También termino una serie de 50 pinturas que realicé desde la pandemia, las que quiero seleccionar y presentar en 2023. Y, además, planifico una gran exposición con mis objetos y esculturas para postular al Museo Nacional de Bellas Artes.

Comentario de artes visuales

Sobre las pandemias o las políticas de control social

"La(s) pandemia(s) y su(s) metáfora(s)". Aquí algunas reflexiones sobre la exposición del artista local.
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Curadora

En "La(s) pandemia(s) y su(s) metáfora(s)", Guillermo Moscoso construye un imaginario sobre la enfermedad y los cuerpos dominados por las políticas de control sanitario que son, en definitiva, políticas de control social.

La exposición abierta hasta el 18 de diciembre en la Pinacoteca UdeC da cuenta de un trabajo iniciado en 2020, en pleno estado de confinamiento, y que culminó en el presente año.

En este tiempo, el artista retomó obras que tenía inconclusas, una revisión impulsada por el miedo a morir, reflexionando además sobre la situación social y política en que nos sumergió la pandemia del covid-19 post estallido social, e investigando sobre otras pandemias que han asolado a Chile y, en particular, a Concepción, desde los tiempos de la colonia hasta el siglo XX.

En el encierro, abordó en pinturas y collages problemáticas como la crisis del sistema neoliberal, crítica a prácticas de bio y necropolítica, el aumento de la violencia homo y transfóbica, abordando al mismo tiempo la pandemia de la tuberculosis y el VIH/sida, tema clave en su obra desde fines de los 90 en Concepción.

En 2021 y 2022 siguió con una serie de performances donde abordó otras pandemias, situándose en espacios significativos de Concepción: la sífilis en la azotea de un edificio; el cólera en la cuadra que ocupa el Servicio de Salud Concepción; el tifus exantemático en las ruinas del Mercado Central; la poliomielitis afuera del ex Hospital de niños, actual Psiquiátrico "Leonor Mascayano"; y la viruela en la orilla del río Biobío, frontera natural con Wallmapu, en el sector del puente Bicentenario.

En el cuerpo

Así, el cuerpo del artista fue encarnando ritualidades donde emergen esas zonas de dolor determinadas por las enfermedades, los espacios de poder y las políticas sanitarias, que -en el intento por frenar la expansión de la enfermedad y la muerte- implican el control de los cuerpos, y la decisión sobre quiénes y cómo deben morir. En consecuencia, agudiza la desigualdad, precariedad y violencia naturalizada de un modelo que se resiste al cambio.

¿Qué enfermedad padece realmente un cuerpo cuando es atacado por una pandemia?

La exposición es un trabajo que resitúa a los cuerpos excluidos, violentados, olvidados: el pueblo mapuche, a las infancias, a los grupos históricamente marginalizados, a los cuerpos que escapan de la norma. Una suerte de memorial que se repite, obra tras obra, en las imágenes coloridas de órganos sacralizados, en los registros fotográficos y audiovisuales de performances, así como en los objetos residuales de esas performances y sus audios.

Se trata de una multiplicidad de elementos que expanden los instantes, donde el artista ha encarnado el sometimiento y el dolor, replicando la experiencia en las huellas de cada acción, en los restos corporales, en los gestos y en su voz, en los ecos insistentes, todo rememorando a los cuerpos que ya no están.

Cada representación es un ritual desde la memoria de esas corporalidades subalternas padeciendo el horror de la enfermedad y de los sistemas de dominación.

"Cuerpos colonizados", dice Guillermo en una letanía, mientras construye altares, animitas y espacios sagrados entre la pieza de un hospital, la calle o la tierra, moviéndose transfigurado con la lentitud de un siglo.

A través de su performance, instala esos cuerpos incómodos: sufrientes, deshaciéndose en sus ropas, sus fluidos, sus fecas, sus pelos, hasta quedar solo la huella y la ausencia en el paisaje, como un tránsito donde nos conecta con la pulsión erótica y liminal de nuestros cuerpos en el momento de la muerte.

El jueves 15 de diciembre, a las 16 horas, en la Sala 3 de la Pinacoteca, realizará la performance "Chile País Miseria".