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mismo tiempo dirige colecciones, traduce, piensa antologías de difusión de cuentos fantásticos, literatura policial, de género. Se interesa por las culturas orales, las calles de Buenos Aires. Ese escritor atrincherado en una biblioteca es extraordinariamente poroso, permeable, cuyo trabajo se define muy en el tráfico entre la alta cultura y todas esas literaturas menores, prácticas o discursos que no llegan a ser artísticos, reconocidos. Para mí son muy importantes esas reconexiones, es devolverle cierto dinamismo a un escritor muy clásico como Borges. Creo que lo único que la crítica puede hacer todavía con estos autores que están tan pensados, sobrescritos, interpretados. Leyendo el libro uno tiene la sensación de que es un escritor simplemente, o sea, alguien que lidia con el lenguaje y a veces puede ser muy sofisticado o muy vulgar.
-Y comenzaste a jugar con él también, porque el libro trae las notas al pie diagramadas dentro del texto. Aparecen en un orden de las páginas que no va en el sentido clásico…
-Es como un homenaje o una conversación con la manera que Borges tenía de trabajar, no sólo sus textos, sino todo lo que hay alrededor: prólogos, notas al pie, epílogos, noticias, todos esos textitos que suelen acompañar a los textos. Con Borges hay que tener mucho cuidado, porque en esas apostillas aparentemente frívolas o protocolares muchas veces contrabandea ciertas ideas, o sentidos, que pueden cambiar totalmente el significado de lo que se está leyendo. Entonces pensando en esa importancia que Borges daba a esas zonas menores de los libros, se me ocurrió armar un texto que tuviera esta lógica medio hipervincular. No son notas al pie, porque para mí las notas en el libro son tan importantes como el cuerpo principal. Algunas son muy largas y están hechas para que el lector decida si quiere leer la nota o el cuerpo del texto al cual alude. El libro está pensado como un mosaico de textos que funciona y opera en simultáneo, cuyas piezas tienen la misma dignidad y jerarquía. La idea también es que el lector pueda perderse en el libro, del mismo modo que puede hacerlo en una biblioteca. Medio a lo laberinto, un guiño a Borges.