Por Cristóbal Gaete

S e abre una ventana. Las cortinas vuelan con el viento. "¿Qué escogerías ver al otro lado de ese vidrio?".

"A mis muertos, a quienes extraño y ya no están", responde Macarena García Moggia autora de "La transparencia de las ventanas", premiado como el mejor ensayo inédito por el Ministerio de las Culturas, Artes y el Patrimonio.

En el libro de García Moggia no sólo hay recuerdos y fantasmas, sino también cotidianidad. En ese recodo de la vida, la teórica del arte y académica del Instituto de Arte de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso encontró la primera ventana del libro que acaba de publicar: "Recuerdo la escena que cuento, esa ventana frente a otras ventanas que me llevó quizás a imaginar un libro hecho de ventanas que se abrieran y se cerraran en forma simultánea. Comencé a hacer una lista, en un momento, de ventanas en la poesía, la pintura y el cine, y la lista era inmensa. Entonces me puse a escribir acerca de ciertas historias ventaneras, muy lejanas, anacrónicas, incluso, y comenzó a aparecer este libro. De eso harán más o menos diez años".

Este es el primer libro de ensayo de la también editora de Mundana Ediciones. Antes había publicado libros muy distintos: En poesía, "Aldabas" (Edicola, 2016) y en novela corta, "Maratón" (Cuneta, 2017). También son suyos otros dos títulos de extractos de entrevistas realizadas a Adolfo Couve y Pedro Lemebel (ambos publicados en Alquimia). Esas obras las realizó en coautoría.

Los ventaneros

García Moggia define en el libro qué es ser 'ventanero': "Aquel que fabrica ventanas, pero también de quien tiene afición a mirar o dejarse ver ellas".

Otras ventanas en este libro son las obras de arte reproducidas, de una gama de artistas muy disímiles, que van desde el siglo XVIII y el pasado siglo XX; desde clásicos internacionales como Manet a fundamentales chilenos como Eduardo Vilches o Nemesio Antúnez.

García Moggia explica la elección que hizo ahora para escribir "La transparencia de las ventanas": "Cada vez comprendo más el ensayo como un encuentro de géneros distintos, donde todo o casi todo cabe. De la poesía pongo, en el ensayo, una cierta economía en el modo de decir las cosas. Y, sobre todo, en las imágenes que a veces transmiten mucho mejor una experiencia. Del ejercicio de la novela creo que tomo, en este libro, la voluntad de convertir la ventana en una forma de contar historias. Busco que las ideas, si las hay, vayan apareciendo en la deriva".

En este flujo, Macarena García, expone su vida mientras observa distintas artes, en un método que asocia y encaja los elementos que integra.

"Guardianas de la quietud, las ventanas han sido y siguen siendo un pasaje de tiempos paralelos", escribe.

Porque las ventanas en este libro no son solo las evidentes de un hogar. De hecho, consultada por los poemas de grandes autores que apareen en el libro, detalla García Moggia que "los poemas son como ventanas, irrumpen en el libro para dejar que entre viento, un aire lejano y cercano al mismo tiempo. Es lo que ocurre, a veces, cuando se asoma a la memoria un verso que fue leído o que fue recogido al vuelo en alguna página sobre la mesa. El pensamiento es así, quizás, medio ventanero, anda buscando por dónde fugarse".

Otras vitrinas

Además, de escritora y docente, García Moggia es traductora. Por ahí fue que abrió una ventana hacia el idioma italiano. Su última publicación en ese ámbito es la plaquette "Algunas palabras" (Cuadro de tiza) de la poeta Antonia Pozzi (1912-1938).

"Es una suerte de Teresa Wilms Montt italiana, una poeta de inicios de siglo XX que mezcla un imaginario romántico con ciertas búsquedas formales muy modernistas. En sus poemas insiste, además, en figuras y experiencias que me interesan mucho, como la soledad de la muerte, la maternidad y la relación entre el cuerpo y el paisaje", comenta.

Otras ventanas llamaron más la atención de la escritora: "Me gustan especialmente las que dan a ángulos extraños, las que combinan lo que ocurre afuera con el reflejo del interior, las que dibujan formas sobre el suelo", especifica.

"Este libro me permitió imaginar que una ventana, en el fondo, es también todas las ventanas. Unas a otras se superponen, porque creo que dan lugar a una experiencia a la que regresamos", acota.

Y pese a que este libro sintetiza mucho trabajo, no se da por terminada esta fijación.

"No sé si las obsesiones cristalizan, o más bien lo único que hacen es crecer y cambiar de forma. Sigo escribiendo sobre las ventanas, aunque también comienzan a aparecer otras figuras asociadas, tal vez, a una experiencia de la distancia, y la mirada, que el cristal y el marco de la ventana en una de esas disparan", remata la autora.

-¿Cómo nació este libro? -Comencé ha escribirlo durante la pandemia en mi departamento, estaba todo descascarado e inundado. Llegué hasta la mitad y luego lo dejé reposar cinco meses, tiempo en que abrí la mente a música y libros: el encierro me tenía un poco bloqueada. Cuando estuve en un nuevo departamento sin filtraciones releí y borre casi todo, pero empecé a escribir más claro. Usaba una pizarra y me puse matea. Reí harto escribiendo, los borradores los compartía con mi editora y la versión final se la mostré a mi pololo. A las amigas no, me daba vergüenza que se vieran reflejadas en algún personaje.

-¿De dónde salió este repertorio de hombres y mujeres ? -Nadie sabe ser grande, las necesidades de nuestras versiones infantiles son idénticas a las de adultos, así que hacemos cosas patéticas para que nos quieran y miren. Salvo la mejor amiga de la protagonista, todos los personajes son inmaduros, erráticos, contradictorios, absurdos. Me inspiré en mi familia, tengo 16 tíos maternos y son todos chiflados. A veces me pregunto cómo hicieron para sobrevivir, para avanzar en la vida. De niña intuía que quienes me cuidaban no sabían muchas cosas; ahora que soy yo la errática sé que nadie termina nunca de hacerse.

-¿Por qué abordar el tema de la sequía y el dolor psíquico? -Sentí que era necesario acentuar la sensación de estar fuera de agenda, de la coyuntura, de las marchas ecológicas. La protagonista vive su propia transformación, un proceso solitario, sin un gran clímax. El mundo se está acabando de a poco, casi imperceptiblemente. Están ocurriendo dos transformaciones y la vida sigue, el caos interno se funde con lo cotidiano. Originalmente la trama de la sequía iba a ser algo parecido al estallido social, pero me dolió la guata pensar en ese tema. No está resuelto aún, no se puede ficcionar una herida aún abierta.