"El Gobierno no atina en los flancos abiertos que lo desafían y agobian al país"
El también diplomático y escritor opina que "el resultado del Plebiscito va a ser estrecho y no resolverá las crisis por la que atravesamos", lo que implicará una serie de fuertes exigencias para el Presidente.
Por Rosa Zamora Cabrera
El resultado del Plebiscito va a ser estrecho y no resolverá las crisis por las que atravesamos, sostiene el escritor porteño, diplomático y excanciller, Roberto Ampuero Espinoza, quien piensa que el 4 de septiembre marcará "el inicio de otra tensa etapa de incertidumbre que requerirá mucha madurez cívica", a la vez que exigirá del Presidente "ecuanimidad de estadista, espíritu republicano e independencia de carácter para liderar el proceso de reencuentro nacional que precisamos para restañar las heridas y superar la guerrilla civil emocional en que vivimos".
Su mirada es sombría, admite, y se sustenta en lo que califica como una sucesión de graves desaciertos en la conducción del Gobierno, que "no atina en los flancos abiertos que lo desafían a él y agobian al país", entre ellos "la delincuencia desatada, la inmigración desbordada, el etno-terrorismo rampante que se amplía al centro de Chile, el narco, el sicariato, las tomas de terrenos, la inflación, la descoordinación entre ministros, las tensiones entre las alianzas gubernamentales y la polarización nacional".
Plantea que "un gobierno que tiene dificultades para garantizar la seguridad de las personas y sus fronteras, no ejerce el control efectivo sobre todo el territorio y divide en lugar de unir al país, mal puede cumplir un rol destacado en el exterior".
Esa es un área donde centra su preocupación porque, señala, la política exterior se está alejando "del consenso de los últimos decenios en materia de inserción económica mundial o la búsqueda de inversión extranjera", en circunstancias que Chile, con cerca de 30 pactos comerciales, "es el país con más acuerdos en el mundo, lo que le permite acceder a cerca de 70% del PIB mundial, un sueño para cualquiera porque abre puertas al comercio y las inversiones en ambas direcciones".
El imperativo de hoy, remarca, no es "encerrarse y mutilarse sino expandirse, porque nuestro mercado interno es pequeño y nuestras exportaciones no podrían ser absorbidas por América Latina ni esta puede suministrarnos todo lo que necesitamos". Reinstalado en Olmué, Región de Valparaíso, tras su destinación como embajador en España, Roberto Ampuero está completamente dedicado a la escritura, en los toques finales de una nueva novela que tenía abandonada desde que asumió la Cancillería. Está ambientada en el Santiago y el Berlín de comienzos de los noventa y gira en torno a los vaivenes del amor de un chileno y una alemana, adelanta, en una época de muchas expectativas, tanto en Chile como en Alemania, "y explorarla ayuda, creo yo, a interpretar el Chile y el mundo actual, y cómo han cambiado las cosas".
Zozobra e indignación
-Ha vuelto a Valparaíso, el territorio de Cayetano Brulé?, ¿Cómo fue ese reencuentro?
-He ido a Valparaíso, y Cayetano sigue con su despacho en el Turri. Pero ver la ciudad me causó zozobra e indignación. La vi destruida, rayada, sucia, maloliente, insegura y desorientada. Da la sensación de que allí hubo una guerra, que tropas extranjeras llenas de odio y rencor la ocuparon y vandalizaron. Vi "las venas abiertas de Valparaíso", diría Eduardo Galeano, vi su estremecedor naufragio, que ojalá no sea el definitivo. Vi un Valparaíso que me recordó los barrios más desolados de La Habana Vieja, aunque La Habana, justo es decirlo, tras 63 años de dictadura de los Castro, exhibe algunas cuadras restauradas. No considero al alcalde Sharp culpable de esta prolongada agonía, pero sí el Príncipe de la demolición de la sustancia material y espiritual de Valparaíso. Pienso en la generación de mis padres y abuelos, esos orgullosos porteños y leales wanderinos, y me digo menos mal que no presenciaron esto.
Pero junto con eso, expresa su reconocimiento y admiración hacia los emprendedores "que siguen creyendo en Valparaíso" y tratan de sacar adelante sus restaurantes, cafés, galerías de arte, pequeños hoteles o proyectos como la restauración del ex Colegio Alemán, creando empleo y vitalidad, "y tratando de resucitar a una de las ciudades con más carácter del América Latina".
-¿Qué valora de la política exterior del Presidente Boric?
-Me cuesta verle el perfil a su política exterior. Más allá de declaraciones con aroma decimonónico sobre la región, algunas expresiones lesivas para intereses de Chile, desprolijidades en nombramientos, dilatación en suscribir acuerdos comerciales beneficiosos para el país, y más allá de los chascarros -mejor olvidar el papelón del Presidente en Santiago, frente al Rey Felipe VI de España y, en Estados Unidos, ¡nada menos que en Estados Unidos!, ante el exsecretario de Estado de ese país, John Kerry-, no descuellan logros. El énfasis que se anunció para mayor presencia de la mujer en cargos superiores del MinRel, tendencia que anunciaba el creciente porcentaje de mujeres que ingresan cada año a la Academia Diplomática, constituye a mi juicio un positivo impulso a la Cancillería.
Pero el tema de fondo, agrega el excanciller, es a qué apuesta Chile hoy, porque su política exterior se aleja del consenso de los últimos decenios en materia de inserción económica mundial o la búsqueda de inversión extranjera. "Veo, en cambio, a un Gobierno ansioso por alcanzar para el Presidente un liderazgo regional que no tiene, una obsesión por realizar gestos que califica siempre de "históricos" y una tendencia a repetir que "todo el mundo nos mira" o que la región tiene un peso mundial del que lamentablemente carece, fuera de que atraviesa por una crisis de proporciones.
-En una carta abierta al Mandatario, la abogada internacionalista Paz Zárate dice que los errores en Relaciones Exteriores "son demasiado numerosos para el corto tiempo transcurrido desde el inicio de su gobierno". ¿Suscribe esa apreciación?
-En gran medida es efectivo, pero insisto: es injusto atribuir todo a la canciller. Los desaciertos de Cancillería se inscriben en un gobierno cuyo sello son los desaciertos hasta el momento, y que por eso registra un desplome de popularidad vertiginoso e inédito en nuestra historia, desaciertos que manan tal vez de que el mandatario se convirtió en el generalísimo de la campaña del Apruebo, cuando a causa de la grave crisis múltiple que atravesamos, debería tratar de convertirse en el artífice de los consensos y la unidad que Chile requiere con urgencia para volver a crecer y progresar, y para navegar en la cada vez más compleja situación mundial.
Posición proteccionista
-Usted sostiene que la política exterior, que responde a los lineamientos del Presidente, revela entre otras cosas "una desconfianza cepaliana, propia de los años 60 y 70, hacia el comercio mundial".
-En Chile la política exterior la define el Presidente y la ejecuta el/la canciller, conviene recordarlo. Por lo tanto, la desconfianza ante los TLCs y el comercio mundial del subsecretario Ahumada, por ejemplo, cuentan al menos con el visto bueno de La Moneda. Ahumada es conocido por su escepticismo ante los tratados de libre comercio que tanta modernidad y prosperidad han traído a Chile, y por su desconfianza hacia lo que en este ámbito avanzaron o suscribieron gobiernos chilenos anteriores en acuciosas negociaciones con el resto del mundo. Es obvio que esta posición, que en esencia es proteccionista, des-desarrollista, proautarquía y rupturista, y que traba el avance de acuerdos esenciales para las exportaciones chilenas y la consecución de inversiones, difícilmente pueden justificarse sin la instrucción o al menos la anuencia del Presidente. Por eso hay que ser prudentes al culpar a la Canciller de esto.
-¿Corresponde lo que establece la propuesta constitucional, que en materia de Relaciones Exteriores "declara a América Latina y el Caribe como zona prioritaria"?
-Esto es expresión de un ideologismo que mutila las posibilidades del país. Es como si usted se comprometiera por 30 ó 40 años a comprar prioritariamente en la cuadra donde vive, aunque más allá los productos sean más baratos, los descuentos mayores, la calidad superior y los sueldos más atractivos. Eso no aguanta un análisis racional, menos aún si en la cuadra donde usted vive las cosas son inestables, las economías no crecen o crecen poco, no se fabrican todos los productos que necesita ni hay consumidores con dinero en el bolsillo, mientras de otros barrios la invitan a intercambios más beneficiosos. Es kafkiano restringir las oportunidades propias para alinearse con retóricas que no aportan nada. Aunque nos duela: la influencia que en algún momento tuvo América Latina sigue cayendo y aún no topa fondo. El tema no es cuán latinoamericanos somos, sino dónde están las mejores oportunidades para que Chile avance, crezca y prospere.
Grossman, tpp11 y la ue
-¿Usted habló con Grossman después de que el Gobierno le comunicó que no apoyaría su candidatura a la Corte Internacional de La Haya? ¿Cuáles cree que fueron los motivos?
-Como casi todos los excancilleres, apoyé la candidatura del jurista internacional por su profesionalismo, prestigio y trayectoria, que son vastamente reconocidos a nivel mundial. Además, tuve el privilegio de trabajar estrechamente con él porque fui el Canciller durante la recta final del proceso y el resonante triunfo que obtuvimos en La Haya en 2018. Lo que queda para la posteridad del "caso Grossman" es lo siguiente: él coordinó la exitosa defensa jurídica de Chile, pero no fue apoyado en su postulación por este gobierno que, paradójicamente, integran políticos que, mientras nosotros defendíamos nuestra soberanía, expresaron su apoyo a la demanda boliviana de una salida soberana al mar. Si alguien duda de lo que digo, lo invito a ver las declaraciones de Boric y algunos de sus ministros, que están disponibles en RRSS.
El excanciller agrega que al no apoyar la postulación de Grossman, "Chile puede terminar favoreciendo al candidato argentino, que simpatizó con la causa boliviana"; de todas formas, el país queda sin representación en ese alto tribunal, donde la tuvo por última vez hace 67 años; "y la decisión de La Moneda debe satisfacer a Evo Morales y su vicepresidente García Linera, gurúes de la plurinacionalidad que inspira a un sector del gobierno y la ex Convención".
-¿Qué alcances tiene la permanencia de Chile fuera del TPP11, ahora Tratado Integral y Progresista de Asociación TransPacífico (CPTPP), en el que están Nueva Zelanda y Canadá, y al que buscan ingresar Uruguay, Reino Unido y Corea?
-La tardanza o renuencia para suscribir ese acuerdo esencial para nuestro desarrollo ya está afectando dramáticamente a Chile. Imagine sólo la ventaja que le sacan al país a diario nuestros competidores que ya lo integran y que llegan a los estantes de los supermercados de esos países con productos más baratos que los nuestros. El Tratado, en vigor desde diciembre de 2018, tiene un mercado de 450 millones de personas y es la zona más dinámica de la economía mundial. Imagínese la incertidumbre en que se debaten los productores y quienes viven de las labores vinculadas a esa producción. Desde Cancillería anuncian que antes de firmar deben realizar consultas ciudadanas. Imagino que según esa lógica lo más apropiado sería incluso hacer un referéndum nacional, lo que revelaría que el gobierno carece de posición al respecto, pero lo cierto es que la opinión del subsecretario Ahumada, y por ende de Boric, es pública. Cada día que pasa, Chile pierde posiciones y competitividad en esos mercados. El mundo no espera a Chile, como parecen creer algunos.
-¿Y el manejo del tema de la Modernización del Acuerdo de Asociación con la Unión Europea?
-Es más de lo mismo. No es la gigantesca, moderna y socialmente "progresista" UE, un mercado de 447 millones de personas, la que retrasa el procedimiento que nos beneficia, sino el gobierno de izquierda de Chile, que se hace de rogar para ocupar un asiento en un club de privilegiados. Este acuerdo tiene una larga y exitosa historia que data de junio de 1996, y su modernización se lanzó en 2017. Es decir, los gobiernos de Michelle Bachelet II y Sebastián Piñera II negociaron con los europeos para suscribir el acuerdo más moderno que haya firmado un país latinoamericano con ellos. No es sólo un acuerdo comercial, sino de asociación, o sea de generación superior. Pero ahora que todo estaba dispuesto para el sí final, el gobierno de Boric anuncia que debe revisar primero todo lo negociado por Chile durante años con 27 países. Mire, cuando un gobierno se baja a última hora de uno de los rieles claves de la política exterior del Chile de los últimos decenios, uno no está siendo serio, coherente ni confiable como país.
"Aquí no es como en la política nacional, que tras insistir en el error se pide perdón y a otra cosa, mariposa", subraya. "No, en política exterior los errores se pagan caro y no se enmiendan rápidamente porque las palabras, que pasan a los archivos, no se las lleva el viento, y los perdonazos tardan mucho en llegar". Mientras tanto, "no solo retrocedemos, sino que el resto de los países sigue avanzando a paso acelerado"; "nos bajamos de aquellos trenes que nuestros vecinos latinoamericanos añoran abordar" y Chile "deja de ser el tradicional partner sólido, previsible y constante para pasar a engrosar el grupo de países que se vuelven sinónimo de inestabilidad e incoherencia".
Política en consulta y garantes de diálogo
-El subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales anunció en la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara que sigue adelante el proceso de consulta sobre la política comercial chilena, basada sobre todo en los TLCs.
-Esta actitud de postergar decisiones esenciales alegando que deben hacer innumerables consultas a mí me huele a que se está esperando el resultado del plebiscito para definir si el gobierno abraza la posición frenteamplista-comunista o se suma a la socialdemócrata, que se identifica con la postura tradicional de Chile en los últimos decenios y en la cual coinciden la izquierda moderada y la derecha. Esto sugiere, a mi juicio, que llegaron al gobierno a enterarse de los problemas y ver qué hacer; huele además a asambleísmo, y en este caso pareciera que se pretende ganar tiempo.
-¿Qué significación tiene la decisión del Presidente de que Chile siga siendo garante en los diálogos de paz entre el gobierno colombiano y el ELN?
-Nada nuevo bajo el sol. Este rol lo asumió Chile bajo el gobierno de Bachelet y continúa hasta hoy con altibajos porque esas negociaciones son intrincadas y largas. No es fácil, eso sí, participar como garante en un proceso de paz cuando el Presidente de Chile no puede ingresar a ciertas zonas controladas por bandas terroristas con discurso étnico separatista. Debemos estar alertas porque el gobierno puede internacionalizar la crisis causada por los etno-terroristas y traer a más organizaciones internacionales que pueden terminar sentando a la mesa de negociaciones, como si de dos países se tratara, a Chile y a las bandas insurgentes.