Vivimos en una ciudad fracturada socialmente. Reflejo de ello es la segregación y el aislamiento que tienen sectores importantes de nuestras ciudades a lo largo de todo el país. Es así como en un mismo territorio, comuna o barrio coexisten seres humanos separados por un muro invisible. Expresión de ello es la concentración de viviendas con altos ingresos y, por otra parte, la concentración de viviendas con bajos ingresos.
Son mundos totalmente distintos, en imagen urbana y sus equipamientos, calidad de viviendas, códigos de vida urbana, sentido de comunidad, de identidad y amor al prójimo. Creamos dos mundos que se temen y que uno del otro siente miedo.
Lo que debe hacernos pensar es que invertimos importantes sumas de recursos para mejorar nuestras ciudades y desarrollar nuevos sectores que otorguen seguridad y calidad de vida con igualdad de oportunidades para todos. Sin embargo, no logramos contrarrestar las malas decisiones de localización de barrios construidos con recursos privados o con recursos del gobierno de turno.
El tema es independiente de la envergadura de inversión, ya que los errores se reproducen con igual intensidad y drama en estos dos mundos. Cada uno requiere del otro y solo desde la integración y reconocimiento de nuestros desaciertos, como inconciencia del problema, saldremos adelante.
Entre los factores que influyen en la construcción de este muro invisible tenemos la responsabilidad del diseñador, del arquitecto, al tener entre sus manos las primeras ideas que determinan el grado de continuidad urbana, la complementación con elementos de integración funcional, de paisaje, de servicios y sociales.
Responsabilidad para con la vida que nace en la educación que entregamos en nuestras universidades y que es compartida por las direcciones de obras, las cuales deben conciliar el bien de la comunidad sobre el bien de algunos pocos o de una persona.
Todos nosotros somos responsables de la ciudad que construimos, de la separación y el aislamiento que fomentamos a escala de un territorio.
Como lo comenté líneas más arriba, cada gobierno destina más recursos y con las mejores intenciones de realizar obras que mejoren nuestras ciudades, pero también nos hemos equivocado. Como sociedad tenemos mucho que trabajar para salir adelante, donde ninguno de nosotros se puede restar. Por el contrario, nuestro desafío es sumar una piedra sobre la otra para construir puentes de integración. Hay que reconocer la interdependencia que tenemos como miembros de una sociedad.
Se necesita tomar conciencia de que los grandes problemas que enfrenta la sociedad no pueden ser resueltos por un solo actor civil y que depende de todos y todas la solución, desde el diálogo, la tolerancia y el escucharnos y de desarrollar un proceso social y educativo centrado en el análisis integrado desde diferentes disciplinas sobre el problema.