Deficiencias del transporte público de la intercomuna
Durante las últimas semanas los usuarios de la locomoción colectiva de la provincia de Concepción se han quejado porque consideran que ha habido un notorio descenso en el número de taxibuses y de colectivos que circulan en la zona. Esto significa que en ocasiones han tenido que realizar largas esperas para poder llegar a sus domicilios, sobre todo en la noche.
El presidente de la Asociación Provincial de Taxibuses, Alejandro Riquelme, admite que hay al menos una merma de casi un tercio de la flota, y que ello se debe a que faltan cerca de quinientos conductores y que la intercomuna de Concepción tiene graves problemas de congestión de las calles, por lo que el flujo se hace lento y no se puede cumplir con todos los recorridos. Cree que los atascos siguen siendo un problema para el transporte público, por lo que sería importante despejar las vías para privilegiar el funcionamiento de la locomoción colectiva.
Pero no solo los usuarios de microbuses han reclamado por la baja frecuencia de los recorridos, sino que también lo hacen quienes usan los taxis colectivos. Se estima que la flota ha bajado en un 50% desde la pandemia. El dirigente regional de dueños de taxis colectivos, Marcelo Villalobos, ha indicado que antes de la crisis sanitaria en la intercomuna Concepción-Talcahuano había 1.600 autos y hoy no se llega a la mitad. Varios factores han influido en la merma, como los altos precios de los combustibles y los repuestos, que encarecen el costo de los recorridos. Asimismo, con la gran congestión que hay en las calles el conductor debe hacer menos vueltas y eso baja su rentabilidad y el negocio deja de ser atractivo. De ahí que los colectiveros han buscado otra forma de ganarse la vida. Y en la medida que estos factores no se resuelvan, el éxodo continuará. Por ello, el transporte público en general es partidario de que se apliquen restricciones vehiculares, que se restrinjan algunas vías y hacer reversibles otras, medidas que podría aplicar la Seremi de Transportes.
Por años se ha dicho que la locomoción colectiva de la zona funciona mal. La primera licitación del transporte público del Gran Concepción ocurrió el 2002 y se mantuvo por tres años. Después no se realizó un nuevo proceso, sino que se fue prolongando la vigencia mediante decretos.
Con frecuencia los lectores hacen ver mediante cartas a El Sur, su malestar por la forma cómo operan los recorridos, que se encuentran entre los más caros del país. Pero el tema no se reduce sólo a una cuestión de precios. Si los usuarios percibieran que el servicio es de buena calidad, pagarían con agrado el valor. La cuestión es que el público se queja por la mala calidad, con máquinas en mal estado, a tal punto que es una interrogante cómo pasan las revisiones técnicas. Tampoco se cumplen los horarios y ya se ha hecho frecuente que abandonen el servicio al atardecer, en algunos casos, para prevenir asaltos al llegar a determinados barrios. Asimismo, los conductores tienen largas jornadas de trabajo y se disputan los pasajeros, ya que parte de su ingreso se sustenta en los boletos cortados. A esto, se suman los malos tratos, especialmente a las mujeres y estudiantes.
Es indudable que estamos en presencia de un sistema de locomoción que requiere de urgentes cambios. Se ha debatido por años la relación contractual entre los empresarios del transporte y los conductores, el mal estado de los buses y la insuficiente fiscalización de los entes estatales. Y a pesar de que estos problemas son conocidos desde hace años, no se ven muchas soluciones.
Más allá de las tarifas, lo que se requiere no es sólo ordenar el sistema, sino que hacer cambios radicales que permitan contar con un transporte público bueno y seguro. Una remuneración que no dependa del boleto cortado, con incentivos al buen trato a los pasajeros, la regulación del horario de trabajo, capacitación y máquinas en buen estado, son los aspectos básicos que debiera considerar un proceso de licitación.
El público se queja por la mala calidad del servicio, con máquinas en mal estado. No se cumplen los horarios y se ha hecho frecuente que abandonen el recorrido al atardecer, tal vez por seguridad.