La historia de esta empresa se inicia en 1865, como Fábrica de Paños "Bellavista", de la mano del empresario estadounidense Guillermo Délano Ferguson, dueño junto a su hermano, Pablo, del molino del mismo nombre y accionista en el negocio minero de la zona pencona y coronelina.
Délano, sin embargo, hubo de transferir su propiedad textil en 1879 al alemán Augusto Kaiser. Bajo la nueva administración, la empresa abasteció al ejército de en la Guerra del Pacífico (1879-1883), cubriendo un ítem de no menor importancia para aquel conflicto: la vestimenta de sus soldados.
La empresa pasó por dos propietarios más: Carlos Fazzani, uno, y, desde 1897, Carlos Werner, cuando se alcanza un importante nivel de modernización tecnológica. En 1923 pasó a ser la Sociedad Fábrica Nacional de Paños Bellavista-Tomé. En 1962 fue adquirida por Carlos Yarur, pero en 1970 fue expropiada, pasando a manos del Estado, lo que perduró hasta 1973, cuando un interventor y, luego, una cooperativa de trabajadores, se hicieron cargo de ella.
En este largo decurso, surgieron otras textiles como la Fábrica Nacional de Paños Oveja (1913) y en 1932 la Fábrica Ítalo Americana de Paños de Tomé (FIAP), consolidando a Tomé como polo industrial y textil, y ello pese a la crisis de 1929. Sin embargo, la segunda caída económica, la de 1982, llegó a amenazar su existencia. Por ello, se decidió fusionarla en dicho año con "Paños Oveja". Esta unión dio origen a la "Fábrica de Paños Bellavista Oveja Tomé" (1982). Su propietario fue Carlos Ascui, pero desde esa depresión, más la apertura al mercado internacional tras 1990 y la crisis económica de 1997, no volvió a vivir las glorias de mediados del siglo XX, según testimonios de sus exempleados. De hecho, en 2007 se fue a quiebra, cerrando sus puertas en 2008. Sin embargo, el 2010 el empresario Juan Carlos Sabat adquirió la empresa, que mantiene hasta la actualidad.
El edificio, declarado Monumento Histórico el 2017 por el Consejo de Monumentos Nacionales, dio la pauta para solicitar la conservación de la estructura, estudiándose la posibilidad de convertirla en centro cultural. Su construcción data de 1913, siendo parte de un complejo industrial a cuyo alrededor se levantaron poblaciones obreras como La Rana, Latorre, La Florentina, Caracol, Los Cerezos, FIAP, Carlos Mahns, Nogueira, El Morro, San Germán, y pabellones como Chorrillos, Miraflores, Los Álamos y La Junta, en un período que abarca desde 1900 hasta mediados del siglo XX. El conjunto dio vida al barrio "Bellavista", que incluso, en sus inicios, controlaba el acceso de quienes vivían allí, algo muy propio de poblaciones construidas bajo el alero de las llamadas Company Towns (ciudades industriales).
Por ello sus moradores originales y sus descendientes, sienten un gran apego por las huellas materiales dejadas por la política económica de Industrialización para la Sustitución de Importaciones (ISI, 1929-1976). Al alero de estas instalaciones se construyeron un teatro, canchas deportivas, se hicieron eventos, paseos familiares (algunos en tren), paseos a la playa, y las inolvidables navidades comunitarias de la 'familia textil'. Es decir, no es solo la infraestructura lo que quedó, sino la marca indeleble de recuerdos que cientos de tomecinos ven simbolizados en esas murallas de 1913, y en sus propias casas, lo que permite comprender, en gran medida, el anhelo de conservar esos vestigios identitarios para conocimiento nuestro y de las futuras generaciones.