Una catedral es un edificio de carácter religioso que se convierte en sede de un obispo, quien a su vez administra y tiene jurisdicción sobre un territorio designado por el Vaticano, el cual recibe el nombre de diócesis episcopal. En el caso de la que coronaba el obispado de Concepción, su primer templo no estuvo en el valle de Penco, sino en La Imperial, ciudad que había sido fundada por Pedro de Valdivia en 1551.
Sabemos que esta primera obra sucumbió con un terremoto en 1562. El sino histórico continuó afectando estas infraestructuras con los sismos de 1570 y 1575, que derrumbaron el segundo y tercer intento. La nueva 'casa de Dios' (la cuarta) solo duró veinticinco años, ya que la ciudad fronteriza fue asolada tras la crisis generada por la sorpresa de Curalaba en 1598. Desde 1603, entonces, la sede episcopal se trasladó a Concepción (actual Penco).
Allí se construyó el quinto templo (bendecido en 1676) bajo la advocación de la Virgen de la Santísima Concepción. Pero en 1730, un terremoto y tsunami lo echaron al suelo. Hubo que levantar otra catedral, la sexta de la lista, que se hallaba terminada hacia 1751, cuando otro movimiento telúrico de gran magnitud (acompañado de un tsunami) la derrumbó. Fue entonces que la comunidad decidió el traslado al valle de la Mocha, para evitar nuevas inundaciones y daños catastróficos.
Sin embargo, el obispo José de Toro y Zambrano se negó a irse a la nueva ciudad. Resistió hasta su muerte, acaecida en 1760. Cuatro años después, vía Cédula Real, se ordenó a todos los vecinos de la 'ciudad arruinada' trasladarse a la 'nueva Concepción'. El cambio comenzó a ejecutarse el 1 de enero de 1765.
La nueva Catedral funcionó en una barraca en la esquina de Rengo con O'Higgins, hasta su traslado al nuevo templo, construido entre 1797-1805, y que se mantuvo en pie hasta el terremoto de 1835. El noveno templo catedralicio fue inaugurado en 1867, agregándosele en 1904 dos hermosas torres que perduraron hasta el sismo de 1939, cuando toda su infraestructura quedó dañada, debiendo ser derribada.
Pasado este evento, a inicios de la década siguiente se dio pie a la construcción del décimo templo, cuya terminación se dio en 1950. La consagración tardó un poco más, hasta 1964.
Este último edificio logró resistir el terremoto de mayo de 1960 y también el ocurrido 50 años después, en febrero del 2010, con daños no estructurales, lo que habla muy bien del nivel de desarrollo de la ingeniería antisísmica que ya venía dándose post terremoto de 1939.
Pero tan importante como lo anterior es la enorme carga histórica que tiene en sí el pasado de este simbólico edificio: no obstante las dificultades opuestas por la naturaleza, el pueblo penquista con su tenacidad y religiosidad ha sido capaz de reconstruir este edificio en diez oportunidades, pues representa la fe de una parte importante de la comunidad que lejos de amilanarse por estos eventos, se unió y sacó adelante trabajos que no demoraban uno o dos años, sino que décadas, tanto por los problemas financieros como por las tecnologías de esos años. Admirable es, pues, el devenir de un templo que se debe asociar a la historia de una jurisdicción eclesiástica y a la de sus fieles, cuyo obispado ya va camino a los cinco siglo de antigüedad.