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Sondeo fue realizado en abril

Estudio: 47% siente que su salud mental empeoró en primer año de pandemia

Encuesta de la UNAB aplicada en todas las regiones también mostró que las afecciones más recurrentes son la angustia, el insomnio, síntomas físicos, tristeza y llanto fácil.
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Por Redacción

Casi la mitad de los chilenos siente que su salud mental ha empeorado desde 2020, cuando comenzó la pandemia de covid-19.

Así lo reveló el Sondeo sobre Bienestar y Salud Mental elaborado por segundo año consecutivo por el Centro de Políticas Públicas de la Universidad Andrés Bello (UNAB) y que fue respondido por 2.094 personas mayores de 18 años de las 16 regiones del país.

El estudio, efectuado en abril pasado, preguntó a los encuestados cómo creían que se encontraba su salud mental en comparación a 2020: 47% de ellos respondió que "peor"; 30%, "igual"; 12%, "mejor"; y 11% dijo no saber.

Las afecciones o dolencias más citadas fueron ansiedad o angustia (55% en 2021 versus 66% en 2020); problemas para conciliar el sueño e insomnio (49% versus 62%); cansancio y fatiga (28% versus 37%); tristeza o llanto fácil (27% versus 45%), y síntomas físicos, como dolor de cabeza o molestias digestivas (24% versus 54%).

Por su parte, quienes dijeron haber incrementado su consumo de alcohol y tabaco, variaron del 15% el año pasado al 9% en la reciente medición.

Interrogadas sobre si consideraban que su salud mental se había visto afectada por la crisis sanitaria, 72% de las personas respondió que sí, 19% contestó lo contrario y 9% aseguró no saber. En comparación a 2020, las respuestas positivas cayeron 11 puntos y las negativas se redujeron en dos. "Del grupo de respuestas afirmativas, la mayoría fueron hombres de entre 18 y 29 años", detalló la casa de estudios en sus conclusiones.

NUEVO CONTEXTO

Tomando en cuenta los resultados de 12 meses antes, la UNABcalificó como un "dato interesante" el hecho de que las personas "aseguren estar sintiendo menos agotamiento y cansancio respecto al año pasado, pero, al mismo tiempo, creen que su salud mental está más deteriorada".

La académica y doctora en psicología Patricia Romero aseguró que estos resultados tienen sentido en la medida que "entramos en un estado de funcionamiento diferente del año anterior".

"Ya no estamos actuando frente a un estresor único que cesa en algún momento determinado, tampoco frente a un evento traumático particular que acontece una única vez. Estamos frente a un conjunto de condicionantes, a un nuevo contexto, que obliga a un reacomodo total en cada uno de nosotros, en nuestras rutinas, relaciones y quehaceres", comentó.

La especialista planteó que "las personas hemos tenido que adaptarnos a cumplir múltiples roles de manera simultánea, en muchos casos sin pausas, descanso ni distractores. Estamos en un nivel de sobreexigencia mayor y cualitativamente distinto".

Indicó también que la gente se siente "activa y productiva" al cumplir de manera simultánea roles distintos, como la paternidad, las relaciones de pareja y la función laboral. "Sin embargo, esto acarrea, a la vez, un costo importante en términos de salud mental: mayor irritabilidad, fatiga, sensación de presión, estrés", agregó. "Producimos bajo una presión mayor y nos acostumbramos a esto, pero eso no significa que no nos cansamos", dijo.

CONDUCTAS OBSESIVAS

Otro factor que develó el estudio es cuánto afecta la incertidumbre respecto a un posible contagio grave (65%), por ignorar el tiempo que durará la emergencia sanitaria (59%), el eventual colapso del sistema de salud (32%) y la opción de mantener el trabajo (17%).

En este apartado, se observaron varios matices al comparar los rangos etarios. Por ejemplo, 36% de los mayores se mostró inquieto ante un hipotético colapso hospitalario, cifra que solo llegó a 27% entre los encuestados de entre 18 y 29 años.

Fue justamente el segmento de menor edad el que se declaró más complicado (18%)por "no poder conciliar el trabajo en casa con el cuidado de mi familia y la realización de las tareas del hogar". Los menos afectados fueron los mayores de 45, con solo 7%.

"Funcionar bajo un estado de alerta permanente implica un costo importante en la salud mental", explicó Romero sobre la incertidumbre.

A su juicio, un escenario como este es propicio para la aparición de ideas de carácter obsesivo, que toman relevancia en la medida que les brindan a las personas la ilusión de tener cierto control de la situación.

Entre otras, ejemplificó con "revisar una y otra vez nuestras finanzas, asegurarnos de estar cumpliendo condiciones de higiene para protegernos del covid-19 o higienizar en exceso en virtud de no contagiarnos".

¿MENOS PERMISOS?

Consultados por la medida sanitaria más recomendable, 36% de los encuestados en 2021 se manifestó partidario de reforzar el aislamiento y eliminar los actuales permisos de salida, mientras que 32% se declaró conforme con las vigentes políticas preventivas establecidas por las autoridades.

Respecto del proceso de vacunación, el 50% indicó que "mejorará la situación sanitaria, pero no permitirá volver a la normalidad".


LOS DESAFÍOS DE REACOMODAR LA RUTINA

La académica Patricia Romero sugirió no forzar el regreso a los hábitos prepandémicos. "Enfrentar nuevamente la cotidianidad de las salidas, el contacto con otros, la rutina dejada atrás o los trayectos con tránsito interminable nos traerá costos inevitables, pues nos adaptamos a funcionar de otra manera. Por ello, el reacomodo a la rutina anterior implicará una demanda psíquica y afectiva, y sería deseable no enfrentarlo nuevamente desde la autoexigencia", concluyó.

Objetivo es la descarbonización hacia el año 2050

El efecto de la primera Ley Climática en España: motores de combustión interna comenzarán a desaparecer en el 2040

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Una hoja de ruta tendiente a disminuir las emisiones de gases contaminantes, que implicará el veto para los vehículos contaminantes desde 2040, trazó España al aprobar su primera ley de Cambio Climático y Transición Energética.

En el contexto actual de urgente reactivación de la economía frente a la crisis sanitaria y social, la normativa se postula como palanca para alcanzar la plena descarbonización en 2050 impulsar el transporte eléctrico, las energías renovables y proteger la biodiversidad.

Una de las medidas más destacadas es la reducción paulatina de emisiones de los vehículos de pasajeros y comerciales ligeros, de modo que a partir de 2040 no podrán venderse los que emitan dióxido de carbono y una década más tarde ni siquiera podrán circular.

Además, establece la obligación de instalar puntos de recarga de vehículos eléctricos en gasolineras y en edificios.

OBJETIVOS MÍNIMOS

El texto se ajusta a los compromisos internacionales de lucha contra el cambio climático, como el Acuerdo de París, y destaca el propósito de España de alcanzar la neutralidad climática "no más tarde de 2050".

La norma establece también varios objetivos mínimos nacionales para 2030, como reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en al menos 23% respecto de 1990; alcanzar una penetración mínima de energías de origen renovable en el consumo energético final de 42%; y lograr un sistema eléctrico con, por lo menos, 74% de generación a partir de energías de origen renovable.

A partir de 2023, las autoridades podrán revisar estos objetivos, al alza, para 2030.

La ley se verá reforzada por las estimaciones oficiales, según las cuales la transición ecológica atraerá más de 200.000 millones de euros de inversión en la próxima década y generará entre 250.000 y 350.000 empleos netos anuales; las inversiones, el ahorro energético y la mayor presencia de energías renovables aumentarán el PIB en cerca de 1,8% en 2030, respecto de un escenario sin medidas.

Entre otras, también se estableció la obligación de crear zonas de bajas emisiones en las ciudades de más de 50.000 habitantes para 2030, para reducir la contaminación atmosférica y las emisiones de CO2.