Recordar a un ídolo, amigo y compañero
El destacado arquero nacional dejó un sin fin de recuerdos en aquellos que lo conocieron, ya sea como ídolo, futbolista, arquero, amigo y profesor.
Por Iris Quevedo Luna
En Brasil un niño de 6 años canta el himno nacional chileno a todo pulmón. En la pantalla de la TV un equipo de 11 futbolistas canta con él. Sus padres dicen orgullos que el n° 1 es de la provincia de Concepción, igual que ellos. "¡Es como un gato!", exclama la madre durante el juego. "Así le dicen", le explica el padre, mientras el relator describe las atajadas que realiza el portero chileno.
Ese es el recuerdo que tiene Carlos Moncada al comenzar a hablar de su primer ídolo, Mario "Gato" Osbén, el destacado futbolista nacional que falleció a los 70 años el domingo pasado 7 de febrero de un ataque cardiaco en el Hospital Regional de Concepción, donde fue trasladado ya de gravedad desde su casa en Chiguayante.
Su muerte estremeció no sólo al mundo deportivo, sino a las miles de personas que crecieron viendo sus partidos y admirando sus reflejos al momento de atrapar la pelota. Sus facetas fueron varias, futbolista, director técnico y concejal; fueron las más reconocidas. Hoy a una semana de su despedida cercanos, amigos y fanáticos recuerdan al hombre tranquilo y alegre que fue.
Una de aquellas personas es Carlos Moncada, que después de 41 años, continúa recordando ese amistoso Chile-Brasil de 1980, donde a pesar de perder 1-2, la actuación del arquero no dejó indiferente al pequeño que lo veía en tierras extrajeras.
"Ese mismo año volvimos a Chile, y en 1981 fueron las eliminatorias para España, el Mundial del '82. Ahí estando aquí en Chile y en Concepción (su ciudad natal), y ver que en esa clasificatoria el "Gato" no recibió goles en contra, si ahí ya era mi ídolo, con eso se convirtió en lo máximo", relata Carlos emocionado recordando las ilusiones que tenía a los 7 años de salir campeón del mundo sólo por aquella figura. "Para mí, la selección era el 'Gato Osbén', yo jugaba al arco por él", relata recordando los partidos de su niñez.
Sin embargo, curiosamente la historia de su ídolo en aquella posición no comienza con él ofreciéndose para jugar de arquero.
EL BASQUETBOLISTA AL ARCO
Arnoldo Villarroel fue amigo y compañero de Mario Osbén desde que ambos jugaban fútbol en el Club San Pablo de Chiguayante. Era 1965. "Mario no partió tan joven como nosotros, en esa época los infantiles comenzaban a los doce años y él partió como a los 15. Porque él no era futbolista, él era basquetbolista, y de los buenos", explica Arnoldo enfatizando en la última parte y agregando que por esta razón el "Gato" no jugaba permanentemente en el equipo, pero sí siempre los visitaba.
Así, "hubo una vez que él llegó a vernos, en una ocasión donde nos faltó arquero y por esas casualidades de la vida estaba el Mario y se le pidió si acaso quería jugar al arco porque como era basquetbolista tenía seguridad en las manos y aceptó. La verdad es que desde ese partido no lo sacamos más del arco", relata alegre Arnoldo al recordar ese inicio improvisado de quien sería calificado por muchos como uno de los mejores arqueros nacionales. Al año siguiente de esa anécdota, le hicieron una despedida "en la mítica cancha 2 de Chiguayante", porque Mario Osbén comenzaba su carrera profesional en Deportes Concepción.
RATOS LIBRES DE DOMINÓ
Desde ese comienzo en el profesionalismo, Osbén recorrió distintos clubes: Deportes Concepción, Ñublense, Lota Schwager, Unión Española, Colo-Colo, Cobreloa y Universidad de Concepción. En dos de ellos Víctor Merello compartió con Mario, además de jugar juntos en la Selección Chilena.
Su primer encuentro fue en Lota Schwager. Los dos eran muy jóvenes, sin embargo, ya tenían un espacio en el fútbol regional. Luego cada uno recorrió su camino futbolístico hasta que, en la década del '80, ya cada cual con un renombre nacional, se vuelven a encontrar, esta vez por un tiempo más largo, en Cobreloa.
Una de las actividades recurrentes que realizaban, además de jugar fútbol, era el compartir en torno a los juegos como las briscas, y, en especial, el dominó. Vicente Cantatore, jugador y entrenador argentino que compartió con Mario tanto como compañero de equipo en Deportes Concepción y como director técnico de Cobreloa, les había dejado esa tradición.
"Era una forma de juntarnos, de conversar, de lanzar la talla previo a los partidos, después de un almuerzo, o en la cena antes de irse a la habitación", explica Víctor Merello.
Uno de los recuerdos que tiene con Osbén es justamente en torno al dominó, cuando lo apodó John Wayne, en uno de esos reñidos momentos en que las piezas no estaban a su favor. "Me quedaba una sola ficha, y le tocaba a él. Me dijo 'a este lo voy a pillar, aunque me dispare' así dijo, y puso la ficha y justo la que me quedaba era la que él había puesto, o sea gané el juego, entonces me puso John Wayne, porque disparé al momento final, y lo maté, una cosa así", recuerda risueño el seleccionado nacional quien agrega que el humor y alegría era algo que caracterizaba a su amigo y compañero, pese al respeto que irradiaba.
PERÓN, PERÓN
Antonio Rivas, alcalde de Chiguayante, conoció a Mario Osbén en el Club San Pablo como concejal en uno de los bingos que se celebraban y recordó una de las anécdotas que oyó de parte de Carlos Caszely en el teléfono.
La historia que le compartió el deportista nacional data de esos años cuando Osbén y Caszely eran compañeros y amigos en la Selección Chilena. "A Mario le pusieron 'el perón'", cuenta Rivas antes de comenzar la historia. Un apodo que nació de esa particular forma de llamar en Chile al que llega constantemente de visita a una casa a "pegar la pera", pero que, al otro lado de la cordillera, en una de sus giras, le causó uno que otro problema.
"Resulta que en una oportunidad estaban en Argentina en el año 82' y estaban fuera de un restorán. Mario estuvo muy entretenido esa noche así que salieron y empezaron a gritar ¡Perón, Perón¡ (melodioso). Casi los detienen, llegó la policía, por estar gritando el nombre Perón en Argentina en pleno año '82", narra el jefe comunal de Chiguayante entre risas, explicando el hecho de que el país trasandino estaba en plena dictadura militar.
Mario Osbén fue concejal de Chiguayante durante dos periodos, de 2004 a 2008 y luego de 2012 a 2016. Fue durante el primero que coincidió con el ahora alcalde de la comuna, Antonio Rivas, quien recuerda trabajar codo a codo con él en algunos proyectos. "Mario aconsejaba con mucha sabiduría respecto de la vida, él buscaba la manera en que los concejales tuviéramos una buena convivencia y que, por cierto, apoyáramos la gestión de Tomás Solís (alcalde de ese tiempo). Yo creo que Chiguayante le debe mucho a esa voluntad republicana que él tenía", reflexiona Rivas.
EL "PROFE", UN PAPÁ FUTBOLÍSTICO
Entre el paso que dio Mario Osbén de la portería a la Municipalidad de Chiguayante, hubo un importante hito intermedio.
El jugador retornó a la zona en 1994 tras un largo camino recorrido. Pero aún le quedaba historia por escribir. Ese año lo invitaron a jugar en el recién creado Club Deportivo Universidad de Concepción. Alcanzó a desempeñarse como arquero un par de veces antes de que las lesiones se lo impidieran por más tiempo. Pero eso no fue excusa para alejarse del equipo, con quienes ya tenía una relación más bien paternal, lo cual se acentuó cuando en 1996 asume como director técnico del plantel. Era un momento importante porque el equipo UdeC estando en Tercera División tenía la oportunidad de pasar a Primera y convertirse en profesionales, y así lo hicieron un año después, en 1997.
Germán Ortiz fue uno de sus pupilos en aquella época y relata que era un hombre de pocas palabras, pero que bastaba una mirada o un gesto para entenderlo. También era cariñoso y alegre. Cuando supo la triste noticia de su fallecimiento no podía creerlo. Rápidamente sus excompañeros, con quien mantiene contacto se comunicaron con él.
"Conversamos un poco en el grupo que tenemos con los jugadores de la Universidad de Concepción que salimos campeones ese año (1997) y la verdad es que él fue nuestro padre futbolístico", plantea Ortiz con tono reflexivo, y hablando por los 24 jugadores que vivieron ese importante momento en la historia del equipo local.
La relación que mantuvo con "el profe", como lo llama Germán, no quedó allí, sino que continuaron una relación de amistad. El destino después los volvería a unir en el Club San Pablo, donde lo dirigió nuevamente ahora ya de adultos en el fútbol amateur. Y es que hasta antes de la pandemia Mario Osbén continuaba anhelando los fines de semana para ir a dirigir en club donde inició y reencontrarse con el deporte que fue su pasión.