Capilla del Sagrado Corazón vive un complejo presente
Con graves daños luego del 27/F, el templo permanece cerrado y se enfrenta al paso del tiempo.
En la segunda mitad del siglo XIX se instalaron en la zona diversas instituciones educativas, la mayoría dependiente de congregaciones religiosas, que continúan hasta hoy educando a diversas generaciones de penquistas.
Uno de los más tradicionales es el Colegio del Sagrado Corazón, ubicado en Maipú 349. Fundado a pedido del entonces obispo José Hipólito Salas, un 25 de mayo de 1865, por la Madre Mary MacNally.
Uno de los aspectos más importante, es que se trata del último autorizado por la fundadora de la congregación, la francesa Santa Magdalena Sofía Barat.
"Los penquistas reconocen que en este sitio se ubica un establecimiento educacional, popularmente descrito por el tono del uniforme de sus estudiantes: 'las de color café'. Lo que muchos desconocen es el conjunto de valores del lugar que, en tiempos normales, es concurrido en su interior por miles de personas y en su exterior por otros tantos", asegura Gonzalo Ortega, académico del Departamento de Historia y Geografía de la Ucsc.
Siempre en la misma ubicación, hoy el colegio alberga un gran tesoro en su interior, su casi desconocida y hermosa capilla.
IGLESIA
El actual espacio fue construido entre 1940 y 1943, ya que el antiguo edificio fue destruido por el terremoto de 1939, convirtiéndose así en una de las primeras obras que vio la ciudad post cataclismo.
Obra de los arquitectos Álvaro Gacitúa, Óscar Zaccarelli y Stefano Barbieri, la recuperación completa del colegio duró casi toda la década del 40. De los hitos más relevantes fue la inauguración de la actual capilla el 5 de noviembre de 1949, por el arzobispo Alfredo Silva Santiago, acompañado de numerosas personalidades de la vida pública y política.
Caracterizada por ser de planta en cruz, cuenta con una construcción de materialidad mixta, con albañilería reforzada, losas de hormigón armado y una techumbre con cerchas y vigas de roble. Al ingresar, se observa una clara disposición de una iglesia típica pre Concilio Vaticano II.
De acuerdo a Ortega, el templo cuenta con una arquitectura ecléctica. "Mezcla diversos estilos, donde prima el neogótico. Principalmente, por su falsa bóveda de crucería con nervaduras meramente ornamentales de su única nave y algo de neorrománico al observar los arcos de medio punto de sus amplios ventanales", explica el académico.
En su interior conserva 14 frisos en alto relieve, que muestran las estaciones del vía crucis. Una obra del argentino Mario Ormezzano, el mismo que años más tarde haría el relieve del Arco de la Universidad de Concepción.
Otra de las señas que saltan a la vista, apenas se ingresa al templo, es su luminosidad. Una que está dada, en gran parte, por los 10 vitreaux que decoran su interior y que fueron realizados por Laureano Guevara, Premio Nacional de Artes en 1967.
Pese a todo esto, lo que más impacta es el enorme cristo de mármol blanco italiano que se ubica frente al altar central. Regalado por la superiora de la congregación, Marie Therese de Lescure en 1955, según la religiosa, ex directora y encargada del archivo, Bernardita Délano -quien falleció en julio pasado- tuvo que ser instalada con ayuda de las grúas de la siderúrgica Huachipato.
Para el también docente de Historia el valor patrimonial de este espacio es trascendental por su materialidad, estilos y sus autores. "Artistas, arquitectos, todos y todas quienes participaron en su construcción", resumió
EL PRESENTE
Pese a su magnificencia, hoy la capilla enfrenta un triste y preocupante presente. Debido a los daños que dejó en ella el terremoto de 2010, se encuentra cerrada y con un evidente deterioro.
Tiene daños en sus relieves, vitrales quebrados, figuras religiosas rotas, llamativas grietas en sus paredes, en su techumbre y sus vigas de roble. Incluso, parte de su estructura se encuentra ligeramente hundida. Por fuera, los problemas también se evidencian.
"Un trozo de nuestra identidad está ahí, a la espera de una oportunidad para seguir construyendo, formando y enseñando parte de la historia local. Tal vez, siendo declarado Monumento Nacional y luego restaurado, pero no es tan fácil", sostiene Ortega.
Una de las personas que recuerda con especial anhelo los años en que la capilla estaba en uso, es la hermana María Inés Toro, religiosa, docente y ex alumna del colegio. "Como no alzar la mirada hacia la altura y fijar mis ojos en Jesús resucitado, con su corazón expuesto y de brazos abiertos. Para una niña es sentirse protegida, contenida", expresa.
Quizás, agrega, estas palabras finales de una oración al Sagrado Corazón reflejan lo que siempre he sentido al estar en ella y ver la imagen del Sagrado Corazón de Jesús. "Pues me abandono a Ti con plena y total confianza de que tú no me abandonarás jamás", finaliza la religiosa.