Viene de la página anterior
-¿Qué cree que debiera llevar como novedad una nueva Constitución?
-Muchas cosas, muchas. Yo no soy experto constitucionalista, pero lo que he estudiado es que la Constitución del 80 es la más ideologizada de las que ha tenido Chile. En ella se indica que el regulador de nuestra actividad es básicamente el mercado. Nosotros creemos que la Constitución lo que debe consagrar es la dignidad del individuo. La persona, como eje central de la Constitución. Después empezaremos a discutir otras cosas como la igualdad de género, o el medio ambiente, porque ahí somos no neutrales. Por ejemplo, la Constitución del 80 dice que hombres y mujeres tienen igualdad ante la ley. Ya, eso está bien, pero lo puedes intencionar mucho más, por ejemplo, buscando paridad como en el Congreso, o criterios de paridad en los cargos en el Gobierno y que esto quede instaurado en la nueva Carta Magna. O en el tema medio ambiental, porque ahí somos no neutrales. El crecimiento económico acelerado sin ninguna consideración con el medio ambiente es algo en lo que no somos neutrales, ya estamos en un choque. Ese crecimiento acelerado, en su concepción, es infinito, pero choca con un planeta que tiene recursos finitos. Entonces hay que desacoplar estos elementos y el uso irracional de estos recursos. También un Estado plurinacional donde se reconozcan a los pueblos originarios como actores. La distribución del poder en forma territorial.
-¿Descentralización?
-No es sólo descentralización, en el sentido de que las regiones puedan autodeterminarse, sino que también la región tenga injerencia en lo nacional. Es centralizar de otra manera, que en la votación centralizada, tengan responsabilidad también las regiones. Es en ambos sentidos.
-¿Qué es lo que más le interesa?
-La participación ciudadana. Nosotros creemos en la democracia representativa, pero ¿quién dijo que no puede tener acciones de una democracia participativa? Hablo de referendos, plebiscitos revocatorios, regionales.
-Este es justamente un gran desafío del proceso constituyente: cómo se abre a la participación ciudadana.
-Ese es otro tema. La legitimidad de la nueva Constitución se basa en dos cosas. Se juega en que los independientes estén presentes en el proceso, que los constituyentes efectivamente representen a todo el país. Pero si ese lote de gente se va a un refugio de alta montaña, si se encierra en Portillo, por dar un ejemplo, y trabajan un año a puertas cerradas y generan la mejor constitución histórica, la mejor escrita, igual no va a tener legitimidad. Porque la gente no va a haber participado. La gente no sólo quiere participar en la elección de un alcalde, en la elección del diputado o el constituyente, lo que quiere es participar directamente en lo que está ocurriendo. Por eso estamos hablando de una democracia que tiene que tener más participación. Nadie ha discutido cómo el reglamento de la convención va a incorporar la consulta o la forma de participación ciudadana. Mediante consultas, diálogos presenciales, no sé, habrá que discutirlo, pero tiene que haber una fórmula. Si no, no va a estar legitimada. Por eso es tan delicado lo que hablábamos al principio, porque si al final esta nueva Constitución no tiene esa legitimidad, se van a sentir frustrados, tristes, enrabiados, enojados.
-¿Es eso es lo más peligroso?
-Entre el engaño y el enojo hay una distancia muy cortita.
"Tenemos mucho que aportar en una discusión constitucional que va a hablar de las reglas del juego, de cómo se arma todo esto para que podamos vivir en una democracia mucho más plena y participativa".