Preocupación por el ciberacoso escolar
La Superintendencia de Educación ha señalado que el 18,4% de las denuncias por maltrato físico y psicológico recibidas en el primer semestre del presente año, correspondieron a ciberacoso escolar, esto es, molestar en forma persistente a compañeros en clases online, u hostigarlos a través de redes sociales como WhatsApp e Instagram, un problema que afecta más a las mujeres que a los hombres.
Debido a la pandemia de covid-19, los establecimientos educacionales han realizado sus actividades académicas a través de teleclases y, por lo mismo, el acoso presencial entre estudiantes se ha trasladado mayormente a las redes sociales, con la diferencia que antes se veía la cara al agresor, pero ahora se esconde tras un apodo, es más masivo, tiene más herramientas y a veces un curso entero se hace parte del acoso por las redes.
El ciberbullying o ciberacoso muestra un alza persistente en los últimos años, ya que da cuenta de los conflictos de relaciones entre los estudiantes, que al no ser resueltos por el colegio, se trasladan a los espacios virtuales. Una encuesta de tipo nacional realizada el año pasado por la Fundación para la Convivencia Escolar y la Facultad de Educación de la Universidad de los Andes, arrojó que un 24% ha visto cómo otros han sufrido bullying en la forma de mensajes crueles e hirientes o fotografías ofensivas por medio de internet o redes sociales. Además, un 8% declaró haber vivido una o dos veces algún episodio de este tipo por medio de la web.
Más del 95% de los niños y jóvenes tienen celulares, y la inmensa mayoría de ellos también tiene acceso a las redes a través de los computadores. Como contrapartida, se han masificado los ataques entre ellos mismos, especialmente en el ciclo que va de quinto hasta octavo básico. Con la masificación de las redes sociales y el uso de tecnología, ha crecido también la preocupación de los padres respecto a los ataques que pueden sufrir sus hijos e hijas a través de las redes sociales, ya que los casos son más frecuentes y menos controlables fuera del ámbito escolar. Debido a ello, la Superintendencia de Educación ha dispuesto que los sostenedores de los colegios incluyan este tema en sus protocolos, actualizando sus manuales de convivencia, con el fin de que la comunidad escolar tenga claro cómo enfrentarán situaciones de hostigamiento a través de las redes. Asimismo, la página de ese organismo recoge las denuncias que pueden realizar los padres y el seguimiento que se debe hacer de los respectivos casos, con el fin de que haya soluciones.
La intimidación sicológica y hostigamiento a través de equipos tecnológicos, provoca daños insospechados en los estudiantes, junto con vulnerar sus derechos como personas. En casos extremos, incluso ha llevado a las víctimas a aislarse o atentar contra su propia integridad. Hay que considerar que parte de los contenidos que se envían por celular son obscenos u ofensivos. Resulta evidente que no puede haber calidad en la educación si los niños no se sienten seguros en las clases, cuestión que también genera aprensiones en los padres.
El hecho de que las denuncias por maltrato se concentren especialmente en los cursos de quinto a octavo básico, habla del uso de las tecnologías desde muy temprana edad, por lo que hay que considerar que el empleo responsable de ellas involucra no sólo al colegio, sino también a las familias. Por este motivo, en algunos establecimientos educacionales se dictaron el año pasado charlas a los menores para advertir acerca de estos problemas y cómo enfrentarlos para no ser una víctima de ellos.
Ante esta realidad y la crueldad con que actúan algunos menores en contra de compañeros, es necesario guiar a los escolares en el buen uso de las tecnologías. Si bien casi todas las familias tienen acceso a estos adelantos, es necesario instruirlos sobre sus beneficios cuando son bien utilizados y también los perjuicios que provoca su mal uso.
Debido a la pandemia, los colegios han realizado sus actividades académicas a través de teleclases y, por lo mismo, el acoso presencial entre estudiantes se ha trasladado mayormente a las redes sociales, con la diferencia que antes se veía la cara al agresor, pero ahora se esconde tras un apodo y es más masivo.