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Nueve títulos entre cortos y largometrajes

"Hecho en Biobío" online muestra parte del cine realizado en la Región

Iniciativa, enmarcada en el ciclo "Cine para resistir", organizado por la producción del festival BioBioCine, da cuenta de una realidad, que se está gestando en una industria cada vez con más presencia.
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La mirada de Francisco Toro, director de BioBioCine (BBC), viene del lado de la experiencia sensible y el conocimiento que le ha facilitado liderar el festival cinematográfico desde su partida en 2013.

Por lo tanto, sus palabras, más que a sonar simplemente correctas, apuntan a una realidad y un medio que el también realizador de 36 años observa con los pies en la tierra. "Se puede plantear que existe una naciente industria que está buscando su identidad", resume sobre la consulta respecto al desarrollo del medio cinematográfico en la Región.

Ahondando en el concepto de identidad, Toro señala que ésta se funda en cuanto a construir una imagen del territorio a través del cine. "Éste también relacionado con problemáticas sociales que siempre están presente, como una marca urbana y una cierta ruralidad en el cine hecho acá", acota.

Justamente, alguno de los aspectos señalados anteriormente son los que se están develando en el apartado "Hecho en Biobío", como parte del ciclo "Cine para resistir" planteado por la organización del festival, como una forma "de acompañar a la gente en sus casas", a través de un conjunto de 30 películas, programadas durante todo el mes de junio.

Con un cuerpo fílmico entre largos y cortometrajes que suman un total de nueve títulos, cada viernes la propuesta busca dar visibilidad a los realizadores regionales. "Además, generar un diálogo con el público en torno a propuestas que, finalmente, hablan de nuestras problemáticas y realidad local", explica el encargado del ciclo hecho en colaboración con el Teatro Biobío, a través del programa "TBB en casa", efectuado de manera remota, a través del Facebook de la entidad cultural.

Para la jornada de esta tarde, programada desde las 19.30 horas, están considerados cuatro cortometrajes vistos y reconocidos en distintas versiones del BioBioCine desde 2015, cuando partió la sección. Los títulos son "Mar de árboles", de Matías Vásquez, "96 días" (Ana Coloma), "Aguas color violeta", de Juan Pablo Quiroz y "Un cuarto para las tres", dirigido por Adrián Sobarzo.

"Se trata de un acercamiento a los nuevos directores de la zona, todos jóvenes con edades que promedian los 25 años, con obras realizadas durante los últimos tres años hasta el 2019", comentó Toro, enfatizando que eran obras reconocidas en el festival -la suspendida octava versión este año tenía fecha entre el 1 y 6 de junio- por el público asistente. "Los realizadores van a presentar sus películas y conversarán con los asistentes a través del Facebook del Teatro Biobío", indicó el encargado del BBC.

LO BUENO DE UNIRSE

Aunque la propuesta "Cine para resistir" ha sido desarrollada, entre miércoles y sábado, a través de las plataformas digitales del festival de cine con sede en Concepción, Francisco Toro destaca la asociación generada con el Teatro Biobío, para efectuar "Hecho en Biobío".

"Es parte del espíritu del Teatro, para inyectarle recursos a los artistas regionales. En este caso, nosotros fuimos el puente, en el marco de una asociación importante, porque el Teatro Biobío es una de las instituciones más relevantes de la Región. Además, pienso que hoy la asociatividad es una de las claves para el desarrollo de proyectos de esta naturaleza", destacó Francisco Toro, agregando que este recinto es, también, una de las sedes del festival.

Francisca Peró, directora ejecutiva del Teatro, desde su inauguración en marzo de 2018, señaló que para ellos como institución cultural BioBioCine resulta un festival fundamental para el sector audiovisual.

"Efectivamente, hemos sido sede en la versión 2018 y nos entusiasmaba enormemente serlo este 2020. No fue posible producto de la pandemia, pero quisimos continuar este trabajo poniendo en relevancia a las y los creadores de nuestra Región en nuestro programa #TBBenCasa", sostuvo, mostrándose muy satisfecha con la posibilidad de ser una ventana para mostrar el cine hecho a nivel local.

Al respecto, Toro agregó que en particular "Hecho en Biobío" emergió como parte de las cinco secciones del festival como una vitrina exclusiva para darle el espacio a nuestro cine. "Por lo mismo, quisimos que el jurado fuera la gente, que reconocieran las películas hechas en nuestro territorio", señaló, en torno a lo que podemos apuntar como una gala del cine regional.

Sobre las próximas fechas, el viernes 19 de junio está programado "Curarrehue, cantatas y sopaipillas", documental de Ángela Jarpa, sobre el centro cultural con sede en San Pedro de la Paz, estrenado en 2018.

Finalmente, el viernes 26 estará dedicado a dos piezas del director Carlos Vergara ("Thanax"). El oriundo de Talcahuano presentará el cortometraje animado "Adeventum", de corte fantástico, premiado en 2016, y su debut en el largometraje con "José Cristo", cuyo adelanto del proyecto se dio a conocer en BBC hace dos años. La película, también de género, aborda una trama desarrollada en los cerros del puerto con claves en la comedia negra.

Paulo de Jolly o aquella obsesión que puede salvar

Nacido en Santiago, en 1952, el vate falleció el pasado 8 de junio, dejando algunas obras hoy consideradas de culto. Entre ellas "Louis XIV" (1982), reeditada en 2006 y hace dos años por ediciones UDP.
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POR TULIO MENDOZA BELIO - Academia Chilena de la Lengua

Ha fallecido Paulo de Jolly (1952-2020), un poeta de culto y muy culto él mismo, enigmático, excéntrico, extraño, refinado, "poeta historiador", según su propia definición. Dedicó su brevísima obra a cantar nada menos que la órbita de la Francia de Louis XIV, el Rey Sol: "Pequeñas ideas desarrolladas en el tiempo". Asunto que, también en sus palabras, él no eligió sino más bien el tema lo escogió a él.

En un principio, en 1982, Paulo de Jolly repartió sus poemas en hojas bien encuadernadas y lo hacía en bicicleta. Lihn, Maquieira, Turkeltaub, Fontaine, Rubio, fueron sus lectores. A propósito de Lihn, conocida es la historia de la interrupción que hizo de Jolly en una lectura de poetas disidentes, "de los ya maduros poetas de los grupos Trilce y Arúspice", afirma Lihn, en el Instituto Cultural de las Condes, donde el presentador y comentarista de los textos que se leían era precisamente el mismo Lihn.

Paulo de Jolly le dijo que los poetas también tenían derecho a expresarse y que, por otra parte, los encontraba "llorones", porque "la poesía era un arte más grande, más elocuente, más arquitectónico". Hasta ahí llegó la reunión que moderaba Jaime Quezada.

Sus continuos viajes a Francia, a partir de 1971, y sus amplias lecturas, especialmente una edición de la Enciclopedia Británica de 1917, gatilló en él una obsesión que fue deslumbramiento: el Renacimiento. Y lo más importante: "… un encontronazo con Versalles en persona", el mundo versallesco, más allá de todo. Pero no solo esto: su bipolaridad y el hecho de haber residido por más de 20 años en diferentes residencias siquiátricas, fue de seguro lo que produjo esa perturbación anímica producida por una idea fija.

UN PROYECTO

Su obra surge en la década de los 80, época de dictadura, represión y muerte. Y mientras sus compañeros de ruta daban cuenta del horror de lo que eso significaba, a través de recursos como el enmascaramiento y la connotación, tratando de burlar así la represión y apelando a la ignorancia del inquisidor, Paulo de Jolly ofrecía su proyecto escritural al gobierno de turno.

Eso con la idea de ser escuchado y poner en ejercicio desde el poder, su modelo como expresión de la belleza y el esplendor monárquico del arte en la Francia de Louis XIV. Ilusorio ejercicio, pues nada más lejano del arte y de lo bello que el horror de los regímenes dictatoriales y la negación de la poesía que, como sabemos, es siempre resistencia, pulsión de vida, fuerza libertaria.

Aun pensando en las buenas intenciones del poeta, su empresa no podía tener otro asidero que su obra misma, no contaminada por la destrucción evidente en la cual se sumergía el país. De hecho, ninguna autoridad lo consideró.

Distinto es el caso de una escritura que, frente a la barbarie, cantó y significó el cuerpo, el erotismo, el deseo, la seducción, la belleza, la celebración y el amor, como antídotos indispensables.

La idea de Paulo de Jolly acerca de que "todos los poetas cantan acompañados hasta que comienzan a cantar solos", nos habla de tradición y de cultura, lo que Gonzalo Rojas, en su poema "Concierto", sugiere con la idea de que entre todos escribieron el libro.

Paulo de Jolly, imbuido en la poesía inglesa, también señala su lista: Shakespeare, Chaucer, Donne, Browning, Pound, Dryden. Y agrega a Mallarmé, Ginsberg, Leroi Jones, William Carlos Williams, Ferlinghetti.

"Mis poemas son muy poca cosa", afirmaba. La estética de Paulo de Jolly no busca un preciosismo formal ni los elementos del barroco, un estilo sobrecargado, como podría pensarse, más bien apela a una transparencia explicativa que describe y es contemplación y deleite. Tampoco gustaba de la antipoesía: "Parra le hizo un daño a la juventud", dijo en una entrevista, en el sentido del uso de la grosería, lo sacrílego y la falta de respeto.

Si bien la muerte, paradojalmente, puede resucitar a un creador, pues lo instala en la inmediatez de la noticia, convenimos con Guimaraes Rosa en que no mueren los poetas, sino que permanecen encantados. Es decir, sometidos a unos poderes mágicos o misteriosos en espera de un algo que vendrá: un lector que espera, un despertar inefable.

"Érase una vez… el hombre" vuelve con la Sinfónica

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La melodía de la serie televisiva francesa, "Érase una vez… el hombre", que marcó a la generación de niños y adolescentes de los años 80 en nuestro país integra la segunda jornada del programa de Cámara de la Orquesta Sinfónica. El concierto se liberará hoy, a las 19 horas, a través de las redes sociales de la Corcudec.

Imposible no tararear la melodía de la apertura, el dramaturgo polaco radicado en París, Albert Barillé, concibió el proyecto animado en 1978, tras el éxito de su personaje infantil Colargol.

El tema original es "Septiminio", compuesto por Beethoven a principios de 1800, el cual será presentado por un grupo de cámara de la Sinfónica, como una forma de recordar días del pasado, para apuntar a un mejor futuro.

"Creemos que estos pequeños conciertos, ya sean de cámara o a orquesta completa, mantienen una significativa vigencia entre el público, demostrando el trabajo de los músicos. La Orquesta Sinfónica eligió, a principio de la temporada, obras de Beethoven por sus 250 años de natalicio, si bien las condiciones han cambiado, la temporada sigue fuerte", destacó Mario Cabrera, gerente de Corcudec.

Vladimir Jara, jefe de fila de los clarinetes destacó que se trata de una obra que Beethoven compuso en su juventud. "Su estreno fue un éxito que aumentó su fama. Precisamente, el minueto tuvo tanto éxito que lo incluyó en una de sus sonatas para piano. Es un gran desafío armar esta obra tan delicada, en este formato, pero fue un lindo trabajo con los compañeros de la Orquesta. Además, hacer música de cámara siempre es interesante y enriquecedor, sobre todo en estos momentos tan tensos", resumió, invitando a su disfrute.