El necesario encuentro entre ciencia y política
El adecuado manejo de la pandemia que afecta a la Región, el país y el mundo requiere, necesariamente, una permanente revisión de las medidas que se están aplicando en cada zona, en consideración a las mejores evidencias disponibles y sin perder de vista las consecuencia que tiene -por ejemplo- la aplicación de ciertas restricciones a los desplazamientos y las actividades.
Y esto, que parece muy obvio, esconde una complejidad mayor y es terreno fértil para posibles conflictos, lo cual se ha expresado con claridad esta semana a nivel regional con ciertas fricciones entre representantes del mundo de la ciencia, representados por el autoconvocado Comité Científico Covid-19 Biobío, y de la política regional.
Se trata de una tensión que no debería sorprender tanto, pues ha sido un fenómeno que se ha visto globalmente, en particular cuando se aborda el punto respecto de qué medidas asociadas al confinamiento se deben implementar para tener éxito en el control de los contagios del coronavirus.
La pregunta de fondo es cuál es el peso que debería tener la opinión de los científicos -en este caso, especialmente del área de la salud- en la toma de decisiones que tienen un fuerte componente político e innegables repercursiones económicas y sociales. Y este debate se torna álgido cuando se trata de discutir específicamente medidas como la cuarentena y los cordones sanitarios, que por un lado son fórmulas para reducir el número de contagios con covid-19 y ayudar a evitar el colapso de los centros de salud en su lucha por atender a los pacientes más graves, y, por otro, pueden tener altos costos en materia social, ya que restricciones prolongadas de este tipo profundizan la crisis económica.
Para hacer frente a esta disyuntiva se requiere la generosidad y apertura intelectual de todos los involucrados en estas materias, mantener un diálogo muchísimo más fluido, no pretender imponer los puntos de vista sin considerar la evidente complejidad de la actual encrucijada y, sobre todo, no perder de vista que el foco central del debate público hoy en día es cómo asegurar la protección integral de las comunidades.
En todo caso, bien vale atender recomendaciones como la de Sara Belich, especialista en política de salud pública en la Universidad de Harvard, quien plantea que "si queremos que el covid-19 pase a ser un mal recuerdo y no una pesadilla permanente, se debe priorizar el asesoramiento científico en todas las decisiones políticas".
Biobío, una Región que ha planteado transversalmente en su estrategia de desarrollo que quiere hacer de la ciencia un foco central de su planificación hacia el futuro, debería indudablemente ser un ejemplo en esta materia y avanzar, por ejemplo, en la institucionalización de más instancias regionales de encuentro entre la ciencia y la política, sin que eso signifique que no se respeten las particularidades y campos de acción de cada disciplina.
En materia de tensiones, hay también asociada una dimensión menos conocida a nivel público, que se relaciona con las discrepancias que suelen existir entre los niveles regional y nacional, por la forma en que se toman las decisiones gubernamentales. No es raro, en ese orden de cosas, que autoridades del nivel regional estén privadamente de acuerdo en la aplicación más ágil de ciertas medidas, pero no cuenten con la aprobación del nivel central para ello.
Se trata de un problema vinculado al carácter centralizado de la administración nacional, que -como todo- tiene también sus matices, ya que en aspectos como la necesidad de tener un control a nivel de país de las camas críticas, a través de una unidad especializada, sin duda que es mucho mejor a pretender hacer un control regional que podría significar una muy inconveniente disputa entre cada una de estas zonas por hacerse de estos elementos para tratar a sus pacientes más graves.
En este caso, se trata de condiciones estructurales que conspiran frente a la posibilidad de implementar medidas locales mucho más ágilmente y sin tener que esperar la aprobación del nivel central, especialmente cuando el foco de mayor urgencia está puesto -en virtud del número de la población y el avance de los contagios- en la Región Metropolitana. Pero para nadie es desconocida la dependencia que las autoridades regionales tienen del nivel central tanto a nivel sectorial (los secretarios regionales ministeriales) como del propio Gobierno Regional, que depende del Ministerio del Interior.
Distinto es el caso de los alcaldes, que por su carácter de autoridades elegidas popularmente en cada comuna, presentan un mayor grado de autonomía, pero aquello no puede ser justificación para que con algunas de sus acciones arriesguen sobrepasar las normas legales y el carácter unitario de las leyes que rigen hoy al país.
Es evidente que mantener los equilibrios en materias como las descritas no es fácil. Por eso, es tan importante que en una crisis tan profunda como la que estamos viviendo, se saque lo mejor que cada uno tiene para aportar con apertura y generosidad a buscar los caminos que permitan a la Región y el país hacer frente de mejor forma a esta grave pandemia.
Biobío, una Región que ha planteado en su estrategia de desarrollo que quiere hacer de la actividad científica un foco central de su planificación hacia el futuro, debería avanzar en la institucionalización de instancias regionales de conversación entre representantes de ambos mundos, especialmente en áreas como la salud pública.