Entre lanas y telares, artesana genera sus proyectos con diseño de autor
La imposibilidad de asistir a ferias y a giras internacionales no la hace bajar los brazos y hoy ya trabaja en el diseño de una línea de ropa con fibras naturales.
Andrea Rubilar del Valle (42) estudió diseño textil en la Universidad de Valparaíso y después de egresar trabajó en una oficina de diseño para una firma del retail por varios años.
Cuando dejó ese empleo decidió irse a vivir a Puerto Montt. Es que en la escuela de diseño se trabajaba con mucha cercanía con el área de la artesanía en el desarrollo de proyectos conjuntos. El mundo de los textiles siempre fue una actividad que la hizo sentir más cómoda. "Encontraba que tenía harto sentido", confiesa. El viaje al sur, en 2009, también fue la búsqueda para experimentar un cambio de vida.
Una vez allá había que ponerse a trabajar y sabía que en enfocándose en los telares con los que contaba serían la vía para su camino propio. Empezó así a tejer con telares artesanales.
SELLO DE EXCELENCIA
El oficio la llevó a conocer a un grupo de mujeres que se dedicaban a hacer lo mismo, una actividad muy propia de esta zona del país. Se urdió así una pequeña fraternidad y dentro de ese grupo, conoció a las hermanas Ximena y María Elena García, que trabajaban muy bien la lana y a la señora Rosa Soto, con quienes aún trabaja, pero ahora más a la distancia. Es que hace unos años debió volverse donde su padre, a Chiguayante, quien pronto falleció.
Con Rosa Soto logró también el primero de dos reconocimientos a nivel nacional, que entrega el Ministerio de la Cultura; el "Sello de Excelencia para la Artesanía".
"Fueron buenos años", dice. Y es que estos reconocimientos le permitieron viajar a Nueva York en noviembre de 2011, donde sus trabajos fueron expuestos en la Galería Puro Chile. Fueron años de harta actividad, con exposiciones en Ecuador, donde ha estado cuatro veces, la última el 2019.
Hoy Andrea Rubilar, oriunda de Santiago, está dedicada 100% a producir, en contacto con sus compañeras de oficio de Puerto Montt. "Ahora ayudan mucho las redes sociales que facilitan la comunicación, porque antes tenía que viajar por lo menos una vez al mes, y ahora es más difícil en este contexto de pandemia. Hoy la distancia no determina tanto las cosas", reflexiona.
La artesanía en lana natural es un trabajo bien colaborativo en la zona centro sur de Chile. La mayoría de quienes se dedican a estas actividades son principalmente mujeres que tienen como principal centro de abastecimiento la zona de Cauquenes en la Región del Maule, y algo de Puerto Montt, como lo hace Andrea.
Parte del trabajo, como el tejido a palillos de calcetas, pantuflas, guantes, es realizado por sus compañeras en Puerto Montt, pero el detalle fino, las terminaciones y el diseño los realiza ella en su taller, poniéndole su particular sello. Su especialidad son los tejidos a telar desde donde nacen gorros, guantes, chalecos, mantas, ponchos, chales, polainas y cuellos.
Y si bien la temporada otoño invierno es la mejor para este tipo de artículos, los productos de Textil Austral que comercializaba entraron también en la ralentización generada por el covid-19. Su producción iba a tiendas-boutique que están en los hoteles más importantes del país y que hoy están cerrados y en algunas cafeterías, que tienen pequeñas tiendas. "Es tristísimo y el problema es que no se sabe si esto va a tener alguna vuelta, muchas personas se quedaron sin nada. Es una catástrofe. Ahora lo único que podemos hacer los artesanos, sobre todo los que trabajamos con diseño de autor independientes, es tratar de vender por redes sociales. No hay otra manera", dice.
Lo mismo pasó con las ferias, que según Andrea es el mejor canal de ventas. "Uno allí puede hacer su propia difusión, la gente puede comprar directamente, le gusta tocar las cosas y eso no se sabe cuándo se volverá ni de qué forma, porque el contacto directo con la gente está súper paralizado", comenta.
En estos tres meses, afortunadamente agrega, no le ha ido tan mal. "Para lo que está pasando siento que he podido hacer algo y seguir. Todos los días me sale una venta por aquí, por allá. La gente me ubica porque alguien le dio el dato o me conoce y, hay gente un poco más sensible a todo esto que está pasando y como que entiende que uno también tiene que vivir y en ese sentido he sentido harto apoyo de la gente".
Lo que sí le preocupa es que cuando llegue el verano el negocio empezará a decaer y sin la posibilidad de ir a ferias ve su futuro complicado.
Aunque sigue nunca había tenido que vivir una crisis tan grande como esta, con el sentimiento de incertidumbre. "Todos mis colegas están preocupados".
Es que tampoco sabe si podrá retomar un cierto nivel de ventas que hacia principalmente a Estados Unidos a través de una fundación de mujeres artesanas y las perspectivas que tenía tras el contacto con un chileno que vive en Alemania y que abriría una tienda y donde llevarían sus productos".
Pero no baja los brazos y no pretende quedarse paralizada. Así es que por estos días está trabajando en el diseño de una línea de ropa con base en fibras naturales.
Es agradecida de lo que le reporta su trabajo, porque es algo que puede hacer, vender y le permite vivir.