Con 23 casos confirmados de coronavirus, Covid 19, en Chile (uno en la Región del Biobío) hasta el cierre de esta edición desde que se notificó el primero la semana pasada, sumado a los miles alrededor del mundo, con cientos de fallecidos, desde que explotó la definida como una "emergencia sanitaria de importancia internacional" por la Organización Mundial de la Salud, la alarma está encendida en la población nacional.

Ante la situación es posible ver a personas asustándose si notan que alguien tose y si aparecen síntomas de resfriado, o utilizando mascarillas para prevenir el contagio. No obstante, los expertos llaman a ser precavidos y calmos, poniendo el acento en no adquirir insumos que son indicados sólo en situaciones puntuales como medida protectora y su uso irracional puede derivar en desavastecimiento, mientras que acudir a servicios de urgencia si no es imperante podría impedir atenciones requeridas.

¿CUÁNDO ALARMARSE?

El doctor Héctor Fernández, delegado de Epidemiología de Clínica Biobío, explica que todos los cuadros respiratorios virales, como el que causa el Covid 19, se manifiestan con la misma sintomatología, entre la que detalla "tos, mialgia (dolor muscular), dificultad respiratoria y fiebre".

Así, fácilmente se podría confundir esta infección con la provocada por otro agente. Entonces, la alerta ante un posible caso de coronavirus está dada por el antecedente epidemiológico, advierte: haber estado en un país afectado por el brote como China o Italia, o haber tenido contacto con alguien que provenga de esas latitudes y/o esté contagiado con el virus.

Por eso, Alfredo Labarca, urgenciólogo de Help, enfatiza que en eso se basa la indicación de asistir a un servicio de salud hoy, donde "todo pasajero que arribe desde alguna zona afectada por Covid 19, o alguien que haya tenido contacto con éstas y presente síntomas de gripe (fiebre sobre 38° y dificultad respiratoria) debe acudir a un servicio de urgencia para aplicar el protocolo ministerial de los exámenes y la rutina correspondiente", aclara.

Hasta ahora no se sabe si hay casos nativos o contagios dentro del país, añade Labarca, y si esto llega a suceder "pudiesen tomarse otras medidas como el cierre de algunos lugares donde exista un brote epidémico identificado", plantea, reconociendo que el escenario actual podría cambiar a diario y aumentar la circulación viral del agente en el territorio nacional.

Otro punto que hay que tener en cuenta es que "hasta lo que se sabe actualmente, un paciente asintomático infectado es muy improbable que pueda contagiar. Al parecer, la transmisión ocurre fundamentalmente cuando las personas tienen síntomas", añade el doctor Roberto Olivares, jefe de Infectología de Clínica Dávila.

Por último, los expertos y la autoridad sanitaria han sido claros en afirmar que los casos de mayor riesgo son para adultos mayores y pacientes con alguna patología previa, y que la principal medida protectora para prevenir ésta y otras infecciones es el lavado frecuente y adecuado de manos con agua o, en su defecto, alcohol gel.

Como el agua es vital, necesaria para la subsistencia de todos los seres vivos en la Tierra, clave en los procesos orgánicos, la alimentación e higiene, en el equilibrio de los ecosistemas y hasta en los procesos productivos e industriales, el cuidado del recurso hídrico es un tema de interés en Chile y el mundo a distintos niveles.

Ignacio Salazar, geógrafo magíster en Medioambiente y docente de la carrera de Ingeniería en Geomensura del Instituto Profesional Santo Tomás Concepción, es uno de los investigadores que ha enfocado su trabajo científico en esta temática, con el claro propósito de contribuir al cuidado del agua.

El anterior no es un tema menor, sobre todo pensando en el actual escenario de escasez hídrica que afecta al 39% de las comunas del país, según datos del Ministerio de Obras Públicas y la Región del Biobío no es ajena a este panorama. Así, son miles las zonas y personas a lo largo del territorio que no acceden al recurso o que no disponen de éste en una cantidad suficiente, viéndose afectada su calidad de vida e incluso el desarrollo de actividades como las agrícolas.

El cambio climático, el aumento de la temperatura y la mega sequía que afecta al territorio nacional desde hace varios años, con un déficit de precipitaciones que la Dirección Meteorológica de Chile dice que para Concepción sería de 59%, con ríos que han disminuido su caudal (el Biobío en febrero pasado mostraba 21% menos en relación a su promedio histórico) son factores que se relacionan con este déficit hídrico.

CAMBIAR LA NORMA

Pero, según lo que plantea Salazar, avalado por lo que ha analizado en la línea de estudios que ha desarrollado desde su tesis de magíster, si bien el cambio climático incide en la actual (o futura) realidad sobre la escasez, no es el único elemento y, tal vez, tampoco el más importante pensando en el problema y su solución.

De hecho, su foco está puesto en la gestión del agua desde la normativa, que es el parámetro en el que basa su trabajo y que es lo que impacta directamente en el uso y disponibilidad del vital elemento hacia la población general, y además utiliza registros de cambios existentes en cuencas de ríos en relación al recurso hídrico -uno es el Biobío-.

Sobre esto cree que "la gestión con la actual normativa es ineficiente" y que allí se deben realizar los cambios sustanciales y que serán de real impacto, pues aunque se podría combatir la escasez de agua con la desalinización de aquella obtenida desde el mar, como sucede en ciudades del norte, su aprovechamiento y distribución se regula por las normativas de la Dirección General de Aguas.

Éstas, aclara, tienen al menos 30 años de existencia (décadas atrás la situación era distinta) y que recién en septiembre de 2019 se realizaron reformas al código de agua, pero que en su opinión no alcanzan para enfrentar el problema.

Añade que a pesar de los efectos que puede generar en la cuenca del río, siguen instalándose centrales hidroeléctricas y embalses sin normas que determinen los parámetros de impacto, y por lo tanto, sin posibilidades de instalar mecanismos de mitigación.

Con lo expuesto, el geógrafo Ignacio Salazar, comenta que el propósito de su trabajo científico es aportar con evidencia que lleven a cambiar las normativas y así mirar hacia un futuro más auspicioso, resaltando que "mi objetivo es que la gestión que se está realizando de agua ya no se guíe por indicadores o titulares, sino que se comprenda que se debe cuidar el almacenamiento del agua. Y eso repercute en las instalaciones hídricas que están funcionando en la cuenca del Río Biobío. Por ejemplo, si bien las centrales eléctricas son una importante fuente de energía, debemos hacer un balance más armónico al respecto".

COMPRENDER Y EDUCAR

Es que para impulsar cambios el conocimiento es un motor, pues según el académico se puede mejorar la gestión del agua, y por ende cuidar más y mejor el recurso, cuando se identifican y comprenden cuáles son los factores que le afectan, sean estos naturales o antrópicos (gatillados por el hombre).

Por lo mismo, parte de la investigación que está desarrollando con dicho horizonte está robustecida por los saberes y resultados de trabajos previos, como el de los cambios en la morfología del Río Biobío (que fue el de su tesis de posgrado) que va perdiendo su curvatura y caudal, además de las diferencias estacionales y de precipitaciones, y de temperatura producto del cambio climático. Para esto, detalla que ha utilizado registros históricos que se hacían cada cierta cantidad de años, tomando desde 1976 para indagar en cambios a la cuenca del río antes y después de la instalación de las primeras represas de agua. Se suma la desertificación, que tiene registros desde 2015 en la zona.

Junto al entendimiento, a la información basada en evidencia y los cambios en la normativa, considerando que lo que sucede a nivel macro es trascendental para mejorar la gestión y cuidar el recurso hídrico a nivel nacional y general, Salazar también se detiene en lo que puede hacerse desde lo micro, desde las propias acciones. En este sentido afirma que "se debe poner el acento en la sensibilización a la ciudadanía". En esto incluye acciones como informar sobre el estado del recurso o educar de dónde proviene la escasez hídrica, enseñar a la comunidad qué canales usar para informarse y empoderar en buenas prácticas para cuidar el agua en la vida cotidiana, entre otras.