Gala inaugural de Picnic Jazz llegó para quedarse
Terminando la gala, en la partida de la sexta versión del festival PicNic Jazz, la noche del viernes, en el Teatro Biobío, Ignacio González -curador y productor- invitaba con entusiasmo a la cita del 2021. Una apuesta a futuro que bien vale concretar el próximo año, durante el mismo fin de semana, en un Concepción de jazz.
Trayendo a colación aquel primer festival organizado en la UdeC, en 1957, el entusiasmo de González, con el apoyo del municipio penquista, dio este año un salto clave en plantear una verdadera ruta en torno a los sonidos sincopados en la capital regional.
Un camino que se inició con esta gala en la Sala Principal del recinto que mira al río Biobío, y que acogió a un entusiasta público -unas 900 personas- frente a un menú de alta calidad, contraste y sensibilidad artístico/musical.
Aunque ciertamente Claudia Acuña se anunciaba como la gran protagonista de la jornada, que bordeó unas cortas dos horas, el resto de los músicos evidenció la idea básica que emerge del jazz, en este caso, relacionada con el concepto de reunión, la jam session. Ese unir sonidos, expresiones y formas alrededor de un del club de jazz en que se transformó la sala del Teatro.
Allí, destacar la presencia de Pablo Vergara, músico penquista, que desde el piano viene descubriendo las raíces de su país, hoy instalado en Nueva York.
Revisitando la obra de compositores como Alfonso Leng, de la generación de Los Diez, Vergara genera un sensible discurso poético/musical, tal como lo evidenció con la suite número 10 de "Las doloras". Originalmente concebidas para piano, el músico las desarrolló con un cuarteto de cuerdas y otro de jazz, ambos con su dirección, cruzando formas y entregando un sonido de mágicas cadencias.
Trayendo a colación ciertas formas de Astor Piazzolla, en cuanto a la propuesta de descubrimientos y trayectos sonoros, lo de Vergara fue un viaje por sensibilidades de gran belleza, ahora planteadas desde el jazz.
Desde ahí es capaz de volar con un discurso estético, donde formas y arreglos hacen una sola propuesta en favor de lo relevante: la música. La suya de convierte en un espejo modernista, de carácter visual, casi cinematográfico, donde se conectan las luces y las sombras del siglo XX.
Vergara planteó cuatro composiciones -otro gran trabajo con Pedro Humberto Allende-, que dieron la oportunidad de apreciar a un pianista de ejecución sólida, desde una calma, hermosa y reflexiva.
Algo que también vino de la mano de la Big Band Jazz Concepción. Los 16 dirigidos por Ignacio González se enfrentaban a un gran desafío. Primero sonar como una big band de verdad, además sólida en compases y fraseos. Además, acompañar a Claudia Acuña, una voz y presencia feliz de volver a su ciudad. Se puso a disposición de jóvenes músicos -con certeros apoyos de sus profesores de taller- que lograron cuadros de altura, bien interpretados en una voz privilegiada, dueña de muchas capas y colores. Un tiempo que se hizo corto para un gran trabajo tanto en solitario, como en conjunto.