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Cuatro viajeras en busca de nuevas rutas al sur de todo

Florence Dixie abrió hace 200 años los senderos de la Patagonia; Gabriela Mistral recorrió pueblos y países en busca de su propia voz y Mary Graham hizo uno de los mejores retratos del Chile del siglo XIX.
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Por Valeria Barahona

Construir un nido para vivir sola o en compañía es una de las marcas de la adultez en las mujeres. Un techo, una mesa, una cama, objetos que se pueden conseguir en tiendas de segunda mano y también en el corazón, cuando hay psicoanalistas que motivan a sus pacientes a crear su casa dentro de sí mismas, amoblarla con conocimiento y tener la certeza de que esa es la única propiedad que las acompañará hasta el fin de sus días, sean pocos o muchos. Tenerse.

"Lady Patagonia. Florence Dixie: la primera turista de la región magallánica", publicó hace unos días la historiadora María Eugenia Allende. En su obra revisó la vida de la noble británica que en 1879, junto a su marido y una pareja de amigos, se embarcó hacia Chile y trazó los caminos ahora más recorridos del fin del mundo. Por ejemplo, el sendero W de las Torres del Paine que relató Dixie en su libro "Across Patagonia".

"No solo los hombres fueron destacados trotamundos. Las mujeres y, en especial las inglesas, también se entregaron con entusiasmo a esta pasión que les abrió las puertas para involucrarse en otros ámbitos fuera del hogar", afirmó Allende en la tesis doctoral realizada en la Universidad Católica (UC) que posteriormente dio origen a "Lady Patagonia". Páginas más adelante, la propia Dixie responde que Magallanes " 'está a miles de millas de distancia (de Londres) y nadie ha estado allí antes, excepto el capitán Musters y uno o dos aventureros locos'. Oí estas y otras preguntas y exclamaciones de los labios de mis amigos cuando les conté mi intención de viajar".

Ya en el extremo sur, la exploradora anotó que "todos los colores -el blanco, el verde y el azul- eran tan brillantes y el panorama -los boscosos cerros, los glaciares elevándose hacia el azul de lo alto y sumergiéndose reflejados en el azul de más abajo- era tan único, la sensación de silencio y soledad era tan impactante, que por un largo rato estuvimos parados como hechizados, sin pronunciar una palabra". El texto de Dixie está acompañado por dibujos de sus compañeros, que coinciden plenamente con las fotos sacadas (varios años después) por Allende para su tesis.

Otra de las ventajas de la autora británica fue que su marido, el barón Sir Alexander Beaumont Churchill Dixie, también llamado "sir A. B. C. D.", la acompañó en cada ocurrencia, por lo que el diario The Times la calificó como una mujer "un tanto peculiar". Ese carácter le permitió a Lady Florence pasar días a caballos y cazar su comida en el sur de Chile, al igual que su talento literario, venía de familia: uno de sus sobrinos, Alfred Douglas, fue pareja de Óscar Wilde ("El retrato de Dorian Gray") cuando ya era un escritor famoso y controvertido.

Fue el padre de Douglas y tío de Dixie quien armó el juicio para encerrar al también autor de "El ruiseñor y la rosa", en cuyo presidio por conductas consideradas escandalosas en la Inglaterra victoriana, escribió la famosa "Balada de la cárcel de Reading". Hoy, uno de los muros del exrecinto penitencial luce un grafiti de Banksy, avaluado en más de diez millones de euros, donde muestra a un presidiario escapando mediante una sábana y una máquina de escribir.

Dixie agregó en su libro que eligió la Patagonia chilena porque "hastiada momentáneamente de la civilización y su entorno, quería escapar a algún lugar en donde pudiera estar lo más alejada de ella como fuera posible".

Otra conocedora de la pampa fue la Premio Nobel Gabriela Mistral ("Desolación"), quien entre 1918 y 1920 trabajó como profesora en Magallanes, según la antología de sus diarios "Bendita mi lengua sea", de Jaime Quezada. La poeta señaló allí que "una de las maravillas de la Patagonia es la emigración de los pájaros", ya que al ver una bandada "creyendo que eran nubes, (…) tuve la sensación de que la tierra volaba, de que la tierra se me iba con esa subida repentina de alas que me hizo sentir que mis pies se quedaban sin suelo".

Enamoradas

La escritora oriunda de Vicuña recorrió gran parte de Latinoamérica y Europa como docente y diplomática, pero, sobre todo, por la búsqueda de su propia voz para componer sus versos, así lo atestiguó el "Cuaderno de la errancia (1925-1935)", donde contó que el pueblo italiano de Castiglioncello tiene "densos pinares para esas curas de paz de que estamos hambrientos los heridos". Luego agregó que "las casas no me amarran", porque "un mal genio se burla de mí cada vez que elijo un suelo para vivir en paz".

Mistral hoy es recordada por "Los sonetos de la muerte", canto con reminiscencias bíblicas al desamor de Romelio Ureta, empleado ferroviario que se fue a las minas de salitre para ganar dinero y luego volvió con otra mujer. El hombre después se suicidó, pero entre sus pertenencias encontraron una foto de la poeta.

Igual de herida por la muerte, aunque casi un siglo antes, en 1822, desembarcó en Valparaíso Mary Graham, debido al fallecimiento en alta mar de su esposo, el capitán de la marina real inglesa, Thomas Graham, a quien acompañaba en la travesía por el Cabo de Hornos. Tras el funeral, las autoridades ofrecieron a la viuda un cupo en un barco para regresar a Inglaterra, pero, Mary escribió: "siento que no tengo salud ni ánimo para hacer un viaje tan luego".

La naturalista se quedó por cerca de nueve meses, tiempo en que, entre otros aspectos, le llamó la atención la hierba mate, que "tiene el aspecto de hojas secas de sen. (…) Se le echa el agua hirviendo, y al instante se chupa por medio de un tubo", sin embargo, pasan los días y no lo prueba, porque "me halaga muy poco la idea de usar el mismo tubo de que se ha servido una docena de personas", anotó en el "Diario de una residencia en Chile", publicado en Inglaterra en 1824 y disponible en español en el sitio Memoria Chilena.

Graham viajó tres días en carreta hasta Santiago, donde se enteró de los entretelones de la Independencia y destacó que "es asombroso el número de pianos importadas de Inglaterra. Casi no hay casa en que no haya uno, y el gusto por la música es excesivo: muchas jóvenes tocan con destreza, aunque pocas se dan el trabajo de aprender por método, confiando enteramente en el oído".

Un libro de chistes al leerlo desde el ahora.

"Sin novedad en el frente": la desolación de la guerra

La película top en el ranking de Netflix es la tercera adaptación de la novela del escritor alemán Erich Maria Remarque: un retrato crudo y sin concesiones sobre el horror y las miserias del campo de batalla.
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Por Andrés Nazarala R.

El escritor alemán Erich Maria Remarque publicó la novela "Sin novedad en el frente" en 1929, basándose en sus experiencias como soldado del Frente Occidental en Flandes. El libro retrata, con crudeza y emoción, la militarización de un joven de 21 años y la masacre absurda de la guerra. A pesar de que su autor la definió como una obra apolítica, quedó en la historia como una reconocida pieza antibelicista cuyas copias fueron quemadas durante el régimen nazi.

En 1930, la novela fue llevada al cine por el reconocido director Lewis Milestone y logró llevarse dos estatuillas en los premios Oscar: mejor película y mejor director. Una segunda adaptación, esta vez una película para la televisión, apareció en 1979 con dirección de Delbert Mann y un elenco estelar que incluye a Richard Thomas, Ernest Borgnine e Ian Holm.

La tercera trasplantación de la obra a la pantalla es alemana, fue estrenada este año en el Festival de Toronto y por estos días forma parte del ranking de lo más visto en Netflix.

En tiempos de sobreoferta y derroche de dinero, la pregunta es válida: ¿Aporta algo una nueva entrega tomando en cuenta sus predecesoras? La respuesta no es simple, aunque la proeza del director Edward Berger tiene un punto a favor. Si las adaptaciones previas se basaban en la narración, la entrega actual posee un valor adicional como experiencia sensorial. Planos secuencia, drones que sobrevuelan el horror, un hábil manejo del desplazamiento físico de los actores y una atmósfera gélida aportan a la inmersión del espectador en aquellas trincheras del infierno terrenal. Berg, como extensión de Remarque, no pretende denunciar la guerra a través de un discurso, sino que lo hace mediante una serie de descripciones detalladas, climas, emociones. Las imágenes hablan por sí solas, se suele decir. Digamos que la tecnología actual permite potenciar "Sin novedad en el frente" como una experiencia inmersiva.

Todo comienza con la mirada atenta y quieta a un bosque donde los animales se cobijan. Cuando la cámara se abre distinguimos que, entre las brumas, hay cadáveres de soldados. Son muchos cuerpos. Berg nos conduce entonces hacia una microhistoria introductoria al seguir el trayecto de un soldado desde las trincheras al campo de batalla, donde reconoce a compañeros que empiezan a caer uno a uno. Entonces él también es baleado. Luego, el silencio. Cuerpos apilados, ataúdes. Unos soldados desnudan a los muertos, les sacan las botas y los uniformes ensangrentados. Berg sigue atento la cadena de acciones. Muestra cómo esa ropa es recolectada, puesta en un camión y conducida hacia un lavadero gigantesco donde un grupo de mujeres la limpian. El paradero final es un taller de costureras. Ahí se reparan los trajes de guerra para que otros soldados puedan usarlos. La secuencia es siniestra y elocuente. Toda la película se podría sintetizar en esos pocos minutos.

Lo que nos falta es, sin embargo, los rostros de la tragedia. Así conocemos a Paul, un joven de 18 años, que se enlista para ir al frente junto a sus entusiastas amigos. La Primera Guerra Mundial es para ellos un gesto a la bandera y una aventura iniciática. Al comienzo todo será entusiasmo; luego, horror. "Sin novedad en el frente" es una crónica sobre la pérdida de la inocencia y, al mismo tiempo, un grito de repudio al acto más absurdo y cruel de la humanidad.