Previo al festival y en una línea paralela, el denominado "REC Pro" se estableció como un encuentro profesional de personas y disciplinas en torno a la música. Durante sus tres jornadas se realizaron espacios de reflexión y debate, además de exposiciones nacionales e internacionales, talleres y showcases con bandas de la Región del Biobío y el resto del país. El dueño de la Bodeguita de Nicanor plantea que la realización de esta actividad particular tuvo mucho que ver en el éxito general.

"En primer lugar, hay que destacar esta especie de feria de industria que fue el REC Pro, que en realidad estuvo bastante buena porque siempre es necesario que todos aprendamos. Hubo exponentes interesantes y temáticas totalmente necesarias", recalca.

Los actores consultados realzan las acciones innovadoras que trajo consigo esta versión, un sello distintivo que se materializó en la apuesta de cuatro escenarios dispuestos en diferentes puntos del área, en los 46 artistas que se subieron a dichos espacios -el número más alto registrado desde 2015-, la participación femenina y el mismo REC Pro. Al igual que el propietario de La Bodeguita de Nicanor, Iván Valenzuela puntualiza que todos estos componentes hablan de una "innovación" que viene a dejar la vara alta de cara a los próximos años.

Si hay un punto en el que todos coinciden, es la coordinación y la sinergia que se alcanzó bajo la tutela de una entidad que asumió por primera vez la responsabilidad de la producción: el Teatro Biobío. Según Francisca Peró, la llegada del teatro permitió brindar al REC una mirada más integral de la mano de la experiencia que el recinto tiene en la producción de artes escénicas y el conocimiento del público. "Fue poco tiempo de organización, pero el equipo fue bien bueno, lo mismo que las comunicaciones que estamos trabajando, porque permitieron un alcance a nivel nacional, y el haber lanzado el line-up antes permitió también que la gente se preparara y se organizara con sus tiempos", sostiene.

Desde la óptica de Daniel Gómez, quien en los primeros años del REC se mostraba crítico al evento, uno de los factores preponderantes tiene que ver con que todos los actores que participaron del festival, de alguna u otra forma, alcanzaron un nivel de sinergia que no se había visto en ocasiones anteriores. A su juicio, en esta séptima edición hubo voluntad de aportar y ser parte de un mismo proyecto, "algo que pocas veces he visto", y que eso se materializó, por ejemplo, en la elección conjunta de bandas locales.

"Creo que el contexto digital en el que estamos posibilitó esto, porque lo digital permitió la difusión y lograr reuniones. Pudimos reunirnos en pro de algo (…) Siempre se ha tratado de hacer este tipo de cosas, pero no pasaba por culpa de las diferencias. Veo disposición de todos de querer llegar más allá, y eso nos llevará al siguiente paso", aventura Gómez.

En la misma línea, el representante del Gobierno Regional, Iván Valenzuela, cree que el éxito alcanzado se asocia a la coordinación en temas como la elección de las bandas, la seguridad, o la inclusión del fomento productivo o de estrategias para el manejo de residuos, violencia de género o personas discapacitadas. "En el fondo, aquí hay una sinergia de un equipo que organizó el REC de manera adecuada y en donde hay muchos actores involucrados, lo que hace que todo se traduzca en un evento como el que vivimos el pasado fin de semana", enfatiza.

Hay otro eje distintivo que jugó a favor en esta ocasión y que dice relación con el retorno de un equipo que, a la postre, brindó una mayor experiencia. Así, al menos, lo ve Gustavo Bustos, quien comenta que eso llevó también a tener un conocimiento más acabado del lugar donde se realizaría el festival. "Además, toda la gente que participó tenía relación con la música, y eso fue algo completamente fundamental", declara.

En lo concreto, destaca el regreso de personas que habían participado en la creación del REC y que en el camino se hicieron a un lado del proyecto, como Manuel Lagos, quien volvió para dirigir la versión 2022 del festival, o Christian Rojas, productor técnico general. "Ellos fueron los personajes que hicieron el REC hasta 2018 y ahora volvieron a retomar esta edición, lo que marcó un antes y después a las versiones de los últimos dos años", puntualiza Bustos.

Al respecto, Francisca Peró dice que la llegada de esta parte del equipo vino a "sumar saberes" en la búsqueda de falencias puntuales que bien podían ser mejoradas "con inteligencia y sensibilidad" respecto a ediciones pasadas que, según ella, igualmente "venían bien". En el fondo, asegura, todo resultó "en un mix de experiencias" entre el Teatro Biobío y personas que habían estado vinculadas al festival.

Vinculación. Este es otro de los conceptos más mencionados por los cuatro actores consultados. Durante el proceso, por ejemplo, se permitió que productores y dueños de bares de la zona fueran a trabajar con la organización de tal manera de brindar su mirada en una labor que aglutinó a una treintena de personas. A eso se suma el aporte que pudieron entregar los artistas locales, los gremios y sindicatos de músicos de la Región del Biobío. Tal como indican, acá se pidió la opinión para la elección de las bandas bajo un modelo de co-producción con organizaciones musicales que ayudaron a definir la parrilla programática de los artistas de la Región, además del apoyo al mundo de la cultura y la misma ciudadanía.

Por primera vez, también, se trabajó en conjunto a los vecinos de Aurora de Chile, "que nunca se les había tomado en cuenta", según precisa Gustavo Bustos. En vista de este y otros elementos, recalcan y celebran que lo importante es que por fin los recursos financieros destinados a la ejecución de este evento penquista pudieron ser aprovechados por "el medio" o la gente y entidades locales que están en un segundo plano, pero que igualmente pasan a ser una pieza esencial en el desarrollo del REC.