El día 13 de octubre se conmemora el Día Internacional para la Reducción del Riesgo de Desastres designado por las Naciones Unidas. Este día ofrece una oportunidad para recordar los desastres que nos han impactado, a aquellas personas que tristemente han fallecido en estos eventos, y todo lo que hemos enfrentado y avanzado como sociedad en estos temas. También, creo ofrece una oportunidad para enfatizar que los desastres no son 'naturales' y que como sociedad tenemos una responsabilidad compartida frente a su prevención y respuesta.
Existe un debate sobre el uso de la expresión 'desastre natural' para referirse a los impactos en los bienes y en las personas que causan ciertos fenómenos de la naturaleza como tsunamis o terremotos. Sin embargo, los desastres resultan de la combinación de factores sociales (exposición, vulnerabilidad y capacidad) con amenazas naturales. Así, los procesos naturales y humanos están unidos en casi todos los desastres. Por lo tanto, los desastres no pueden entenderse directamente como naturales; por el contrario, son principalmente sociales. El hecho de que los desastres no sean 'naturales' nos dice que las personas y sociedades somos, hasta cierto punto, responsables de las consecuencias desastrosas de ciertos eventos naturales. Esto implica que ciertas decisiones humanas, como, por ejemplo, el establecimiento de un asentamiento en un borde costero expuesto a tsunamis sin medidas adecuadas de mitigación, o la construcción de una vivienda sin considerar su resistencia a los sismos, tienen una incidencia importante en el resultado catastrófico de ciertos eventos naturales.
En mi opinión, el entendimiento de que los desastres no son naturales sino sociales sugiere también la responsabilidad que como sociedad e individuos tenemos frente a la reducción del riesgo de desastres, lo que se conceptualiza como 'responsabilidad compartida'. La responsabilidad compartida implica que cada segmento de la sociedad tiene obligaciones en la gestión y reducción del riesgo de desastres. Para que esto sea posible, el Estado y sus agencias mantienen un rol esencial en la prevención y respuesta, pero también deben articular claramente el rol de cada actor involucrado. Esto se aleja de visiones paternalistas, usualmente asociadas a programas de reconstrucción, que conceptualizan a las personas como 'víctimas' que deben recibir 'ayuda' del Estado. Muy por el contrario, enfrentarse a la gestión de desastres incorporando el concepto de responsabilidad compartida reconoce la importancia de incluir y empoderar a ciudadanos y actores locales, por ejemplo, a través de acceso a información de exposición y riesgo, educación sobre medidas de prevención y respuesta, y sistemas de alerta temprana, entre otros.
Espero que conmemorar el Día Internacional para la Reducción del Riesgo de Desastres sirva para reflexionar sobre estos temas y así avanzar hacia comunidades más resilientes frente a los desastres.