Las pequeñas señales necesarias para revitalizar la artesanía local
La instalación de cafeterías que atraigan a la clientela, la publicidad vial, la generación de mejores plataformas virtuales o la apertura de centros privados son parte de los puntos mencionados por las artesanas consultadas.
Por Nicolás Álvarez Arrau / nicolas.alvarez@diarioelsur.cl
El Patrimonio Cultural Inmaterial del Biobío es inmenso. Una gama de actividades -o tesoros, como bien podrían pensar algunos con justa razón- se encuentra desperdigada por los rincones más profundos de la Región. Es cosa de recorrer un poco. En el sector de Quebrada de las Ulloa, en Florida, habita una comunidad de artesanas alfareras que guardan técnicas tradicionales con greda. En Hualqui, en tanto, hay artesanas que practican saberes asociados al uso del coirón y chupón, fibras vegetales con las que se elaboran coloridas paneras, costureros, canastos o canastillos. Otra vez en Florida, pero en el sector de Copiulemu, el imaginario rural, las escenas del campo chileno, se recogen y plasman en bordados aprendidos hace casi 50 años. Y así en más, estas y otras actividades se desarrollan en lugares como Tirúa, Lebu, Arauco o Lota, por nombrar solo un puñado.
En una semana marcada por las fiestas dieciocheras y tras un largo período de crisis e incertidumbre económica, sus protagonistas esperan retomar las ventas que se vieron mermadas en los últimos meses, pero de paso aprovechar el impulso que trae la normalidad y fomentar con más ahínco sus oficios entre una sociedad que, a veces, parece olvidarlos. Para eso, dicen, requieren simples señales y un compromiso mayor de parte de las autoridades y el sector privado.
Coirón, chupón y greda
María Eugenia Cabrera, artesana de Hualqui, explica que la búsqueda de coirón y chupón se concentra en los alrededores rurales de la comuna, a través de cerros y quebradas. A este fase le sigue un proceso en donde la materia prima es humedecida para luego trabajar con una base en forma de espiral tejido al que denominan "inicio".
Para mantener viva su actividad, la artesana, quien es una de las tres mujeres con mayor experiencia de la zona y la última de su familia en desarrollar el oficio, lidera un taller anual en el que participan cerca de 15 personas. También vende piezas desde su hogar y participa en ferias artesanales en ocasiones, especialmente cuando recibe los apoyos necesarios.
"La cestería de coirón y chupón se ha perdido un poco. Con los talleres hemos logrado salir a flote, porque habíamos estado bajo perfil. Creo que en estos tiempos necesitamos mejores plataformas (virtuales) para que se vean nuestros trabajos y mostrar que estamos aquí, en Hualqui (...) Hay que hacer más ferias a nivel regional y tener un refuerzo, porque acá es poco lo que se toman en cuenta los trabajos", lamenta María Eugenia Cabrera.
Similar a la artesana hualquina, pero a unos 30 kilómetros de Concepción, un grupo de 16 alfareras dan vida a la denominada "Ruta de la Greda" que cruza la comuna de Florida. Cuando dejan a un lado sus huertas, se vuelcan a la mezcla de arcillas bajo técnicas milenarias de madres y abuelas, en donde está presente la influencia mapuche y española colonial. Ollas, pailas o fuentes inspiradas en patos, aves, gallinas, pavos o chanchos son parte de los productos elaborados como utensilios de cocina o decorativos.
Tienen un bus como local de venta y también se suman a ferias, aunque trabajan de manera fuerte los pedidos, sobre todo a partir de los meses primaverales. "A raíz de la pandemia nos fue más o menos, por eso esperamos que a partir de este mes nos vaya bien y sigamos vendiendo como se hacía antiguamente (...) Ahora estamos invitadas a la Expo Mundo Rural que se hará en Santiago entre el 22 y 25 de septiembre, así que esperamos alcanzar los niveles normales de venta", precisa la artesana Yolanda Ulloa.
Agrega y coincide en que en las actuales circunstancias se requiere contar con un movimiento mucho más sólido para acrecentar las ventas y exponer de forma más constante las artesanías. A su juicio, el punto en el que se podría avanzar dice relación al apoyo que brindan los privados, que ha estado más débil en este último tiempo.
"Nos gustaría estar en una tienda. Por ejemplo, hace un tiempo Falabella levantó un muestrario con nuestro trabajo, lo mismo en el supermercado Líder, pero después no siguió (...) Faltan estrategias del lado privado para fortalecer el tema patrimonial en la zona, aunque gracias a Dios tenemos el apoyo de Indap y, anteriormente, de Prodemu", enfatiza la campesina.
Los bordados
Fue un artículo sobre las bordadoras de isla Negra lo que inspiró a la artista y gestora cultural Rosmarie Prim a replicar la idea a un nivel más local, en el sector de Copiulemu. Hace 48 años fundó un grupo de mujeres que sigue elaborando llamativos bordados con el imaginario rural de la zona. Los trabajos están hechos manualmente con lana y aguja, cuyo soporte es el saco harinero.
Los dibujos que se proyectan en el material exponen la ruralidad por medio de escenas asociadas a ramadas, trillas a yegua suelta o emparvas. "Es importante la preservación de las bordadoras de Copiulemu, ya que, en general, la artesanía es cada vez más escasa a raíz de los productos industriales que vienen de otros países y generan competencia (...) Esto también es relevante para ellas porque venden sus productos y se empeñan en bordar", precisa Prim.
Al igual que las alfareras de Quebrada de las Ulloa y las artesanas de Hualqui, la fundadora del grupo de bordadoras dice que es vital que las autoridades brinden pequeñas señales que, pese a lo simple que podrían ser, igualmente abrirían una ventana para producir un impacto positivo en el quehacer de las artesanas.
"Tengo una teoría: donde se vende arte siempre debe haber algo para consumir, ya sea un cafecito o lo que sea. Al lado del centro artesanal que tenemos en Copiulemu hay un espacio ideal para hacer una pequeña cafetería. He hablado con el alcalde, pero no hay respuestas. Ahí no solo podrían instalarse las bordadoras, sino que cualquier vecino que quiera trabajar un fin de semana. Estoy segura de que eso hará que llegue más gente y se comprarán más bordados", plantea.
Otro elemento clave, dice, tiene que ver con la buena publicidad a través de letreros en la vía pública o la que pueda estar inserta en los buses rurales que llegan hasta el sector.
"Los alcaldes deberían preocuparse de eso, porque estos son tesoros vivos que, incluso, tienen premios de la Unesco", remata Prim.