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Con esfuerzo y sacrificio

La educación como fundamento de la superación personal

Primer encuentro del ciclo de charlas "Tu historia cuenta" ofreció el testimonio de tres jóvenes que lograron superar diferentes adversidades para estudiar una carrera, convencidos de que es la mejor manera para avanzar en la vida.
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Ejemplos de superación y determinación conocieron los asistentes al primer encuentro 2022 de "Tu historia cuenta. Nuevas voces para el Biobío", ciclo de charlas organizado por la Universidad Católica de la Santísima Concepción (UCSC) y Diario El Sur, en el cual, por medio de testimonios enmarcados en distintas temáticas sociales, se busca inspirar y generar reflexión en la comunidad.

La jornada se realizó el martes 12 de julio en el Teatro UCSC, oportunidad en que Rocío Navarro, una joven alumna de la carrera de Gastronomía Intercultural del Instituto Tecnológico de la UCSC sede Cañete; Rodrigo Villarroel, titulado de Ingeniería Comercial de la misma universidad, y Alfonso Tejeda, titulado de Tecnología Médica, también de la casa de estudios superiores local, relataron los desafíos afrontados en sus vidas para alcanzar el objetivo de estudiar.

Navarro contó las complicaciones de vivir en una comuna pequeña como lo es Cañete, mientras que Tejeda relató la forma en que logró compatibilizar los estudios con el trabajo. Por su parte, Villarroel narró su experiencia tras un accidente que lo dejó en silla de ruedas.

Tras las intervenciones de los tres participantes, hubo un espacio de conversación, intercambio de ideas y profundización de lo expuesto. El público, finalmente, tuvo oportunidad de efectuar preguntas respecto a las presentaciones.

La actividad fue transmitida virtualmente por las redes sociales de la UCSC, como también por la plataforma soyconcepcion.cl. Cabe mencionar que la actividad forma parte de la conmemoración de los 140 años de Diario El Sur.

El ciclo de charlas contempla cinco encuentros en total y el próximo se desarrollará durante agosto.

Alfonso Tejeda

"A los 18 años no todos tienen la madurez mental para visualizarse a futuro"

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A los 16 años, Alfonso Tejeda consiguió su primer trabajo, en el Club de Tenis de Concepción. Con la autorización de su madre, corría todo el día por las canchas y en las noches llegaba agotado a dormir. Fue su experiencia laboral inicial, la cual le ayudó a prepararse para lo que viviría en el futuro.

Durante el encuentro, Tejeda relató que sus padres le dieron el ejemplo en lo referido a la disciplina en el trabajo, pero también le inculcaron la importancia de estudiar.

Cuando llegó el momento de decidir qué carrera estudiar, Alfonso Tejeda tuvo una crisis existencial, según relató. "Sucede que a los 18 años no todos tienen la madurez mental para visualizarse a futuro. Orientar a los chicos es un pilar fundamental, porque para una persona realmente será una historia muy complicada terminar trabajando en algo que lo hace infeliz".

En el caso de Alfonso Tejeda, la decisión fue estudiar Tecnología Médica en Talca, una disciplina con la cual estaba muy feliz, según narró. No obstante, ya iniciado el tercer año comenzó a cuestionar su pericia en este campo o si podía rendir lo suficiente.

"Al final dije no, esto es lo mío, esto es lo que voy a estudiar y se me abrieron las puertas de cambiarme desde Talca hasta Concepción. Igual viajar desde allá para acá tomaba 3 horas, así que agradezco a la Universidad Católica de la Santísima Concepción por abrir la carrera de Tecnología Médica, porque fui de una de las primeras generaciones que estudió acá", dijo.

Por desgracia, el camino volvió a hacerse complejo para Tejeda en el segundo año de la carrera, con más ramos, además de una desgracia que lo afectó a él y a su familia. "La pareja de mi hermano falleció, tenían un hijo recién nacido y nos cuestionamos mucho si quedarnos o acompañarlo a Valdivia. Mi hermano me dijo, 'tú sigue estudiando, tú tienes capacidad, hazlo'".

Fue un periodo en que el joven también decidió independizarse, por lo que buscó trabajo, consiguiendo uno en la misma universidad. "Estudiar y trabajar es muy difícil y yo agradezco mucho al equipo de difusión, porque en esos tiempos, cuando necesitaba dinero para el arriendo, gracias a la labor que ofrecíamos en los colegios, orientando a los chicos de tercero y cuarto medio, lo pude conseguir", indicó.

Para estudiar, Tejeda aprovechaba los viajes que hacían, por ejemplo, a otras partes del Biobío o a otras regiones. Reconoció que no eran las mejores condiciones, no tenía un escritorio o comodidades, pero aprovechaba cada momento. El ritmo le pasó la cuenta en segundo año y reprobó un ramo. "Me dolió, me molesté conmigo porque dije, 'tal vez si hubiera trabajado menos o vuelto a la casa, hubiera podido sacar esa asignatura'. Pero mi decisión seguía en pie, vivir independiente y subsistir. Esto me ayudó mucho porque desarrollé una mentalidad más madura. Sabía que sí se podía complementar estudios y trabajo".

Finalmente que "dado mis habilidades blandas, mi conocimiento y mis calificaciones, pude ser el primero en tomar internado en pandemia. Así que se logró el objetivo. Ahora estoy donde más me gusta, acá en la universidad, como docente, transmitiendo conocimientos. Siempre habrá dificultades, se puede llorar un rato, rendirse 30 segundos, pero después hay que levantarse".

Rocío Navarro

"En mis primeras clases me di cuenta que la cocina era lo mío"

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Una de las lecciones más importantes aprendidas por Rocío Navarro en su vida fue la de luchar por lo que se quiere, un principio traspasado por su madre, quien pese a educarla sola, siempre pudo darle todo lo que necesitaba, afirmó la joven.

Navarro es de Cañete, de un sector que se encuentra a unos 5 kilómetros de la ciudad. "La verdad es que ser de allá de Cañete igual es complicado, es un pueblo bastante chiquitito. No tenemos cine o patios de comida, no hay nada de eso, y el tema de los trabajos es complicado", contó.

Junto con su mamá, el otro ejemplo fuerte que tuvo Rocío Navarro desde niña fue de una tía, quien logró estudiar un técnico en educación de párvulos. "Es una persona también muy esforzada, a quien yo veía levantarse muy temprano, llegar muy tarde, estudiar toda la noche y cuando no estaba estudiando, trabajaba. Entonces, son mis símbolos de superación, de esfuerzo y trabajo", agregó.

Relató que siempre fue buena alumna, lo que le permitió estar en un curso de alto rendimiento en Cañete, en donde aprendió otra valiosa lección. "Tenía compañeros con promedio 7 y el mío era de 6. Te encuentras con esas cosas en la vida y dices 'eres bueno, pero siempre hay alguien mejor', y empiezas a decaer, pero no me rendía, y me decía 'si él puede ser mejor, yo también puedo ser mejor'".

Gracias a que fue buena alumna, la joven pudo entrar a Derecho en la UCSC en 2018, pero tiempo después desertó de la carrera por problemas personales. "Me emancipé y me fui de la casa. Durante mi educación media conocí a quien es actualmente mi pareja y con él decidimos irnos a vivir juntos. Ambos teníamos ciertos problemas personales y dijimos 'tratemos de solucionarlos juntos, somos un equipo', y desde ahí empezamos a valernos por nosotros mismos", narró.

Pero el deseo de estudiar una carrera aún se albergaba en el espíritu de la joven, con la esperanza de tener una mejor vida. Es así como se puso a buscar opciones y dio con la sede del Instituto Tecnológico de la UCSC en su comuna. Revisó las disciplinas impartidas y se decidió por Gastronomía Intercultural. "Me inscribí, estaba emocionada, pero llegó la pandemia y ahí quedé, porque se trata de una carrera que en un 80% está compuesta por talleres prácticos y no podíamos ir a la universidad. Así que estaba en mi casa, viendo a los profesores cocinar".

Rocío Navarro aseguró que pensó en dejar la carrera, de hecho varios de sus compañeros desertaron, decepcionados por las circunstancias, no obstante, ella no se rindió y, avanzado el segundo año de estudios, la profesora Marcela Jarpa informó que podían volver a los talleres presenciales. "En mis primeras clases me di cuenta que la cocina era lo mío y que de ahí no me saca nadie".

Con los buenos resultados en los estudios llegaron las oportunidades para Navarro, como la de una beca para estudiar en el extranjero, para la cual, finalmente, fue seleccionada una compañera. "Lloré, estuve deprimida una semana, se me había derrumbado mi mundo, pero después me levanté y pensé que si se cerraba una puerta, se abriría otra. Por mientras, trabajaba en un local de sushi de Cañete, en donde muy amablemente me dieron una posibilidad. En eso estaba cuando mi jefa de carrera me llamó para contarme que tenía la opción de hacer mi práctica en España. Quedé en shock. Así que con la ayuda de Dios, de la universidad y de mi familia, actualmente estoy a la espera de viajar", relató.

Rodrigo Villarroel

"Decidí salir adelante, de alguna manera tenía que hacerlo"

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El 17 de diciembre de 2002, la vida de Rodrigo Villarroel cambió para siempre. Según contó, "me tiré un piquero en la Playa de Bellavista y pasé nueve meses en el Hospital Naval. Me operaron y tenía 10% de posibilidades de salir vivo, pero gracias a Dios todo resultó bien".

Desde ese momento, la rehabilitación fue el camino por el que Villarroel transitó. Afirmó que cambiar sus piernas por una silla de ruedas fue radical y lo pasó muy mal. El primer psicólogo que lo atendió le preguntó qué haría en el futuro. Y si bien las perspectivas no eran las mejores, no se rindió. "Decidí salir adelante, de alguna manera tenía que hacerlo por mi mamá, por mis tías y cambié el switch. Ingresé a la Teletón y me di cuenta de que lo mío realmente no era nada. Conocí a personas en mí misma condición que manejaban, estudiaban, algunos eran profesionales, y eso abrió mi mente".

Con orgullo contó a los asistentes que al regresar a su casa en Tomé, adquirió un vehículo y con la ayuda de un vecino lo adaptó para conducirlo. Fue un primer paso, y el siguiente se dio con la propuesta que le hizo su, entonces, polola y actual esposa, Natalia Vera. "Me preguntó porqué no ingresaba a estudiar. Me preparé y di la PSU, me fue bastante bien y entré a estudiar al Facea (Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Católica de la Santísima Concepción)".

Tal como reveló en el transcurso del encuentro, Villarroel salía todos los días de su casa en Tomé a las 6 y media de la mañana, pasaba a Concepción a recoger a un compañero e iniciaba su jornada universitaria en la carrera de Ingeniería Comercial. "Conocí gente maravillosa, siempre con la mejor disposición para ayudarme", relató agradecido en relación al apoyo recibido de parte de funcionarios y profesores. Rodrigo Villarroel también tuvo palabras de gratitud para el Programa PIE de la universidad, para la Armada de Chile y la Escuela de Grumetes -en donde cursó su instrucción militar previo a su accidente-, y para el personal de la Teletón.

"Hasta hoy no recuerdo qué nota me saqué en marketing con el profesor Steve (Baeza), en el taller de empleabilidad con el profesor (Giovanni) Pastorini o en Finanzas con el rector (Cristhian) Mellado, pero siempre recuerdo que tuvieron la buena disposición para apoyarme. El rector en ese tiempo era decano y no me hacía clases de Finanzas 2, pero cuando necesité que me explicara unos ejercicios, tuvo la disposición de ayudarme. Esas cosas a mí se me han quedado hasta el día de hoy", sostuvo.

Los años de sacrificio comenzaron a dar sus frutos y en 2019 postuló a una vacante en la Superintendencia de Seguros en Santiago. Le preguntó a su polola si se iría con él de ser seleccionado y ella respondió que sí. El 22 de abril del mismo año comenzó a trabajar en la institución estatal y cinco meses después la pareja se casó. "Ahora estamos en un proceso nuevo, construyendo nuestra casa y realizando un tratamiento para formar una familia. Hemos ido logrando paulatinamente todas nuestras metas. Espero que mi historia sirva de reflexión para muchos jóvenes, a pesar de las dificultades, todo tiene solución, hay que enfocarse en lo que se quiera hacer", concluyó.