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Trabajo colectivo y de carácter participativo ha sido clave para darle curso al proyecto

Agrupación ciudadana proyecta museo para la historia y memoria de Tomé

Con una historia que se remonta a más de 30 años, recién a mediados de la década pasada la iniciativa volvió a tomar forma en base al entusiasmo de los propios tomecinos.
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Por Nicolás Martínez Ramírez.

Es común que todas las comunas tengan un museo, espacio de memoria colectiva y reflexión en torno a su pasado, que sirve a la comunidad.

Desde su época prehistórica, pasando por los días coloniales, las décadas del auge textil y la actualidad, Tomé es una comuna con una rica historia.

Es así que, hace poco más de tres décadas, diversos agentes culturales locales se agruparon con el propósito de proyectar un museo en la vecina comuna.

Debido a la importante industria textil, el debate -por esos años- se centraba en la necesidad de contar con un lugar de grandes proporciones, para albergar las voluminosas máquinas para ese fin y que estaban en desuso.

Para el museólogo Daniel Cartes, el investigador en Artes Visuales David Romero, el escritor Darwin Rodríguez y el académico de Historia Ucsc Gonzalo Ortega hoy el paradigma ha cambiado. Por lo tanto, el debate para el futuro museo no se restringe solo a la historia textil.

De acuerdo a los impulsores de esta iniciativa, la museología contemporánea, como disciplina que piensa en los museos y sus fronteras, incorpora en su reflexión una multiplicidad de ingredientes para accionar.

"Siguiendo en esta dirección, el Museo en Proceso de Tomé es una iniciativa ciudadana constituida por investigadores interesados en ver concretarse un museo físico, desde una lógica de planificación museológica participativa y ciudadana", explicaron.

De y para personas

El diálogo permanente entre sus gestores y la comunidad, se da desde diversas miradas, variantes y/o problemáticas emanadas desde la propia ciudadanía.

Es en 2015 cuando se retoma esta idea surgida décadas atrás para dotar a la comuna costera de un museo. A través de actividad participativas, los tomecinos se inclinan por un espacio que contenga en su relato historias netamente locales.

Todo desde lo paleontológico, mapuche/lafkenche, la preindustria de los molinos de trigo, el arte, la célebre industria textil, lo rural y las diversas microhistorias que cruzan la historia de Tomé.

El equipo de tres profesionales dialoga, permanentemente, con expertos para construir redes museológicas y culturales.

"El acento que se le confiere a la reflexión de esta narrativa es importante, porque lo que está en discusión es qué historias -y desde qué perspectivas- desea el museo proyectar, aspecto en que las comunidades tienen mucho que decir".

Agregan que "toda vez que los museos cumplen el rol de ser espacios de discusión pública, fortaleciendo el entramado social. ¿Museo comunitario? Quizás. ¿Museo imaginario? No. El museo existe como discurso, deseo e historia".

Es a partir de aquí donde las colecciones, piezas tradicionales que puede verse en un lugar de esta naturaleza, toman un rol secundario. Si bien no es central, para los gestores no deja de ser algo importante. "Su condición de documentos debe ser capaz de transmitir las ideas que provocan la discusión y/o levantan discursos".

El fin es que los objetos que pueda tener el futuro museo tomecino cuenten lo que deba contar y no que se tornen irrelevantes para el fin.

"Muchos museos se repletan de cosas que nunca verán la luz, porque su calidad de documentos para contar historias los torna irrelevantes. Eso no quiere decir que esos documentos no sirvan en otros espacios u otros fines".

Por ahora no cuenta con un espacio físico ni una colección determinada. Sin embargo, están trabajando en dos Fondo Nacional de Desarrollo Regional (Fndr) de Cultura, "Diálogos y apuntes para un museo de Tomé" y "Archivo oral de la industria no textil".

Ya ejecutaron el Fndr "Un Museo para Tomé, Etapa I: Estudio de factibilidad" y el proyecto propio, "Imaginando el museo desde casa", ciclo -en pandemia- que los llevó a dialogar en estas materias.

"ROSTRO DE CHILE. Reencuentro con la exposición original de 1960"

Libro fotográfico muestra cómo era Chile y Biobío en la década de los años 60

La obra trata sobre la "reconstrucción arqueológica visual" en torno la exposición fotográfica de mayor trascendencia nacional y latinoamericana en los años 60.
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Los años 60 en Chile son considerados como "La década del cambio", y con justa razón, pues fueron tiempos marcados por la industrialización, innovaciones tecnológicas y científicas: de hecho, en 1962 se dio el primer trasplante de riñón.

Es más, en aquella década se cumplieron 150 años de la independencia de la nación (1810). Así fue como, impulsados por este motivo y a petición de la Universidad de Chile, cuatro fotógrafos recorrieron -de norte a sur- varios rincones del país, a modo de retratar las distintas realidades y protagonistas de dicha época.

Durante más de dos años, los fotógrafos Antonio Quintana, Roberto Montandón, Domingo Ulloa y Mario Guillard lograron registrar más de siete mil fotografías. De ellas, 410 vieron la luz en la Casa Central de la casa de estudios el 13 de octubre de 1960.

Ahora, 62 años más tarde, esta aventura fue reconstruida en el libro "Rostro de Chile. Reencuentro con la exposición original de 1960", iniciativa del Archivo Central Andrés Bello de la U. de Chile.

El material, que ya puede ser descargado en libros.uchile.cl, contiene 386 fotografías que dan cuenta de personas, sombras y relieves de un país con ánimos de cambios. Un realidad donde nuestra región juega un rol clave.

"Lo relevante de este rescate es que se busca instalar nuevamente este repertorio y trabajo en la circulación cultural de la ciudadanía, y así activar una memoria visual que está anclada a una identidad local chilena y latinoamericana", explicó Andrea Durán, coordinadora de la Unidad Gráfica Digital y encargada del presente proyecto.

Biobío en imágenes

Desde 2013 se viene trabajando en esta "reconstrucción arqueológica visual", como declaran desde La Casa de Bello, quienes comentaron que "fue un largo trabajo identificar las fotografías y encontrar los negativos de Quintana y el resto de los autores. También faltaba información fundamental de la muestra, ya que nunca existió un catálogo del proceso de la exhibición original", comentó el equipo de investigadores, el mismo que destacó algunas de las imágenes captadas en nuestra zona. Estas proponen registros del ferrocarril en el puente del Rio Biobío, como la bahía de San Vicente, además de las minas de Lota, Huachipato, Arauco, Laja y Cañete, entre otros lugares.

Por lo mismo, ya que todavía falta encontrar parte del material que dio pie a la propuesta, en las páginas del texto se hace mención a "zonas oscuras".

En éstas se invita a seguir ampliando el trabajo realizado por el Archivo Central A. Bello para reconstruir la historia de este gran hito de la fotografía chilena.