Sin duda, hoy el mundo está viviendo momentos difíciles: una guerra desatada, una crisis económica y social de horizontes inciertos, y una emergencia climática sin precedentes.

En este contexto, Chile también enfrenta cambios profundos en materia política, económica y social, con el proceso de una nueva Constitución y con la asunción de un nuevo gobierno. El desafío es, cimentar con un renovado espíritu, un país donde el diálogo y las discrepancias sean respetadas, y donde logremos consensuar la construcción de una sociedad más equilibrada, justa e inclusiva.

Bajo este marco, Pacto Global Chile junto a sus empresas socias, han sido protagonistas de numerosas instancias de conversación y discusión donde se diseñaron propuestas concretas que forman parte del debate nacional, consolidando así un mensaje respecto a la importancia del sector privado para el Desarrollo Sostenible, la participación de múltiples partes interesadas y la fuerza de la colaboración.

Es así como hemos procurado estar presentes junto a nuestros socios, manteniendo un diálogo cercano y acompañando sus procesos, para conocer sus principales dolores, preocupaciones, obstáculos y desafíos, frente a todo lo que significó y significará la pandemia de Covid-19, la crisis económica global y consecuente incertidumbre frente al futuro.

Hemos empujado con convicción y sentido de urgencia, diálogos abiertos sobre medioambiente y deberes estatales y ciudadanos, que buscaron aportar a la Convención Constituyente con visiones, posturas y experiencias del sector privado en materia ambiental, así como participación en el grupo de trabajo que culminó en ENADE, para elaborar y entregar una propuesta medioambiental para el país, con la colaboración de la empresa.

Los líderes de las empresas socias, tanto en Chile como a nivel mundial, han asumido su rol, y han atendido el llamado de Pacto Global para actuar unidos, especialmente en tiempos tan difíciles, considerando el retroceso experimentado en el cumplimento de las metas de la Agenda 2030. Todo con una mirada puesta en la recuperación de la pandemia, con un plan audaz para vacunar a todas las personas, en todas partes. Recuperación de nuestras economías, con los países más ricos apoyando al mundo en desarrollo. Recuperación de la desconfianza y la división. Recuperación de los conflictos, con un espíritu renovado de diálogo, compromiso y reconciliación. Y recuperación de nuestro planeta, con compromisos climáticos a la altura de la magnitud y la urgencia de la crisis.

Nuestra misión como Pacto Global seguirá siendo acompañar y articular a las empresas en su contribución a esta tarea, aportando no solo sueños y valores, sino, además, conocimiento y herramientas, para contribuir de manera eficaz, a avanzar en medidas que contribuyan a lograr un mundo mejor con sentido de urgencia.

El mercado de los alimentos se caracteriza por estar fuertemente influenciado por situaciones que afectan a la oferta, ya sea a través de eventos climatológicos que dañan las cosechas, o incrementos en los costos de la energía. En ambos casos la consecuencia es la misma: una caída en la producción que se traduce en un alza de los precios de los alimentos. Lo anterior impacta relativamente más a los hogares de menores ingresos, los cuales son los que destinan una mayor proporción de su presupuesto a la alimentación. ¿Qué podemos hacer? La naturaleza es impredecible, por lo que la mitigación de sus efectos se encuentra condicionada a nuestra capacidad de anticipar estos fenómenos climáticos, por lo que el margen de acción se acota. En el caso de la energía, las decisiones involucran una elección de la tecnología e insumos para el proceso productivo, lo que en el papel parece estar más en el control del productor.

Hoy día estamos experimentando un alza generalizada y sostenible en los precios de todos los bienes (inflación), particularmente la de los alimentos, lo que amenaza la seguridad alimentaria de la población. ¿Cuál es la causa de esto? ¿La guerra en Ucrania? ¿La dependencia alimentaria y energética de Rusia? Si bien este conflicto bélico ha contribuido a generar disrupciones en la cadena alimentaria global, con consecuencias sobre los costos transporte y energía, la causa de fondo no radica en la dependencia de una superpotencia como Rusia, sino más bien en la dependencia de un "supercombustible"; el petróleo. Los combustibles fósiles son recursos naturales sin capacidad de reproducción, de tamaño fijo, de calidad incierta y no pueden moverse a una ubicación conveniente. Este factor geológico es la fuente principal de muchos conflictos socio-políticos, los que generalmente se traducen en fuertes fluctuaciones en la disponibilidad del recurso y por lo tanto en los precios. El mundo y Chile deben avanzar hacia una transición energética con el objetivo de reducir su dependencia a los combustibles fósiles en favor de fuentes de energías renovables y más amigables con el medio ambiente.

El camino de la transición energética no sólo es una estrategia plausible para reducir las fluctuaciones de los precios de la energía, y por lo tanto los vaivenes en los precios de los alimentos, sino también una necesidad para reducir las emisiones de CO2, principal causa del cambio climático. Una reducción de los gases con efectos invernadero contribuiría a frenar el calentamiento global, haciendo el clima más predecible y por lo tanto mejorando la capacidad de anticipación de los fenómenos climáticos que afectan la oferta de alimentos. Así, una transición hacia energía renovables y una menor dependencia del petróleo emerge como la piedra angular para la seguridad alimentaria en el largo plazo.

El Covid nos ofreció un aprendizaje único que nos cruzó como humanidad. Una pandemia que terminó con la vida de la población más vulnerable, que sobrecargó el sistema público y privado de salud, que movilizó a todas y todos. Pocas veces quedó más clara la dicotomía entre lo individual y lo colectivo. Nuestra sociedad que ha privilegiado sistemáticamente el gozo y libertad individual, por la fuerza de la naturaleza, debió apelar a lo colectivo, a lo común para sobrevivir.

Elinor Ostrom (1933-2012), Premio Nobel de Economía, en su libro Comprender la diversidad institucional demostró que la organización colectiva, en algunos casos, es la única manera de enfrentar los problemas que son comunes, por ejemplo, el uso correcto de los recursos naturales. La solución colectiva necesita confianza entre las partes y el convencimiento de que las reglas adoptadas son las apropiadas.

Las reglas eficientes deben convencer al ciudadano y no solo vencer, partiendo de la libertad individual al momento de ceder y confiar. Esto implica aceptar la diversidad individual en las diferentes maneras de aprender y convivir en sociedad.

Yuval Noah Harari, en una entrevista al Financial Times (26/02/2021), planteó que la pandemia demostró que la tecnología fue capaz de revertir la historia. Con tecnología en pocos meses pudimos identificar, secuenciar y generar una vacuna para el virus. Sin embargo, esta tecnología dejó al desnudo la importancia de la política. La tecnología permitió mantenernos comunicados sin contacto físico y permitió maximizar la producción con la menor cantidad de personas. La variable diferencial estuvo en la calidad del mensaje político para movilizar al ciudadano para ceder en sus derechos individuales por un fin superior.

Es el liderazgo político y la educación ciudadana lo que permite que los ciudadanos, por la vía del convencimiento y la confianza mutua, puedan ceder derechos individuales en pos del colectivo.

El gobierno chino hace algunas semanas cerró la ciudad de Shenzhen por alerta Covid. Es indiscutible que ese gobierno ha sido altamente eficiente en la pandemia limitando las libertades individuales. Sin embargo, en modelos más horizontales, con respeto de los derechos individuales, con más libertad y menos jerarquía, lo que prima es la conciencia de cada individuo y la capacidad de los líderes para ayudar a los ciudadanos a visualizar los escenarios de futuro.

Nuestra sociedad contaba con la tecnología para seguir el comportamiento de cada ciudadano contagiado. Se tenía la capacidad para procesar la densidad espacial de los contagiados discriminando con medidas más punitivas, con muy bajo margen de error. Sin embargo se optó por respetar el derecho individual. Se eligió una solución intermedia entre derechos individuales y el bien común.

Se nos enseñó a desconfiar en el otro, se nos inculcó en que debemos buscar el beneficio de corto plazo, sin importar lo que le suceda al vecino. Seguramente vienen nuevas crisis en camino y necesitamos más que nunca invertir en educación ciudadana para fortalecer colectivamente la confianza en el otro y la visión responsable del largo plazo.