Unidad para los nuevos desafíos
La transmisión del mando presidencial se ha realizado en el contexto de la crisis sanitaria por la pandemia de covid, y las consecuencias que ha dejado en la economía. Sebastián Piñera Echenique ha entregado el mando al Presidente de la República, Gabriel Boric Font, quien ejercerá su período hasta el 2026.
La tarea no será fácil, si se considera que desde hace tiempo la ciudadanía ha dado a conocer, por diversos medios, su desconfianza y descrédito respecto de la clase política y de otras instituciones que no se han preocupado de buscar las soluciones a los problemas reales, sino que más bien han promovido enfrentamientos verbales que conducen a polarizar aún más a la ciudadanía. En este escenario, se requiere definir algunas tareas prioritarias y sacarlas adelante para comenzar a dar respuesta a las demandas. La pobreza, la necesidad de mayores oportunidades, la creación de mejores empleos, la salud, educación, las pensiones, la paz social, abordar el combate a la delincuencia y al narcotráfico, son tareas urgentes, de mucho esfuerzo individual, pero que necesitan liderazgos que las empujen. Una encuesta realizada por la empresa Ipsos y dada a conocer ayer, reveló que la delincuencia, el control migratorio y las mejoras al sistema de salud, son los desafíos reales que la ciudadanía encuentra prioritarios para que los enfrente el Gobierno de Gabriel Boric.
Pero también en el sentir de los chilenos está la necesidad de que se ponga fin a los abusos y al mal uso de los recursos públicos; un rol más activo del Estado para salvaguardar cuestiones como las pensiones, la salud, la educación, la justicia, el medioambiente, temas que están regulados en mayor o menor medida, pero que exigen acciones más definidas de las autoridades y del servicio público. Estos son momentos en que se necesita calma y prudencia en los dichos y en las actuaciones, especialmente de la clase política. En el último tiempo, ha sido preocupante escuchar a algunos líderes emitir declaraciones que aportan muy poco al debate de la crisis social, salvo calentar ánimos y abrir la puerta al populismo, a la anarquía y a la ingobernabilidad, en la que tradicionalmente quienes más pierden son los más necesitados.
Durante el proceso de transición de los años '90, hubo voluntad de hallar puntos en común, es decir, de hacer política, tal vez porque el país venía saliendo de un proceso confrontacional que costó muy caro, dejando heridas que aún no cicatrizan. Los distintos sectores entendieron que era necesario debatir y llegar a consensos. Sin embargo, en los años recientes se ha ido perdiendo esa característica para pasar a una fuerte intolerancia, sobre todo en el campo de la política. Hemos visto a personas que protestan legítimamente, pero muchas veces desde la creencia de la verdad absoluta, pensando que la historia comenzó con ellos, lo que equivale a desconocer y negar los sacrificios de generaciones precedentes. Es cierto que la protesta es la expresión de malestar social que se ha guardado por años y que se funda en desigualdades e inequidades, pero eso no justifica que tales expresiones tengan que llegar al absolutismo y, en algunos casos, a la violencia. Es probable que la gran pérdida de confianza que afecta al país también esté muy afectada por la soberbia con que muchos plantean sus exigencias al debatir. Se habla más que antes, pero ciertamente se escucha menos.
Cambiar el estado de ánimo y enfocarnos más en aquellas cosas que nos unen y que significan desafíos relevantes, que aquellas que nos dividen, debe ser una prioridad tanto para los gobernantes como para quienes tienen algún tipo de liderazgo, porque son más las situaciones que nos unen que aquellas que nos dividen como sociedad. Hay que apuntar a crear un país que avance en la realización de sus sueños fundados y que vuelva a confiar en sus líderes e instituciones tradicionales. Lo que requerimos es definir las tareas prioritarias y sacarlas adelante con la participación de todos, sin exclusiones.
La delincuencia, pobreza, el narcotráfico, la creación de empleos, la salud, educación, las pensiones, son tareas urgentes, de mucho esfuerzo individual, pero que necesitan liderazgos.