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influir con "su producto". Un artista puede aprender ciertas cosas y los autores experimentales, alguien como Diamela Eltit por ejemplo, lo han entendido bien: es posible encontrar un nicho. Y que más que lectores, lo que les interesa es que los lean y aplaudan los críticos. Yo soy de otra estirpe: deseo que me lean lectores que sientan la necesidad de consumir historias o conectar con un tipo de personajes. Todo nicho tiene sus reglas. Por ejemplo: el del autor académico (que vive de la academia o talleres o becas) es tan válido como aquel que escribe best sellers. Yo me siento más ligado a una pyme, porque todo depende de mí y debo arreglármelas solo. Y si escribir no es emprender, no sé lo que es. Es una suma de riesgo, tesón, confianza, disciplina y suerte.
-Tu libro fija también su punto de mira en el aburrimiento que te produce cierta crítica: los llamas "lateros", o la "pseudo inteligencia académica". ¿Por qué crees que hay una inclinación tan grande en hacer "aburrida" la literatura?
-Falta de talento. Incapacidad de goce. Creer que escribir es un acto cultural o intelectual y no físico y, en algunas ocasiones, espiritual. Mucho daño o represión personal o inteligencia puede servir para muchas cosas en el campo cultural, pero no para crear. Hay básicamente dos razones: incapacidad de soltarse y, dos, un cierto pudor para no quedar expuesto o, peor, de aparecer como frívolo o no intelectual. Otra posibilidad: la gente latera escribe cosas lateras. Y nada te protege de la cancelación o crítica si el resto no te entiende o tienes esa pulsación extraña, que es querer escribir, pero que no te lean. Es como aquellos que desean ir a una playa nudista a mirar, pero no están dispuestos a desnudarse.
-Tu libro también se acerca a varios autores chilenos. Es una elección bien ecléctica, que va de Pablo Illanes a Álvaro Bisama. ¿Cómo crees que ha sido el derrotero de la narrativa chilena en los últimos años?
-Yo no soy crítico literario ni lo he sido. He escrito de algunos autores locales. Y hay de todo, existe un abanico con todas las posibilidades. Y ahí puedo optar por los que me interesan o provocan más. No ando intentando destrozar autores, sino entenderlos, y ver las conexiones que tienen conmigo. Me di cuenta -además- que he escrito de autores que se han reseñado poco o que aún no han sido canonizados o que son lo suficientemente nuevos para no saber si resistirán el paso del tiempo. Es apostar, mirar, es no irse por lo típico. Es cierto: podría escribir de autores muertos y ya canonizados. Me parece más arriesgado y divertido apostar por otros y ver si al final estaba en lo correcto o me equivoqué.
"La cultura de la cancelación no es una cultura: es una suerte de linchamiento irracional y, muchas veces, detonado por mentiras".